Los árboles mueren de pie en los parques nacionales

Los especialistas detectaron árboles decaídos y una alta mortanda en los bosques andino patagónicos producto de la disminución de las precipitaciones y el aumento de la temperatura. Comparan el fenómeno con la gran sequía de 1998.

Allá por el 2000, una fuerte sequía provocó la mortandad de miles de árboles, especialmente coihues, en el parque nacional Nahuel Huapi, Los Alerces, Lago Puelo y Lanín. Un fenómeno similar ocurre en el último tiempo en los bosques andinos patagónicos, en los cuales, con mucha preocupación comienzan a observarse árboles decaídos y una gran cantidad de ejemplares muertos en una gran diversidad de especies. El ejemplo más notorio es en la Isla Victoria.

¿Es un fenómeno extraordinario o simplemente una fase un ciclo natural? Alejandro Martínez Meier, investigador del INTA e integrante del Grupo de Ecología Forestal, consideró que se asocian a eventos de disminución de las precipitaciones y aumentos de temperatura que se producen de manera más frecuente y con mayor intensidad, coincidentes con una tendencia hacia un clima más seco y caluroso a nivel mundial.

“Los récords de temperatura se sobrepasan año tras año. Si uno mira ciertos reportes no dejan de batirse récords en los veranos”, planteó el investigador del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche (IFAB) que depende del INTA y del Conicet.

Eventos de sequía siempre hubo. El problema es que, en el último tiempo, se reiteran con mayor frecuencia. Los investigadores realizan estudios para determinar de qué manera los bosques pueden adaptarse a estas modificaciones rápidas y direccionales del clima que, en definitiva, se manifiestan a través de una mayor demanda hídrica.

“Por más que deje de llover, hay bosques que están en buenos sitios con reservas de agua en el suelo, dónde la limitante para su crecimiento solía ser la temperatura. Entonces es factible señalar que en algunos sitios, los árboles podrían verse favorecidos por estas modificaciones del clima. Cuando las precipitaciones son pocas o el aporte níveo es poco y solemos tener veranos de altas temperaturas y primaveras secas, se pueden generar fenómenos de pérdida de conductividad de agua en los árboles, llevándolos hacia el límite de su capacidad de respuesta al clima”, describió Martínez Meier.

Hay especies que logran resistir a los períodos de mayor estrés hídrico y otras que no logran adaptarse, entonces los árboles pueden morir.

Martínez Meier relató que, en los años 40, se produjo el llamado “mal del ciprés”. Aparecieron árboles muertos en pie, lo que se asoció a un hongo del suelo que produce “una podredumbre marrón que degrada la celulosa”. Con los años y los constantes estudios del clima, se detectó que, por los efectos de estrés hídrico, los árboles entraban en proceso de decaimiento y probablemente el hongo no fuera la causa sino que, en realidad, exacerbaba y aceleraba el proceso de decaimiento y posterior muerte.

El actual proceso de sequía y su incidencia en el bosque motivó diversos estudios que disparan cada vez más alarmas.

Muestras de madera que utiliza el IFAB para el estudio de de la adaptación del bosque al cambio climático. Foto: gentileza

Tras la dura sequía de 1999 que produjo mortandad masiva de coihues, se observó un fenómeno similar, en años recientes. En este caso, la especie que disparó la alerta fue el pehuén (la Araucaria Araucana), tanto del lado de Chile como del lado argentino. Parques Nacionales se trabaja sobre este tema.

“Hay registros cada vez más frecuentes de árboles muertos. Hay una voz de alerta en el bosque que es la conjunción de un clima más seco, con temperaturas cada vez más intensas”, planteó el investigador y mencionó que si bien el año pasado, parecía ser un año lluvioso, el nivel de precipitaciones se corresponden a un año normal. “En este sentido, los fenómenos de El Niño y La Niña se daban con una frecuencia de 4 años. Hoy estamos en la fase Niño en Patagonia que genera primaveras con lluvias que se extienden un poco en verano. Pero estos períodos favorables son cada vez más cortos. Hay un corrimiento de la temporada y la frecuencia de alternancia de años favorables y desfavorables. Tuvimos mucho calor en febrero y marzo que alteró el crecimiento de los árboles en nuestros bosques”, describió.

