Bicisenda

Redacción

Por Redacción

MIGUEL áNGEL ROUCO (*) DyN

La Casa Rosada hizo de la confrontación su estigma y una usina generadora de conflictos. Eso provocó un efecto derrame que la CGT y un Moyano descontrolado y envalentonado toman como bandera para construir su propio poder. Los conflictos con Techint, con Clarín y con todo el abanico empresario muestran una escalada peligrosa, en tanto que el proyecto de participar en las ganancias de las empresas espanta aún más las posibles inversiones. El modelo “K” construido sobre la base de cimientos endebles muestra un serio riesgo de derrumbe. Un gasto público sin precedentes –en sus máximos históricos– y una emisión monetaria espuria están llevando a la Argentina a una era de inflación insostenible que amenaza con hacer implosión. La tasa de inflación se estacionó entre el 25 y el 30% anual, un nivel que no puede continuar sin hacer ajustes en las variables económicas. De no ser por el congelamiento tarifario, la inflación sería aun mayor ya que en el caso de los bienes algunos productos alcanzaron los niveles de los precios de la convertibilidad. El estudio Bein sostuvo en un reciente trabajo que “mientras los precios de los bienes en dólares ya se ubican un 3% por encima de los bienes en Estados Unidos en relación con los niveles vigentes a fines de la convertibilidad, los precios de los servicios no regulados se ubican un 34% por debajo mientras que los servicios regulados lo hacen un 75% por debajo. En el corto plazo, y mientras se sostengan las políticas de tipo de cambio semifijo y las tarifas cuasicongeladas, el mayor riesgo de aceleración está dado por el componente de servicios no regulados del índice que se mueve a la par de los salarios”. De allí que las paritarias terminen convirtiéndose en un disparador inflacionario. En este contexto, prosigue el informe, “el aumento en los límites del programa monetario no tiene per se una incidencia directa sobre la tasa de inflación de corto plazo, pero como política de mediano plazo resulta inconsistente y peligroso que la demanda de dinero dependa de que las expectativas de devaluación se mantengan acotadas y por debajo de las tasas de interés, en un contexto de achicamiento del colchón cambiario vía inflación”. Sin embargo, el aumento de la emisión monetaria dispuesto por el Banco Central es en sí mismo una usina de inflación porque no sólo produce un incremento en la cantidad de dinero sino que produce un aumento de la velocidad y la aceleración del dinero circulante que terminará impactando en el mediano plazo sobre el tipo de cambio. Para el estudio de Agustín Monteverde y asociados, “el BCRA ya no sólo emite para comprar divisas sino también para financiar al Tesoro y dar redescuentos a los bancos. Desde el mismo momento en que se terminó dando vía libre al Ejecutivo para apropiarse de las reservas internacionales, correspondía modificar el programa monetario. El pago de vencimientos con acreedores privados en moneda extranjera tiene efecto monetario respecto de las previsiones del programa original. Sin embargo, las previsiones originales del programa monetario asumían que para esos pagos el Tesoro entregaría al BCRA los pesos equivalentes para la compra de las divisas, lo que significaba una contracción monetaria. Como el programa computaba una contracción que finalmente no ocurrió, el pago con reservas significa una expansión respecto a lo previsto”. La presidenta del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, en su reciente audiencia en el Senado justificó los cambios introducidos al programa monetario argumentando que “de no haberse ampliado el límite de emisión la consecuencia hubiera sido un enfriamiento de la economía”. Cuando el BCRA emite moneda por encima de lo demandado para incentivar el consumo, la velocidad de circulación del dinero aumenta y suben los precios. “El aumento de los depósitos a plazo fijo en relación con el PBI no indica necesariamente monetización ni un aumento en el nivel de confianza, sino que se debe a la existencia de una tasa de interés negativa respecto de la inflación pero con rendimiento positivo en dólares. El gobierno también ayudó, ya que los plazos fijos en pesos del sector público crecieron un 8,3% mensual, impulsados por el cambio desde cuentas corrientes debido a la necesidad de la autoridad monetaria de disminuir la expansión del M2. La política de un dólar quieto como único anclaje contra una inflación en ascenso asegura buenos rendimientos en dólares de los activos financieros locales. Esto es precisamente lo que ahora ocurre: asistimos a una revaluación en términos reales de la moneda local –atraso cambiario– que deriva en un crecimiento de los depósitos en pesos en busca de retornos extraordinarios en dólares”, sostiene Monteverde. De esta manera el gobierno, a la par que genera inflación, también va configurando un sendero para la bicicleta financiera. El promedio semanal de la tasa Badlar pagada por los bancos privados en agosto fue superior al 10,5% anual. Esto significa que respecto de la inflación real se encuentra unos 15 puntos abajo. Pero con el dólar anclado representa una ganancia cuatro veces mayor que lo que rinde un plazo fijo en Estados Unidos. Pero ¿quién paga la cuenta final? Veamos. A medida que el BCRA expande la cantidad de dinero y mantiene el dólar quieto con más emisión de pesos, por otra vía debe absorber esos pesos mediante la emisión de Lebac, Nobac y pases con un costo cercano al 14% anual. Esos pesos son colocados por las entidades financieras con el dinero de los depósitos de los ahorristas. Estos títulos y pases son pasivos en el balance del BCRA y equivalen a casi un tercio de las reservas del organismo, los activos del balance. Si el gobierno continúa echando mano de las reservas y las utilidades contables –no realizadas– del BCRA, el patrimonio de la entidad terminará siendo negativo, el organismo no podrá devolver a los bancos el dinero de las Lebac, Nobac y pases y los bancos no podrán devolver a los ahorristas sus depósitos. Pero este escenario no podría ocurrir en tiempos electorales y todo el mundo va a cobrar. ¿Cómo? En pesos, pero más devaluados –la magnitud de la devaluación imagínela usted– o con un bono a cobrar a largo plazo –como el plan Bonex o el Boden del corralón–. Por ahora se puede andar en bicicleta. La senda la construye Kirchner con la inflación. (*) Analista económico


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