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Tras los estragos en la fruta fina, los monitoreos son alentadores: ¿qué pasó con la mosca de alas manchadas?

La mosca japonesa Drosophila Suzukii dañó gran parte de la cosecha del año pasado. Este año, los informes dan cuenta de que la población de es muy baja.

Desde que la mosca japonesa Drosophila Suzukii desembarcó en la Comarca Andina en 2017, generó estragos en las producciones de frambuesa cereza, frutilla y sauco. La temporada 2022 fue en extremo crítica. Pero este año, los monitoreos son alentadores ya que la población de las moscas de «las alas manchadas» es muy baja. Casi nula. De todos modos, los productores e investigadores todavía no se confían del todo.

«En este momento, tenemos muy poca mosca en comparación con el año pasado. La hipótesis más fuerte es que, con la intensidad del último invierno, mermó la población. Esto no significa que haya desaparecido la plaga. Pero la población hoy está muy baja», celebró Andrea Cardozo, jefa de la Agencia de Extensión Rural INTA El Bolsón.

En el último tiempo, con el impacto de la plaga de la mosca japonesa se pusieron en marcha varios proyectos de intervención e investigación aplicada, vinculados a recomendaciones para los productores. Cardozo indicó que hay muchas prácticas para generar determinadas condiciones ambientales y evitar que la plaga encuentre refugio en los cultivos.

«No hay una solución mágica y única sino un conjunto de prácticas para mermar la incidencia de la plaga. Se hicieron varias instancias de divulgación y hoy, muchos productores las han incorporado. La cosecha frecuente es una de ellas. Consiste en cosechar más seguido, no dejar fruta en la planta y evitar la infección de la plaga«, puntualizó.

Los monitoreos continúan esta temporada. Foto: gentileza

Pese a los datos alentadores en lo que va del verano, los investigadores no desisten de los monitoreos. «Si bien el ciclo y la biología de la mosca se conoce a nivel mundial, no se conoce la dinámica a nivel local. Llevamos dos años de investigaciones rotundas en ese tema», aclaró Cardozo.

Aseguró que hoy se cree que la temperatura invernal marca la incidencia de la plaga. «Hoy, la situación está tranquila, pero el pico de la plaga se da en febrero. Por eso, hay que esperar. De todos modos, el año pasado, en este momento, ya estaba lleno de mosquitas por todos lados. Y este año no se ven«, agregó.

¿Cómo se detecta a la mosca?

Estiman que, el año pasado, un 50% de la producción de cerezas de la Comarca se vio afectada por la mosca. Pero no hay muchos más datos ya que, según aseguran, los productores no cuentan con registros.

La cereza es la primera fruta que aparece en primavera y, por lo tanto, la primera en ser atacada por la Drosophila Suzukii. «En la primavera 2021 cuando apareció la cereza, había una población grande de moscas. Este año, no se vio y la merma de cereza fue mínima», sostuvo Cardozo.

El primer registro de la mosca fue en los años 60 en Japón. Tiempo después, se expandió a Estados Unidos, Centroamérica y Sudamérica. En 2017, llegó a la Patagonia.

Los investigadores aseguran que la incidencia de la mosca se identifica por la presencia de la larva adentro de la fruta. «En la fruta se alcanza a ver un orificio y cuando se la arranca de la planta, está blanda. La larva está comiendo. Si hay mucha incidencia, ves a las mosquitas dando vueltas», manifestó Cardozo.

La producción mejoró esta temporada. Foto: gentileza

La hembra tiene un aparato reproductivo aserrado y rígido con el que corta la fruta y deposita sus huevos. Una vez introducidos, la fruta comienza a descomponerse mientras la larva se alimenta de la pulpa y, producto de la descomposición, aparecen nuevos microorganismos. «Si la notamos blanda es porque la larva empezó a comer, empieza a pudrirse la fruta. Aparecen patógenos y bacterias que la van pudriendo», resaltó.

Si bien la mosca se conoció por atacar a los cultivos más importantes de la región, como la frambuesa y la cereza, afecta a cualquier fruta blanda. «Come de todo. El foco de infección es la murra (una mora salvaje) y la rosa mosqueta porque, muchas veces, no se cosechan y ahí queda la larva. Lago Puelo, por ejemplo, empezó a desmalezar murrales a la vera de las rutas», afirmó.

Consideró que el control de los árboles silvestres en espacios públicos -para extraer la fruta y evitar que se convierta en «un lugar de hospedaje»-, muchas veces, termina siendo «un cuello de botella».

Más allá de las podas tempranas, otra recomendación es no dilatar la cosecha mucho tiempo y trasladarla a una cámara de procesamiento. «En esta zona no se usa nada de agroquímicos, entonces la plaga se desarrolla. Se trata de otro contexto de cultura productiva», indicó.

De una cosecha de 600 kilos a una de 100

Natalia Fatun, una productora de El Manso, advirtió que solían cosechar alrededor de 600 kilos de frambuesa por temporada, pero el año pasado, solo fueron 100 kilos. «Mi suegra tiene cerezas y le pasó lo mismo. Fue muy bravo», reconoció la mujer.

Dijo que, si bien la situación ha mejorado este año, están expectantes a la segunda floración. «Hemos colocada botellas con vinagre de manzana y agua a modo de trampas y lo cierto es que se casi no se ven moscas. El año pasado no se cosechó nada de cereza; ahora, la producción mejoró en gran medida«, recalcó.

Fatun reconoció que tomaron muy en cuenta las medidas sugeridas por los investigadores, como la poda en invierno y la distribución de botellas con vinagre a modo de trampa.


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