Son italianos, vinieron a vivir a Roca y todos les preguntan por qué

Roberto y Adriana son de Sicilia, tienen 29 y 31 años y eligieron instalarse en Roca. Aunque lamentan la inflación, dicen que en su país el trabajo es precario y es difícil independendizarse.

Adriana y Roberto tienen 29 y 31 años. Son de Sicilia, académicos y como muchos jóvenes de su generación, viven “afuera”. La falta de trabajo en su país y la idea de viajar como forma de vida fueron motivos suficientes para migrar.

No extrañan casi nada. A veces, la familia y algunas comidas. Pese a que hablan español casi perfecto y plagado de argentinismos no son argentinos porque “siempre estamos preocupados, por las dudas. Somos italianos”, admiten Adriana Scamporrino y Roberto Guardo, dos jóvenes sicilianos dedicados a la actividad académica, que hace pocos meses comenzaron a vivir juntos en Roca.

Ella tiene 29 años, es profesora de inglés, ruso e italiano; habla casi 11 idiomas y es especialista en literatura europea comparada. Él tiene 31, es vulcanólogo y actualmente está haciendo el doctorado en la Universidad Nacional de Río Negro con una beca del Conicet. Él llegó a Roca hace 3 años -el 3 de febrero de 2016 recuerda con precisión- pero ella arribó a la ciudad hace sólo un par de meses.

Entre la intriga y la incredulidad, los que recién los conocen les pregunta qué fue lo que los motivó a venir a Argentina, en este contexto de inflación y desempleo. “La pregunta correcta es ¿por qué no?”, dice Adriana que vivió dos años en República Checa, 10 meses en Reino Unido, 2 años en Venecia, 6 meses en Rusia y otros tanto en Finlandia y Lituania también. Como muchos de sus amigos, “la mayoría de los italianos jóvenes viven afuera de Italia por la crisis, esa es la realidad”.

ADRIANA. FOTO: ANDRES MARIPE

Pero ¿cómo es la vida de los jóvenes italianos que se ven impulsados a salir de su país? Para Roberto es simplemente “imposible”. El problema principal es que allá “no hay trabajo o que el que te ofrecen es precario y en negro. Entre los 18 y los 35 años, la tasa de desocupación es muy alta, más del 30% según las cifras oficiales. Los sueldos son tan bajos, que no te alcanzan para vivir solo. Entonces hasta los 35 te quedás viviendo con tus padres o compartiendo un piso con otros cuatro o cinco o seis”.

“Acá, hablar con la gente, es muy sencillo, como en el sur de Italia. Y hay muchos negocios. Está lleno de ferreterías, gomerías y casas de zapatos. Se ve que todos caminan. Allá no hay economía local; no existe más”

Adriana

Inevitablemente la idea contrasta con el mito de que “afuera todo funciona, se vive mejor” y, que las economías europeas son más fuertes o sólidas. Para ellos la cuestión es que sencillamente son “más estables”. Sin embargo, el tema de la inflación los sorprende, aunque no los alarma, y rápidamente se hace presente en la conversación de todos los días.

“Nunca habíamos vivido una inflación y ¡justo llegamos al lugar donde son campeones de inflación! El otro día ella volvió del súper y dijo: ‘subió 3 pesos en una semana’. Y yo le dije: ¡ah qué suerte, tres pesos no es nada!, cuenta Roberto con ironía. Él dice que ya se acostumbró pero que los primeros meses fueron “bastante fuertes”. “Nosotros también nos preguntamos cada día, qué hacemos acá”, ríen ambos a carcajadas.

Lo que extrañan

“Nada”, dispara Roberto sobre la pregunta de si extrañan algo. Reconoce que algunas comidas muy específicas como “aranchini” o “granita”, pero son muy puntuales y no se consiguen en otra parte del mundo que no sea Sicilia.

A veces extrañan a la familia, pero “no mucho” porque hablan por Skype y Whatsapp, que cambiaron nuestras formas de comunicarnos con los que están lejos.

Las diferencias

Reconocen que tienen siempre “una mirada al hemisferio norte pero no con la idea de volver porque lo que estábamos haciendo allá, que básicamente era estudiar, lo estamos haciendo acá”. Pero entonces, ¿las diferencias por dónde pasan?

Roberto hace referencia a la falta de oportunidades de desarrollo en el sistema educativo- científico. “Terminás la universidad, hacés dos años de maestría y después el doctorado. Encontrar un doctorado en Italia -con beca o sin beca- es casi imposible. Entonces ¿qué haces si estudiaste tanto para llegar a hacer lo que querés pero no podes?, se pregunta y se responde sin vueltas: “te vas”. Es lo que sus profesores también les recomendaron: probá afuera.

