La mujer habría dejado de tomar sus medicamentos dos meses antes del crimen en Villa Crespo
Así lo indicaron desde el entorno de Laura Leguizamón y Bernardo Adrián Seltzer.
La investigación sobre la masacre de Villa Crespo suma nuevas datos. Durante la revisión del departamento se hallaron blisters de medicamentos recetados para patologías psiquiátricas. Ahora se conoció que Laura Fernanda Leguizamón (50), la apuntada como la agresora, habría dejado de tomar el antidepresivo y el antipsicótico semanas anteriores al hecho. “Fue mucho. Los amo, lo siento», decía una carta encontrada en la cocina.
Según indicó La Nación, integrantes del entorno del matrimonio de Leguizamón y Bernardo Adrián Seltzer, aseguraron que la mujer habría dejado de tomar el antidepresivo y el antipsicótico dos meses antes de la tragedia. También comentaron que cuando los consumía, «Leguizamón exponía una personalidad paralela». Según manifestaron los testigos, la mujer les habría expresado que dejó de tomarlos por que le provocaban estrés.
Otros de los puntos que marca el medio de Buenos Aires es que Leguizamón realizaba un tratamiento con un antipsicótico que tiene acción terapéutica para patologías como esquizofrenia, bipolaridad y depresión.
Laura Leguizamón estaba bajo tratamiento: las pericas por la masacre de Villa Crespo
Según indicó Noticias Argentinas, la hermana de Leguizamón declaró que la mujer estaba bajo tratamiento psiquiátrico, algo que también fue ratificado por la empleada doméstica que encontró los cuerpos el miércoles por la tarde.
En el departamento, la Policía secuestró una caja vacía sin blíster de sertralina (un antidepresivo), otra de midax (antipsicótico) y una de olanzapina, un medicamento usado en casos de esquizofrenia.
La carta es ahora una prueba central para intentar entender el estado emocional y mental de la autora de la masacre, quien asesinó a su esposo Adrián Seltzer (53) y a sus hijos Ian (15) e Ivo (12) antes de suicidarse.
La Justicia dispuso una pericia caligráfica y se secuestraron carpetas escolares de los adolescentes y una lapicera, para extraer huellas digitales que corroboren la autoría del manuscrito.
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