Verónica, la cocinera de la escuela rural de Allen que «inventa» platos para que los chicos coman sano

Los alumnos adoran sus sabores, y la mujer ama mimarlos. "Si fuera por ellos, vivirían comiendo milanesas" reconoció, entre risas

«¡Ya sé¡ ¡La escondo en el pastel de papas!», dijo con fuerza Verónica Mera. Estaba a punto de dormirse pero se desveló de golpe, despertando a su esposo, que al escucharla divagar sobre recetas sonrió y siguió durmiendo, seguro de que todo estaba en orden.


Es que desde que Vero cocina para 82 niños hay algo que es más fuerte que ella. Se le hicieron necesarias las caritas felices detrás del vapor que levantan sus fuentes humeantes. Y pensar estrategias para que coman sano y rico le llena los días.


«¿Qué que era lo que que quería esconder en el famoso pastel? ¡Las berenjenas!» rió la cocinera, con ganas. «…Y las escondí nomás. Fue todo un éxito. Sólo un nene se dio cuenta de que estaban ahí, entre la carne y el puré. Se me acercó y me dijo, bajito:-‘esta vez la comida no me gustó tanto…’. Pero se había mandado dos porciones, con verdura incluída, así que yo estaba chocha» compartió, feliz.


Hoy las berenjenas y el pescado (que se disimula bárbaro metido en croquetas doraditas) están entre esos platos que los alumnos de la escuela rural n°27, de Allen, se ufanan de no consumir. Mientras que Vero sonríe cómplice, segura de que sus «inventos» culinarios solapan a las mil maravillas esos sabores resistidos.


«Ya no me imagino haciendo otra cosa. Cuando llego a mi casa sigo cocinando, pero para cuatro. Mi marido que por su diabetes se tiene que cuidar, y viandas para que se lleve mi hijo. También está mi hija, que cena con nosotros» enumeró, dando cuenta de esa grilla que transcurre entre ollas y sartenes.


«En la escuela me dicen ‘seño’. Y los chicos son tan cariñosos que me emocionan. El otro día un ex alumno me encontró en la calle, y corrió a abrazarme. ‘Extraño tus milanesas’ me dijo. No me soltaba» contó, con orgullo.


Esa escuela que hoy es su segundo hogar fue su responsabilidad absoluta durante la pandemia. Los directivos y sus compañeros eran personal de riesgo, así que ella iba a abrirla cada mañana. Mantenía la limpieza, entregaba módulos de alimentos a los papás que llegaban en busca de asistencia y hasta daba las tareas que dejaban los docentes, para aquellos que no tenían la opción de recibirla virtualmente.

«Fueron momentos duros. Por ese entonces era portera. Comencé de cocinera tras la pandemia, y ahora me encanta hacer felices a los chicos con mi comida» remarcó, conforme.


A sus 52 años recuerda su paso por otra escuela de la zona, pero como alumna. «Nací en Allen y fuí a la escuela 80. Después conocí a mi marido y llegaron los hijos. En 2017 arranqué a trabajar fuera de mi casa, como portera. Pero en este momento no cambio por nada mi lugar en la cocina» aseguró.


Mientras tanto sigue ideando sus ‘inventos comestibles’. «Me sale solo lo de inventar platos. Y hasta ahora todos están conformes. Aunque si fuera por los chicos, vivirían comiendo milanesas» reconoció, entre risas.


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