ROBERTO. FOTO: ANDRES MARIPE

De alguna manera, sólo se investiga lo que el establisment científico avala. “Te dicen: queremos investigar esto. ¿Te gusta? No, bueno, hay otros que están desesperados para hacerlo. Si aceptás, sos ‘esclavo’ de un profe: trabajá, trabajá, trabajá y esperá. Capaz que después de 3 años de doctorado te dan un posdoctorado y vivís esperando otro posdoc de un año. Llegás a 40 años y sos precario”.

“Yo estuve trabajando dos años con distintas aerolíneas. A nivel profesional era una buena experiencia, pero no me gustaba. Ahora estoy haciendo lo que me gusta que es dar clases de italiano para niños. Ahí está la diferencia. Lo que para otros es locura para nosotros es la posibilidad de hacer lo que nos gusta y que nos paguen por eso”, sintetiza Adriana.

“Nunca habíamos vivido una inflación y ¡justo llegamos al lugar donde son campeones de inflación! El otro día ella volvió del súper y dijo: ‘subió 3 pesos en una semana’. Y yo le dije: ¡ah qué suerte, tres pesos no es nada!”

Roberto

“Son como las trampas de un sistema que te exige todo: juventud, experiencia y formación académica. Si a los 30 no tenés un doctorado, ya es tarde. No se ve el sentido de la formación sino una carrera loca donde inevitablemente competís con otros”, sentenció Roberto.

Adriana afirma que si tenés ganas y objetivos profesionales, “acá se puede trabajar”. No se olvida de una propuesta laboral que no se concretó, pero está convencida de algo: “cuando se cierra una puerta, se abre un portón”.

Para ellos vivir “afuera” no tiene nada de extraordinario. La pertenencia o la identidad es algo que llevan dentro, independientemente del lugar en el que estén. Así lo sienten y así lo viven, como si cualquier lugar del mundo en el que puedan vivir plenamente, fuera la patria.

El poeta Meleagro de Gádara, que vivió en Siria cien años antes de Cristo, escribió un epitafio maravilloso y que se actualiza a la luz de la historia de Adriana y Roberto: “La única patria, extranjero, es el mundo en que vivimos; un solo caos produjo a todos los mortales”.

Cómo nos ven


La vida cotidiana es mucho más relajada. Roberto tiene una frase que para él es definitoria: “el argentino más estresado es más relajado que el italiano más relajado”. “Es verdad. Y al reverso también”, agrega Adriana: “el italiano más relajado es más estresado que el argentino más estresado”.

Para Adriana, Argentina “es un país hermoso y rico”. “Argentina tiene todo y cuando yo digo ‘bueno, no está tan mal’, me dicen ‘pero viste cómo subió el dólar’. Y yo digo: ¡no lo mires, mirá el peso. Dejá de joder con el dólar!”, dice Roberto, que es un apasionado de la política.

Lo que más les gusta


Adriana dice que “Roca es una ciudad tranquila” y que “le gusta el canalito y el canal grande para leer al sol. Ahora no, porque hace frío o corre viento”.

“Hablar con la gente, es muy sencillo, como en el sur de Italia”, dice ella.
“Ayer estuve en un negocio y me dijeron: tenés acento raro, ¿de dónde sos? Soy italiana, dije. Ah, italiana, me dicen como con cariño. ¿Y hablás italiano? Sí, soy italiana. ¿Pero sos italiana verdadera? Sí, sí, soy italiana de Italia. ¿Y qué hacés acá? Estoy trabajando. ¿Y vos te mudaste a Argentina para trabajar?”, le preguntan sin creer.

“Hay muchos negocios. Está lleno de ferreterías, gomerías y casas de zapatos. Se ve que todos caminan”, bromea Adriana y explica: “allá no hay economía local; no existe más”.

Para Roberto, lo mejor “es el cielo a la noche”. “Olvidate de encontrar una ciudad europea donde el cielo te ofrezca la posibilidad de ver las estrellas.

Pese a la distancia, pueden encontrarse con sus amigos de diferentes partes del mundo que son tan viajeros como ellos y con quienes comparten un concepto de amistad distinto: “Cuando te movés tanto, el amigo no sólo es el que te hiciste en la secundaria. Ya no más. El entorno ya no es el pueblo, la ciudad, la provincia o el país; es el mundo. El interés común es viajar”. Así, cualquier lugar para encontrarse es bueno.


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