Martínez Meier puso como ejemplo a la comunidad rural del norte de Neuquén. “Muchos paisanos que realizan la trashumancia -llevan sus animales a la veranada- debieron, en la mayoría de los casos, retrasar la subida a la montaña, siendo la mayor preocupación la falta de agua en sus campos de invernada. Ven cómo los lugares donde ellos se aprovisionan de agua se van secando. Los veranos más secos y más calurosos se dan con mayor frecuencia y con mayor intensidad. Un estudio del Dr. Villalba, investigador del Ianigla, un instituto del Conicet con asiento en Mendoza, da cuenta que los últimos 80 años en la Patagonia fueron más secos y calurosos respecto de los 250 años precedentes”, especificó.

Advirtió que numerosos estudios demuestran que el cambio climático está asociado a un efecto antropogénico, es decir a la actividad humana. En este sentido, preocupa el efecto sobre los bosques a nivel mundial ya que son los principales sostenedores de biodiversidad y servicios ambientales como la provisión de oxígeno, el almacenamiento carbono, el mantenimiento de las reservas y regulación de los ciclos de agua como así también por su provisión a los embalses de la Patagonia, generadores de gran parte de la energía del país.

Sequías y olas de calor cada vez más severas

María Laura Suárez, doctora en Biología e investigadora del Conicet, recuerda la fuerte sequía que afectó a la Patagonia en 1998 y 1999 que provocó la muerte de miles de coihues. En ese momento, realizaba su tesina para recibirse de bióloga y ése fue su proyecto de estudio.

“En 2001 Parques, junto con INTA y el Laboratorio Ecotono -ahora Inibioma- hacen un relevamiento de las zonas afectadas que eran muchísimas. Se veían manchones enormes de coihues muertos. Era impactante. Un área aproximada de 11.300 mil hectáreas de coihues muertos o con algún grado de afectación”, describió Suárez.

Un dato llamativo era que el área más afectada estaba hacia el este y no tanto al oeste. “En Tronador no había nada. En ese mapa se veía bien la afectación en función de gradiente de precipitación. Donde llueve es menos dramático”, precisó.

En ese momento, Suárez empezó a datar árboles que veía muertos. Descubrió que los coihues habían tenido mortandades en otras sequías de la Patagonia como en los 50 y 60. “El evento del 98 y 99 no era algo aislado aunque sí la magnitud de muerte fue muy diferente al pasado”, dijo.

Hacia 2014 y 2015, también se detectó mortalidad de coihues en la zona del Brazo Blest donde llamativamente llueve mucho.

“Había manchones de mortandad producto de otra sequía. Ahí llueve un montón, pero, a veces, las elevadas temperaturas hacen que la planta tenga estrés hídrico. Ese verano se registraron temperaturas máximas muy elevadas”, relató.

Sin embargo, hoy ya no se ven esos manchones marrones porque el espacio es ocupado por otras especies que crecen en los espacios donde han muerto árboles. “El bosque se renueva, cambia la composición”, afirmó Suárez.

Entre 2014 y 2015 se detectó la mortandad de coihues en Brazo Blest, donde el nivel de precipitaciones es altísimo. Foto gentileza

Mencionó que ante años sumamente secos, puede haber una reacción inmediata del árbol y otras no. “El proceso de mortandad es un proceso muy complejo. A veces es repentino y otras lleva 10 años porque el árbol se va debilitando progresivamente hasta que muere”, manifestó.

Habló de “una mortalidad silenciosa” y de árboles que crecen cada vez menos. “Hay una tendencia declinante. Todavía son árboles funcionales, que respiran y dan un aspecto verde, pero crecen cada vez menos”, definió.

Consideró que la situación actual es “esperable dado el contexto del cambio climático, con el aumento de temperatura. Está estudiado que las sequías y las olas de calor serán más frecuentes y más severas. En Europa se registran todos los años más y más superficies de bosques muertos”.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios