La dama del Llao Llao que conoce a “todo el mundo”

Nora Espector es una de las más antiguas empleadas del hotel Llao Llao. También una de las más queridas y respetadas. Su vida es una verdadera novela donde confluyen las anécdotas personales junto a encumbradas figuras del planeta. En su trabajo como gerente ha atendido desde Hugo Chávez hasta Fito Páez pasando por Robert Duvall, Carlos Tévez, Xuxa y Joan Manuel Serrat. Conversó con “Río Negro”.

PERSONAJE

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar

La agenda personal de Nora Espector está poblada de celebridades. Durante 25 años ha sido la perfecta anfitriona del hotel Llao Llao. En ese puesto clave dentro de la lujosa estructura hotelera debió atender a Bill Clinton, Hugo Chávez, al presidente República China, Hu Jin Tao, al rey Juan Carlos, a Robert Duvall y su compañera Luciana Pedraza, a Tommy Lee Jones, a los músicos Marta Argerich, Joan Manuel Serrat, Fito Páez, Armando Manzanero y Ricardo Arjona, a los futbolistas Sebastián Battaglia, Carlos Tévez y Martín Palermo. ¿Queda alguien famoso por mencionar? Ah, si Xuxa. Divina.

Espector se autodefine en su Twitter con precisión y sabiduría: “hotelera de alma y profesión. Aprendiz de paciente de esclerosis múltiple, aprendiz de piloto de silla de ruedas. La vida sigue…y vale la pena”. Su conversación es un increíble relato que se desarrolla en capítulos. Encuentros casuales, situaciones insólitas, momentos inolvidables con gente anónima y de la otra, la que vemos en la revistas, en la televisión y el cine. Si alguien debería escribir un libro de memorias esa es Nora Espector. “A Fito le gustaba tocar por las noches el piano. Si un huésped justo estaba en el salón tomando un café o un trago, descubría a Fito Páez cantando un tema”, relata. En estas dos décadas y media Nora y el Llao Llao han protagonizado una curiosa fusión. Hay mucho de la calma legendaria y la elegancia del edificio en la piel de Nora y, al mismo tiempo, el hotel conserva un sabor, un toque de su propio estilo femenino. Un prolongación natural a lo largo de sus paredes de la mente inquieta de su front desk.

Después de permanecer alrededor de 15 años cerrado el hotel que supo ser el refugio de reyes, príncipes y duques en las décadas del 30 y el 40, comenzó una etapa de resurgimiento. Abrió sus puertas por tercera vez en 1993 después de superar un incendio total, la crisis y el olvido. Fue el año en el que Nora cruzó sus puertas por primera vez.

-Sos una persona en condiciones de confirmar lo que le decía Francis Scott Fiztgerald a Hemingway: “Los ricos son muy diferentes a nosotros” (Este célebre diálogo termina con la respuesta del autor de “El viejo y el mar”: “Sí, tienen más dinero”).

-Es verdad. La gente rica tiene muchos puntos de interés, muchas tienen proyectos, emprendimientos, ideas de todo tipo y eso las hace interesantes.

Mientras responde, Nora avanza por los pasillos alfombrados del Llao Llao en su silla de ruedas. Hace unos años los médicos le diagnosticaron esclerosis múltiple pero Espector no se dejó arrastrar por la tristeza. Hoy continúa sus labores trabajando una parte de la semana en el hotel y otra desde su casa. Pero, en más de un sentido, el hotel es su hogar.

Nora reconoce que su vida ha sido agitada y por lo tanto divertida. “Me enamoré de un vikingo, Thomas”, cuenta. Y se ríe con ganas, despojada de cualquier atisbo de ironía. Esta mujer tiene la singular virtud de recordar con afecto y condescendencia su álbum de fotos, como sabiendo que no tiene sentido poner una vara muy por encima de nuestras cabezas.

