Los desafíos de la tecnología educativa: ¿Es posible incorporar la IA en la región?

Los avances tecnológicos no se detienen, y la educación se debate entre la planificación para sumarlos a sus contenidos y la realidad, con una infraestructura limitada. "Entre Redes", de RÍO NEGRO RADIO, dialogó con la Especialista en Educación y Tecnología, Valentina Bencharski. Escuchá la nota acá.

La tecnología y la inteligencia artificial parecen acomodarse cada vez más entre nuestros consumos diarios, y lógicamente el avance lleva a que también la educación quede envuelta en este dilema. ¿Se puede incorporar la IA a las escuelas en la región? ¿Contamos con la infraestructura necesaria? ¿Hay planificación con miras al futuro tecnológico?


Para contestar todas esas dudas, la Especialista en Educación y Tecnología, Valentina Bencharski, visitó el ciclo «Entre Redes» de RÍO NEGRO RADIO y comentó lo que sucede en los colegios y, también, puertas adentro del ámbito de formación docente.


La charla



P – La inteligencia artificial se está metiendo de lleno en todos los ámbitos, y la educación no está exenta. ¿Cómo se incorpora este avance considerando la infraestructura que tenemos en la región?
R –
La IA es una innovación tecnológica como ha habido tantas otras. Les doy un ejemplo: el otro día mi madre me mandó una imagen de una manifestación de hace décadas, en la que los profesores de matemáticas se quejaban de las calculadoras. Bueno, con la IA pasa algo similar. Es un fenómeno que hay que adaptar, cuya invención no es azarosa: los avances tecnológicos siempre responden a una necesidad de cualquier otro campo, y tenemos que utilizarlas. En el campo de la educación lo que sucede al principio tiene que ver con el temor, la incertidumbre; pero me parece que hay que generar espacios, sobre todo en la formación docente, para implementarlo de manera significativa. Como ha pasado con Internet, por ejemplo. Ahora nos sorprende porque la IA es desconocida, pero debemos pensarlo en términos de desafíos. ¿Cómo puedo pensar su implementación?

P – Sobre estos temores que mencionás, es interesante el detrás de escena, la charla entre docentes mismos para pensar la IA como herramienta educativa y no como un «riesgo» que facilite las copias o demás situaciones incómodas. ¿Cómo es ese debate?
R –
A mí me parece que el estudiante que se copia es un estudiante que se ha copiado desde antes de la invención del smartphone, de múltiples maneras. No creo que el ChatGPT impida eso. Y el que no se copió, ¿por qué lo haría ahora? Creo que el debate pasa más por pensar cuáles van a ser las estrategias a futuro. Lo que pasa con la IA es que la vamos conociendo a la par de los estudiantes. Hay sectores que deben ser los responsables de ofrecer y promover las capacitaciones para que los docentes estén al día. Y en ese contexto, la discusión es puramente estratégica. ¿Cómo hacemos para no temerle a la IA y que represente un desafío, como cualquier avance tecnológico para la educación?

P – La escuela pública en nuestro país tiene grandes limitantes. ¿Cómo se hace, pensando que corremos de atrás, para brindarle esa tecnología a chicos que quizás tienen una sola PC para 30 personas?
R –
La pandemia, aún en su esencia más trágica, vino a decirnos que estaba pasando algo en lo tecnológico que debíamos resolver; más allá de la profundización de otras brechas relacionadas a la infraestructura, la desigualdad, lo que viven los chicos en sus casas… Eso ya se profundizó, pero venimos atrasados en esa cuestión, sobre todo en la región. Primero deberíamos resolver con computadoras que no tengan Windows 7, por ejemplo. Entonces hablar de IA en un contexto donde hay 30 computadoras (con la mejor de las suertes) para 300 pibes es difícil. Pero siempre lo ha sido, porque siempre vamos un paso por detrás de lo que sucede en otros espacios. Entonces es arreglárselas, ver qué dinámicas vamos a encontrar para que esto funcione. La realidad es que ese panorama maravilloso que muestran los libros, y que realmente es necesario, no es lo que termina sucediendo. Y en la pospandemia hemos retrocedido algunas prácticas de la educación tradicional, porque todo ese revuelo que generó la falta de insumos y conectividad, es un tema que está presente en todos los espacios de planificación.


P – Sabiendo que la incorporación plena de la IA es un objetivo a futuro, y los limitantes con los que se cuenta… ¿Cuáles son las herramientas que sí se van incorporando ahora, en este contexto?
R –
Lo que se incorpora mucho es el material didáctico hipermedial, donde los chicos puedan producir y formar parte de la planificación, o poder pensar cuáles son los deseos, cómo aprenden, cómo leen, qué redes usan… Eso se incorpora. Y después la gamificación, prestarle atención a que los chicos juegan. Si es en ese contexto donde se comunican y se relacionan, ¿cómo lo traemos a la escuela más allá del ocio? Porque el aprendizaje no siempre debe ser entretenido, pero también tenés que tratar de captar la atención. La gamificación entonces se usa mucho, pero también se dificulta por infraestructura.

P – ¿Qué se le puede sacar de bueno a la inserción de la IA en la educación, al menos lo que se puede ver hasta el momento?
R –
Para mí la clave de la IA es que no funciona sola. Vos tenés que tener un ejercicio previo para discernir lo que te sirve y lo que no, tener la capacidad de darte cuenta si lo que la IA te está diciendo es real, si sintetiza las ideas que querés proponer. Si la acercás tiene que ser una herramienta más, como lo es Wikipedia. ¿Prohibimos Wikipedia? No, lo que tenemos que hacer es alfabetizar digitalmente. Creo que el beneficio es todo lo que va por detrás del uso de la IA.

