La presión de las redes puede enfermar: casi la mitad de los jóvenes está en riesgo de desarrollar un TCA

La comparación constante con cuerpos idealizados, impulsada por filtros, ediciones y algoritmos que premian la perfección, dispara conductas alimentarias de riesgo en adolescentes y jóvenes. En el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria, el alerta es claro y urgente.

Cada 30 de noviembre, el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) vuelve a poner en primer plano una problemática que crece oculta, pero con fuerza. En un contexto atravesado por pantallas, miradas ajenas y comparaciones constantes, la relación con el propio cuerpo se vuelve, para muchos jóvenes, un territorio hostil.

Hoy la presión estética no aparece de manera aislada. Está presente cada vez que se abre una aplicación, cada vez que se scrollea una pantalla, cada vez que se sube o se mira una foto. Los cuerpos se comparan y ese espejo digital, lejos de ser neutral, está diseñado para amplificar la exigencia y la insatisfacción.

Un estudio reciente del Departamento de Dietética de la Facultad de Salud Pública de Bytom encendió una señal de alarma contundente: el 47% de las personas de entre 16 y 25 años presenta riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria. La investigación señala una relación directa entre el uso intensivo de redes sociales, la exposición a modelos corporales irreales y el aumento de la insatisfacción corporal, junto con la adopción de comportamientos alimentarios nocivos.

“La presión por alcanzar cuerpos perfectos no es inofensiva. Genera una sensación constante de no ser suficiente”, explica la licenciada en Nutrición María Aldana Peretti (MP 228), de Boreal Salud. “Los TCA aparecen muchas veces como intentos desesperados por recuperar un sentido de control sobre el cuerpo y la propia vida. Cuando el afuera exige perfección, la persona siente que nunca alcanza, y ese vacío puede transformarse en un sufrimiento profundo”.

Este malestar no se queda solo en lo emocional. Impacta de lleno en la relación con la comida, el ejercicio y el propio cuerpo. Saltarse comidas, comer en secreto, contar calorías de manera obsesiva, entrenar de forma compulsiva o evitar situaciones sociales donde haya comida son algunas de las señales de alerta que pueden aparecer. “Los TCA no son una etapa ni una elección: son enfermedades serias que requieren atención clínica y acompañamiento emocional”, remarcan los especialistas.

Desde la mirada nutricional, la detección temprana puede marcar la diferencia. “El objetivo no es solo recuperar peso ni corregir conductas alimentarias. Es reconstruir una relación segura con el cuerpo, con la comida y consigo mismo”, señalan desde Boreal Salud. Y subrayan un punto clave: ese proceso no ocurre de un día para el otro. Requiere tiempo, contención y un entorno que acompañe sin juzgar ni presionar.

La prevención, coinciden, empieza mucho antes del consultorio. Empieza por cambiar la conversación cotidiana: dejar de hablar del cuerpo como una medida de valor personal, cuestionar los mensajes que asocian belleza con delgadez extrema o musculatura inalcanzable, y promover espacios donde la diversidad corporal sea visible y respetada.

También implica revisar cómo se usan las redes sociales: aprender a hacer pausas, a distinguir lo real de lo construido y a recordar que una imagen recortada no muestra la vida completa de nadie.

En un mundo que empuja a la comparación permanente, el mensaje de este 30 de noviembre es simple, pero urgente: nadie debería sentirse en guerra con su propio cuerpo. Pedir ayuda está bien. Acompañar salva. Escuchar sin juzgar puede, literalmente, cambiar una vida.


Cada 30 de noviembre, el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) vuelve a poner en primer plano una problemática que crece oculta, pero con fuerza. En un contexto atravesado por pantallas, miradas ajenas y comparaciones constantes, la relación con el propio cuerpo se vuelve, para muchos jóvenes, un territorio hostil.

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