“Sueño con volver a Marruecos”, Claudia recuerda su viaje encantado
Claudia Salazar Rascheya es de Cinco Saltos. Viajó sola en 2018, se enamoró de su cultura y conoció un mundo fascinante.
“Visité muchos países pero sin dudas me quedaría con Marruecos si tuviese que elegir”, dice Claudia y así narra con entusiasmo el viaje de su vida.
“Sola en 2018 subí a un avión y me lancé a la aventura. Llegué el 30 de enero y me quedé hasta mediados de febrero. Como no soy amante del calor decidí viajar en “invierno”. ¡Se imaginarán qué es invierno en Marruecos! Hasta en shorts estuve algunos días. Es muy buena época para ir y no se requiere tanto abrigo. No se necesitan vacunas, ni requisitos especiales, solo tu pasaporte.
Llegué a Madrid y tomé mi vuelo a Marrakech, la “ciudad roja”, donde todo tiene ese color y me esperaba mi amigo Abdelali que hasta hoy sigue en contacto conmigo. Conocí a su familia y tuve los mejores guías turísticos.
Lo que más me impactó, es que todos los prejuicios del mundo musulmán cayeron desplomados uno por uno durante mi viaje. Marruecos tiene todo para ser el mejor lugar turístico del mundo.
De Marrakech me impactó su plaza central y su feria llena de vendedores. Miles de turistas llenan allí todos los días a ‘regatear’ precios de productos desde frutas hasta prendas, las famosas lámparas y lo que imaginen. De noche es hermoso ver pequeños grupos en círculos tocando música típica y bailando.
Sentarse en una especie de bar a comer o simplemente a tomar un rico té con menta, observar y sentir los aromas pero también escuchar esos sonidos del idioma Árabe que para los hispanos son tan difícil de descifrar, no tiene precio.
Comí muy bien y muy barato. Las comidas típicas que más me gustaron fueron tajine (una especie de mezcla de verduras), rfissa (plato para especiales ocasiones a base de pollo y lentejas) baghrir (especie de panqueque que se sirve para desayuno con aceite de oliva y miel) . Todo muy delicioso.
Un sonido inolvidable que queda en mi memoria es el llamado a la oración. Todos los días, a la misma hora, suena el cántico desde una mezquita, con voces celestiales al amanecer y al atardecer, que les aseguro, los elevarán al cielo cerrando sus ojos (se reza 5 veces por día). Nada más hermoso del mundo musulmán, que el respeto y devoción a Dios y de ellos hacia mis creencias. Son personas muy amables.
Tomando un bus desde Marrakech, llegué a una ciudad de la costa Atlántica. Su nombre es Essaouira. Una ciudad portuaria y turística. Su medina (casco antiguo) está protegida por murallas situadas frente a la costa. Estos muros, diseñados por ingenieros europeos, reciben el nombre de Skala de la Kasbah. Allí, pude ver cómo se fabrica artesanalmente el aceite de Argan.
La cordillera del Atlas se extiende por cerca de 2,500 km a lo largo del noroeste de África, por Marruecos, Argelia y Túnez, y separa la costa del Atlántico y el Mediterráneo del desierto del Sahara. Ese invierno de 2018 ocurrió un fenómeno muy extraño: nevó en el desierto.
Tome un bus hacia el norte y luego de 10 horas pasando por llanuras que me sorprendieron con sus verdes campos de naranjos y limones llegué, a mi parecer, a la ciudad más bella de todas : Chefchaouen o ciudad azul. Si vas a visitar Marruecos no puedes perderte la ciudad azul, parecía un cuento de hadas.
Algo muy curioso en la ciudad azul es la variedad de idiomas que, mientras más al norte vayamos, más se escucharán. Todo taxista, quizás no es una persona muy instruida, hablaba perfecto inglés y obviamente francés además de su árabe marroquí.
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Otras dos ciudades imperdibles, hermosas y modernas que visité, son la famosa ciudad de Casablanca con su gran mezquita Hassan II junto al mar y la capital, Rabat.
Alojarse en un riad, perderse por la medina, tomar un rico té con menta, regatear en el zoco, hacer una excursión por el desierto y quedaron cosas por hacer. Así que volveré.
Amo viajar porque tu mente se expande, vives el mundo por vos mismo, sin que te lo cuenten y sobre todo se derrumban barreras y se ganan amigos, experiencias y vida, mucha vida.
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