Su anecdotario es propio de las musas inspiradoras de la Europa de entre guerras. War Lay -fallecido en 2011 de cáncer – en persona mandó a buscarla para almorzar en su estancia Alicurá. Espector le había dicho a un amigo en común que tenía algunas sugerencias acerca de lo que el multimillonario podía hacer con la tierrra. El rico empresario escuchó de sus labios el consejo de la ejecutiva: aprovechando las relaciones públicas de Lay, había que poner un coto de caza. Directo. Concreto. El resto ya es historia.

Con el “vikingo”, de quien hoy está separada y tiene tres hijos Erik, Stefan y Emil Davidsson, vivió en Suecia varios años. Su regreso coincidió con la reapertura del Llao Llao. Con los años Espector se ha transformado además en historiadora del edificio. Cuando Felipe Pigna, el autor de la serie “Los mitos de la Argentina” se alojó en el hotel, se llevó una serie de “momentos” y datos poco conocidos que entusiasmaron al historiador.

Una de las mayores virtudes que debe tener un gerente de front desk es la discreción. La discreción a pesar de haber escuchado, visto o sentido todo de todos. Sus labios permanecerán sellados pero los rumores trascienden. Ella no niega ni afirma. Su memoria es un libro abierto y una caja fuerte. “Una dama no tiene memoria”, sentencia.

Pero si puede contar su amistad con la “Negra” Vernaci, gestada en charlas en el hotel, su plegaria atendida de conocer a Joan Manuel Serrat (“vino con un grupo de turistas en una combi, sobrerito, tranquilo, nadie lo reconoció), el privilegio de escuchar al piano a Fito Páez, a Armano Manzanero y de ver bailar a Duvall con Pedraza, y de charlar con Tommy Lee Jones. “Si, lo reconozco, ¡estoy en todas las fotos!”, dice Nora, un hermoso día soleado mientras observamos el paisaje increíble del sur desde el desk del ala Moreno, la construcción más reciente del hotel. “El Llao Llao es una obra de arte”, reflexionada Nora. Los mozos traen café, leche y masitas hechas en la cocina del establecimiento.

Por estos días una obra pintada por el artista Pablo Bernasconi, dedicada al hotel, recibe a los clientes. Es un cuadro de excelente factura, luminoso, muy vivo. El cuadro de Bernasconi de a poco empieza a fundirse sobre la ingeniería absoluta que comenzó como el sueño de los héroes hace miles de años luz.

75 años de un rica historia

El Llao Llao fue producto del sueño de Ezequiel Bustillo, primer Director de Parques Nacionales, y de la imaginación de su hermano el arquitecto Alejandro Bustillo que no cobró un peso por hacer los planos. El primer Llao Llao inauguró el 8 de enero de 1938 pero se consumió totalmente en un colosal incendio. Los hermanos no se rindieron ante la adversidad y reconstruyeron la estructuras con materiales menos sensibles al fuego. El 15 de diciembre de 1940 se re abrieron las puestas del establecimiento y desde entonces sirvió de “segundo hogar” de una increíble cantidad de figuras ilustres. Dwight D. Eisenhower, Arturo Frondizi, al Sha de Persia M. Reza Pahlevi, la emperatriz Farah Diva, al conde Vladimir D´Ormesson, Carlos Slim, Bill Clinton, al rey Juan Carlos I, al duque de Kent, Eduardo y Jorge de Windsor, y a la famosa escritora Victoria Ocampo, entre muchos otros. Producto de una fallida administración cerró en 1978. El imponente edificio tuvo entonces un triste periodo de soledad y abandono. En 1987 pasó a convertirse en Patrimonio Histórico Nacional. En 1991 la administración de Parques Nacionales se lo adjudicó a Llao Llao Holding S.A. Una vez más abrió sus puertas: un 3 de julio de 1993 con el nombre de Llao-Llao Hotel & Resort Golf Spa. Hoy tiene 205 habitaciones dignas de reyes, presidentes y estrellas de rock.

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