P – Trabajás también en el Instituto de Formación Docente. En ese contexto, en el diálogo con colegas y docentes en formación, ¿hay un espacio amplio de debate de estas tecnologías?
R –
Si, totalmente. Yo incluso doy clases para futuros profesores en TIC y sí, es constante el debate. En los institutos hay espacios llamados de “formación permanente”, en los que todo el tiempo se traen a colación temáticas vinculadas a la alfabetización digital, e incluso cosas que parece que tienen años de discusión y que, tras la pandemia, se abrió un nuevo paradigma. Todo está en actividad todo el tiempo, se discute constantemente qué herramientas se utilizan, qué podemos hacer si no tenemos conectividad, los proyectos…

P – Hay una cuestión en relación a la brecha y la alfabetización tecnológica. Los milennials vivimos el pasaje de lo analógico a lo digital, los chicos hoy nacen con el celular en la mano, y hay docentes que quizás apenas saben usar una computadora. ¿Cómo se trabaja esto en conjunto?
R –
Es un gran tema, porque hoy los chicos piensan en clave digital. Y tienen otros sistemas, el scroll, la información acotada… El meme de “mucho texto” es buenísimo para explicar esto. Lo que pasa también es que hay espacios, si se quiere políticos, que están encargados de fomentar y pagar estas capacitaciones, y tiene que haber una predisposición por ese lado, de armar pequeños lugares donde los docentes puedan conversar entre ellos y aprender. Si hablamos de aprender a usar una PC, eso también tiene una intencionalidad didáctica y pedagógica, no es lo mismo que sentarse a ver cómo funciona el Word, por ejemplo. Creo que esas capacitaciones deben salir de las mismas instituciones y deben ser pagas. Si bien los chicos piensan en clave digital, todos aprenden de maneras distintas y las instituciones responden a contextos socioeconómicos distintos. La brecha se hace grande cuando no hay intención de las partes. Es una ola a la que te subís o te lleva, porque los pibes mismos lo proponen.


P – ¿Qué diagnóstico podrías hacer del estado de la tecnología educativa en la región?
R –
La pandemia vino en señal de alerta: algo está pasando, algo que no estamos viendo y que efectivamente no funcionaba. Hoy veo que, a nivel regional, al menos está la discusión. Ya no pasa desapercibido, estamos concentrados y esto forma parte de los proyectos institucionales. Hay intriga, curiosidad… Después siempre hay un sector que se resiste, pero también hay un sector muy grande con muchas ganas de incorporar conocimientos, y desde diversas disciplinas. Si podemos destacar algún aspecto positivo diría que fue ese. En infraestructura, en cambio, sigue todo igual. No hemos avanzado en lo relacionado a ejercer el derecho de acceso a la tecnología, de hecho las brechas se profundizaron. Hay que tener claro que lo que se implementó durante la pandemia se hizo en un contexto de emergencia, había que resolverlo en el acto, pero no es como debería ocurrir si estuviera planificado. Ahora ya pasó, y tenemos el tiempo para ver qué hacemos, cómo vamos hacia el futuro, cómo armar una matriz TIC e ir tildando las cosas que hacen falta. Y sobre todo no retroceder también, en todo caso que sea para tomar envión, como dice la señora Mariana Maggio.

P – ¿Qué de lo positivo quedó y se sigue aprovechando, y qué se dejó de implementar por volver a viejos paradigmas?
R –
De lo positivo te diría que casi toda la implementación de recursos, en la mayoría de los casos, se sigue utilizando. Poder diseñar proyectos tecnológicos que tengan una intencionalidad didáctica. No usar el proyector con un video, sino con el diseño y la producción de los y las docentes para su grupo en particular. No es lo mismo eso que decir “agarro este video, que se que se usa en las escuelas”. Es armarlo ellos mismos pensando en las necesidades de sus grupos. Después, de lo que se volvió para atrás, hay algo que tiene que ver con una cuestión muy de institucionalidad, como la hibridación. ¿De verdad sirve que los pibes estén 5 horas cursando? Deberíamos pensar en eso a futuro, no puede ser todo presencial y tradicional. Seguimos teniendo a la maestra al frente de un grupo como hace 100 años. Es un modelo educativo que, si bien muchos estudiantes lo reclaman, debiera pensar también en lo asincrónico, la construcción colectiva del conocimiento, y en que la tecnología sea un territorio más.

P – Por último, si tuvieras que elegir un desafío para solucionar a corto plazo en la región, ¿cual sería?
R –
Si yo tuviera la decisión, pensaría la educación en términos de hibridación. Empezaría a salir de ese espacio que hasta tiene un diseño estructural de cárcel para empezar a pensarlo también como algo combinado, que puedan hacer también algo en casa, que se mezcle lo presencial y lo virtual. Porque aparte hay una diferencia en las personalidades. La identidad digital no es la misma que la que vemos en vivo y en directo. Quizás ese estudiante que no participa en clases presenciales es súper activo en las clases virtuales.


Escuchá a Valentina Bencharski, en «Entre Redes» por RÍO NEGRO RADIO:


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