Restaurar humedales en la Patagonia: una noble tarea que regresa el agua, la vida y el equilibrio

El equipo de conservación de Rewilding Argentina trabaja en la recuperación de humedales y vertientes en plena estepa. El científico Emanuel Galetto cuenta cómo el agua transforma el paisaje.

A pesar de la aridez y las sequías, pequeños oasis sostienen la biodiversidad de la Patagonia y por siglos fueron también refugio para los habitantes de la región. Las vertientes, los mallines, las lagunas son fuente de vida. 

En el noroeste de la Provincia de Santa Cruz, el equipo de conservación de Rewilding Argentina trabaja a diario en la recuperación de humedales para devolverle a la naturaleza lo que necesita para que las aves, los herbívoros y el equilibrio estén en su lugar. 

“Los humedales son ecosistemas únicos. En la estepa los encontramos como depresiones (lagunas), afloramientos de agua en laderas (vertientes) y pastizales húmedos (mallines) distribuidos en el suelo árido”, explica Emanuel Galetto del equipo de conservación de Rewilding Argentina.

Se trata de “reservorios de agua y sitios de altísima biodiversidad”. En estos ambientes nacen los cursos de agua que alimentan lagunas y refugios para aves migratorias como el macá tobiano o la gallineta chica, ambos animales en peligro de extinción.

Las vertientes de agua son fuente de vida. Foto: gentileza Horacio Barbieri.

En el caso de Parque Patagonia, la meseta del Lago Buenos Aires actúa como una “esponja”, porque retiene el agua de las nevadas invernales y la va soltando en sus laderas, donde se forman mallines colgantes, cursos de agua que serpentean entre rocas y coirones.  En esos pequeños recovecos se gesta la vida. 

Entre 2021 y 2024, el equipo relevó más de 100 sitios con presencia de humedales, vertientes y mallines en Parque Patagonia, especialmente en las mesetas del Lago Buenos Aires y Sumich, y en los cañadones Caracoles y Pinturas. 

En la historia también está la explicación: “Los cascos de estancia fueron asentados cerca de una vertiente. Los pueblos originarios buscaban estos sitios para asentarse y conseguir alimento”, cuenta Galetto. 

El trabajo de la restauración. Foto: gentileza Horacio Barbieri.

Aún hoy, las prácticas productivas más tradicionales se organizan en torno a estos sitios, “aprovechando cada gota del recurso más escaso de la estepa”, agrega. 

No obstante, la realidad es que muchas de estas vertientes fueron degradadas. Algunas perdieron su curso original, otras fueron drenadas o invadidas por especies exóticas  invasoras, tanto de fauna como de flora. 

“Estos humedales han sido intensamente degradados por el sobrepastoreo producido por el ganado doméstico —especialmente equino, vacuno y ovino— que se concentra en estos sectores de alta productividad, eliminando la vegetación nativa y desencadenando procesos de erosión”, explica Galetto.

“El visón americano depreda sobre anfibios, reptiles, aves y pequeños mamíferos, afectando a especies amenazadas como la gallineta chica o el macá tobiano. Y los vegetales exóticos (menta, berro, sauces o álamos) consumen la escasa agua disponible y cambian el cauce de ríos y vertientes”, asegura. 

Rebrotes. Foto: gentileza Horacio Barbieri.

Por eso, el científico propone entender primero qué actividad antrópica generó el cambio para poder restaurar y recuperar estas áreas y eso fue lo que estudiaron durante años.

Humedales

100
sitios con presencia de humedales, vertientes y mallines fueron relevadas entre 2021 y 2024 en Parque Patagonia, especialmente en las mesetas del Lago Buenos Aires y Sumich de Santa Cruz.

La recuperación de humedales: el caso de cañadón Caracoles


Uno de los casos emblemáticos fue el humedal del cañadón Caracoles. “En 2019 comenzamos con la recuperación de un humedal que había sido completamente alterado. Estaba drenado, los juncales habían desaparecido, las vertientes que lo alimentaban habían sido desviadas y se habían construido terraplenes que cruzaban las pequeñas lagunas”, cuenta Galetto.

Eran ocho hectáreas cubiertas por vegetación exótica y solo unas pocas aves eran todo lo que quedaba. La zona estaba invadida por menta, berro y sauces, había perdido su diversidad.

“Los guanacos y choiques ya no bajaban a pastorear. Zorros y pumas eran perseguidos por los perros de la estancia. El coipo y el chinchillón habían sido extirpados del paisaje. La gallineta chica se había convertido en un fantasma del pequeño juncal”, asegura. 

Devolver el equilibrio a la naturaleza es la misión. Foto: gentileza Horacio Barbieri.

Fue así como pusieron manos a la obra:  recanalizaron las vertientes, cerraron los canales de drenaje, removieron terraplenes y controlaron especies invasoras. 

“Inmediatamente, el agua empezó a subir su nivel. A los pocos meses, los juncos comenzaron a rebrotar. En la primera primavera, las aves volvieron a las lagunas, llenando de vida y colores el humedal. También regresaron los choiques y guanacos. El canto de la gallineta chica retumbaba en los nuevos juncos”, recuerda.

Luego de dos años, el grupo de trabajo pudo translocar los primeros coipos, un roedor nativo que había desaparecido. “El humedal recobró su esplendor. Un nuevo ecosistema había resurgido. Esto es el rewilding”, afirma Galetto.

Es que para los conservacionistas, la restauración de vertientes es más que una cuestión técnica: se trata de un gesto profundo de reconexión con el territorio. 

“Cuando los humedales y vertientes se recuperan, el paisaje cambia rotundamente. Vuelven los colores, los cantos, los movimientos. Regresa la biodiversidad. Los herbívoros buscan nuevas pasturas. Los predadores los siguen. Se restablece un equilibrio”.

Emanuel Galetto, del equipo de conservación de Rewilding Argentina.

Para cerrar Galetto plantea que las vertientes son núcleos de vida donde todo se activa. Su recuperación es fundamental, porque permite que la vida silvestre regrese y que los procesos naturales se restablezcan, para que la estepa recupere parte del equilibrio perdido.

*Con información de Agencia El Rompehielos.

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