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La vida, acta por acta: insólitos recuerdos del primer Registro Civil de Cipolletti

El edificio cumple este año su 121° aniversario y la doctora en Historia Liliana Fedeli nos sigue aportando datos de sus investigaciones, para conocerlo un poco más, desde las anécdotas y vivencias.

Hace dos años, cuando se inauguraron las refacciones en la histórica casona del predio del ferrocarril de Cipolletti, no sólo se completaba una obra edilicia, sino la recuperación de un espacio muy especial para los vecinos y su historia como comunidad. Testigo del ir y venir, desde los pioneros hasta la fecha, ese edificio con techo a dos aguas y ventanas altas quedó inmortalizado en la mayoría de las familias, porque allí se registraron los acontecimientos más importantes de la vida de cada una: los nacimientos, las primeras libretas y documentos nacionales, los casamientos, divorcios y defunciones. Nos referimos a la primera delegación del Registro Civil local, hoy rodeado de verde, sobre calle Fernández Oro.

Habilitado el mismo año de la fundación del pueblo (1903), recién fue puesto a disposición de estos trámites el 10 de marzo de 1910, contó la doctora en Historia Liliana Fedeli. Funcionaba junto al Juzgado de Paz, en un contexto de “mercachifles, aventureros, familias inmigrantes, comerciantes y prostitutas”, en el que costaba conseguir funcionarios que quisieran venir a conducir las oficinas que representaran al Estado. Aún así Luis Mailletle fue el primero en asumir la responsabilidad, cargo en el que ejerció hasta 1934, cuando lo sucedieron otros colegas, que muchas veces preferían aceptar con tal de no recibir sanciones.

Hasta aquí, lo ya conocido y que se comparte con cualquier poblado del lejano e inhóspito territorio patagónico de comienzos del 1900. Lo llamativo entre lo que logró recuperar la docente, reside en las anécdotas de distintos casos, donde los protagonistas encontraron la mejor solución que pudieron, aunque hoy nos parezca insólito.

Foto: Flor Salto.

“Debido a la escasez de médico en el lugar, era muy frecuente que los certificados de muerte lo realizara algún policía o testigos que pasaba por el lugar”, explicó Fedeli. Tal fue el caso de un pintor, de 55 años de edad, sexo masculino, que falleció ahogado en las aguas del río Limay. Ausente el médico, certificó la muerte el comisario de la zona, pero agregando una nota al pie del acta:

“no apareció el cadáver, pero se encontraron saco, gorra, lentes y pañuelo”.

escribió.

Otro caso fue el de un parroquiano, que un día de otoño se encontraba tomando mate sobre un carromato del que habían descargado mercancías y que, de golpe, se desplomó, sin que sus acompañantes pudieran evitarlo. Notificada la autoridad policial, constató la muerte el cabo de guardia, observando que había un sujeto muerto sobre un rodado, que no poseía documentos, ni papel alguno donde poder verificar su identidad. Tampoco había doctor para firmar el acta, por lo que el agente anotó en el certificado de defunción los hechos concretos:

“murió de repente tomando mate arriba de un carro”.

lo solucionó con practicidad.

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El 27 de noviembre de 1910, un hombre llegado desde Chile falleció por muerte súbita, tras culminar sus tareas del día y luego de haber recibido su paga, pero lo que anotó el doctor Giuseppe Guarnini, italiano, único médico en ese momento en la zona del Alto Valle, quizás no venía al caso. “Ocurrió en el prostíbulo de Juana Bordegaray”, detalló, dejándolo al descubierto y sin poder pronunciar defensa.

Finalmente, un suceso trágico de 1915, con el tren como principal involucrado, tuvo el detalle extremo brindado por el doctor Ernesto Accame, de quien luego se tomó el nombre para bautizar al Hospital de Allen. “Un albañil sufrió la sección del tronco en dos, exactamente a la altura del ombligo”, cerró el espeluznante trámite.

Foto: Flor Salto.

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Pasado el tiempo y al margen de lo brutal de estos recuerdos, los actuales trabajadores compartieron con la profesora que la trayectoria del Registro tiene una característica incorporada y es la de la contención comunitaria. Desde pagarle entre todos el trámite a un jubilado, el pasaje a una mamá sola que caminó desde Puente 83 con su hijita, conseguirle ropa y calzado a una familia afectada por el incendio de su vivienda, hasta salir de testigo para una pareja de ancianos que quiso casarse pero no tenían familiares, aprendieron a ponerse del lado de los vecinos, no sólo por responsabilidad, sino por tener un buen gesto.

El espacio “no sólo representa una tarea registral, sino que va consolidando una relación humana y en muchas ocasiones de afecto con la gente”, valoró la historiadora. Aquel primer año de actividad, en 1910, apenas ocho parejas dijeron “si” ante el juez, sumadas a 57 nacimientos y 34 defunciones. Según el Gobierno provincial, para 2022, los enlaces fueron 480, dando ejemplo de la intensa vida poblacional.


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