Navidad en Neuquén: el día que explotó el polvorín militar

Fue el 24 de diciembre de 1954. La celebración se vio interrumpida por detonaciones que comenzaron a las 00.10 y finalizaron a las 06.00 del 25. Nunca se conocieron las razones del episodio.

Era la Nochebuena de 1954 en aquella ciudad de Neuquén de casas bajas, médanos y descampados. Las familias cristianas con las copas en alto, brindaban por el nacimiento del niño Jesús. La algarabía era generalizada. Todo era una fiesta hasta que un ruido ensordecedor se escuchó en toda la capital a las 00.10. Y no fue solo uno. Hasta las 06.00 del 25 de diciembre se produjeron detonaciones que opacaron la música e iluminaron el cielo despejado.

Los vecinos salieron a la calle preguntándose quien había sido el que había comprado semejante arsenal de fuegos artificiales. Pero no se trataba de ningún terrateniente ni acaudalado vecino que había decidido celebrar a lo grande.

Lo que se supo horas después fue que los estallidos provenían de uno de los cinco depósitos de municiones que el Ejército Argentino tenía en el establecimiento La Sirena, al fondo de la actual calle Anaya. Proyectiles de morteros y cañones volaban por el aire y el espectáculo eran tan dantesco como atractivo para la gente del lugar.

“Fueron detonaciones muy fuertes. Escuchamos al soldado de guardia dar la voz de alerta y al oficial de servicio ordenarnos correr hacia la sala de armas para buscar nuestros fusiles. Éramos unas 20 personas las que estábamos allí recibiendo la Navidad. Tomamos las armas y corrimos hacia los polvorines, pero cuando estábamos a unos 150 metros, comprobamos que se trataba de explosiones producidas por las municiones que estaban en uno de los depósitos. Nos ordenaron retirarnos. Para entonces llegaron los bomberos y la plana mayor del Ejército. Las explosiones continuaron y veíamos como estallaban los proyectiles en el aire”, recordó Benjamín Dyke, exsoldado, cuyo testimonio fue rescatado por la página digital www.masneuquen.om.ar.

Los vecinos de la ciudad se fueron acercando al lugar, un poco para presenciar las explosiones inusitadas y otro poco para saber el origen de tan tremendo episodio que alteró la tranquilidad de por entonces, pequeña ciudad.

Las detonaciones continuaron hasta las 4.30. Cuando todos pensaron que la calma había regresado, a las 6 los bomberos se prepararon para recorrer la zona, pero otra fuerte explosión los conmovió a todos y desistieron de avanzar.

Esa fue la última explosión. Nadie se acercó a los polvorines hasta que algunos días después vinieron expertos militares desde Buenos Aires y realizaron las inspecciones de rigor. “Tanto civiles como militares, encontraron sembrado el suelo de restos de proyectiles de morteros y cañones a muchos centenares de metros del lugar de las explosiones. La búsqueda de dichos elementos fue una misión de muchos durante los días siguientes”.
La causa de lo que allí sucedió es un secreto que aún permanece a resguardo.


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