¿Somos felices el fin de año?

Quién dijo que las fiestas son un momento de encuentro, de reconciliación, de amor, de paz y felicidad? Por cierto, así lo expresan casi todos mensajes de radio y televisión en cada rincón del país durante el mes de diciembre, y afortunadamente es una de las épocas del año en que más se alienta estos sentimientos y actos de comunión social. Pero ¿somos realmente felices durante el mes 12 del año? En esta columna, haré un recorrido acerca de datos, mitos y algunas posibles explicaciones al estrés de fin de año.

Para la comunidad científica norteamericana relacionada con la salud mental, existe un mito altamente difundido -tanto que se conoce como Holiday Blues- respecto a que las fiestas de fin de año se asocian a mayores niveles de depresión y suicidio. Pero los hechos son irrefutables: la temporada de fiestas de fin de año tienen uno de los niveles más bajos de suicidio en dicho país.

Los datos aportados por organismos de control del suicidio son comparados con las publicaciones periodísticas durante el mes de diciembre, destacándose una fuerte contradicción, es decir se trata de fake news.

Si bien este fenómeno puede parecernos lejano a los argentinos, citarlo es un llamado de atención a ser conscientes y responsables de no fomentar una idea errada (aunque bien intencionada si se quiere prevenir) sobre la salud mental, principalmente porque el lector suele confiar en las palabras de los profesionales y los medios de comunicación que los citan.

Por otro lado, se ha planteado si es cierto que en estas fechas aumentan las consultas médicas por problemas cardiológicos e incluso si hay más infartos que el resto del año. Esto surge de observaciones clínicas que derivaron en un estudio más complejo que accedió a los registros de las guardias de hospital en la última quincena del año en la ciudad de San Diego, California, Estados Unidos.

A diferencia del blues de fin de año, la temporada de los corazones partidos, resulta ser más creíble, ya que surge como una alarma de los sistemas de salud, basada en intuiciones clínicas que se comprobarían con estudios posteriores. Lamentablemente, como suele suceder con lo importante, los ciudadanos a pie solemos inadvertir algunos factores de riesgo importantes que este trabajo cita.

Debemos ser honestos y considerar que diciembre es un mes difícil. No es para menos, venimos de 12 meses de actividades y estrés acumulado, que se incrementa por determinados factores:

1. Factores sociales: qué fomentamos en sociedad como las acciones típicas de estas fechas. Reunirse, festejar, estar felices, viajar, divertirse, podrían ser modelos poco adecuados para abarcar la realidad de una sociedad mucho más diversa de lo que creíamos.

2. Factores laborales: poniendo el acento en la forma en que se organizan las actividades en las organizaciones, como por ejemplo los cierres y balances, informes y una ansiedad por terminar todo lo proyectado para el año en un mes.

3. Factores personales o psicológicos: los podemos citar como una caja negra que puede influir tanto positiva como negativamente.

4. Hábitos: los cambios en nuestra actividad habitual, las horas de sueño, la alimentación, la actividad física y la no-rutina.

5. Soledad: por ser uno de los sentimientos más dolorosos para quienes están o se sienten solos en “las fiestas del encuentro y el amor”.

Algunas reflexiones: todo lo bueno y lo malo pasa, y las fiestas también.

Pensar que en estas semanas se juega todo lo que en el año no sucedió y llenar de expectativas a lo que va a suceder en 15 días, más que injusto, parece irresponsable.

Y la búsqueda de “ese qué sé yo, viste” de las fiestas, que sean mejores que las anteriores, que borren las malas experiencias del año, se asemeja más una trampa mental que una realidad humana.

Pensemos por un instante que tenemos algo a nuestro favor, el tiempo. Si lo que va a suceder está bueno, lo saborearemos para la próxima, y si no, en 15 días quedará en el pasado. De última, tendremos una revancha dentro de 365 días y veremos cómo nos va.

(*) Lic. y Dr. en Psicología. Psicólogo investigador del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO-Conicet).

Adrián Yoris (*)


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