Tomas y hábitat: hay que profundizar la mirada

Generar equidad urbana no implica solo construir viviendas nuevas, también mejorar las existentes y facilitar el acceso a los servicios desde una perspectiva integral de la ciudad. Se debe revisar la lógica del mercado inmobiliario y de alquileres, entre otros.

Omar Reggiani*


Las llamadas “tomas de tierra”, no son más que la punta de iceberg de un tema mucho más profundo y en esa punta superficial, cada uno de nosotros puede ver realidades diversas, de acuerdo a su propio lente, el enfoque de la mirada ideológica personal. De allí que las miradas superficiales hacia este emergente del problema se posan fundamentalmente en cuestionar a quien o quienes se asientan en la tierra “no propia”.

Dicho esto, es que para analizar el tema habitacional con la profundidad que merece, debemos establecer al hábitat como un derecho fundamental. Sabemos que la educación y la salud, etc. son derechos universales incuestionables en nuestro país. En cambio, si se habla del derecho al hábitat, no se establece el mismo parámetro y esto se debe a que el binomio tierra/suelo está considerado como un producto, un bien mercantil, en definitiva una producción del mercado y no como un bien social. Por ello quien puede comprar tierra, tiene derecho al hábitat y quien no puede comprarla no accede a un hábitat adecuado.

Imaginemos esta situación con respecto a la educación o la salud (derechos tan básicos como el hábitat) y que quienes no puedan pagarlos no tienen acceso a curarse o educarse; ¿trataríamos a los que reclaman de “usurpadores” o le pediríamos al Estado que actúe en consecuencia y brinde las posibilidades para permitir el ingreso al estudio y la posibilidad de atenderse en un centro de salud?

El Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010 en Argentina, muestra que 13.812.125 viviendas particulares en el país, 11.317.507 están habitadas y 2.494.618 están deshabitadas y el 62,6% de las viviendas particulares habitadas del país tiene calidad de materiales aceptables.

Un tercio de las viviendas del país (33,3%) deberían recibir mejoras en los materiales con que han sido construidas, mientras que el 4,1%, del parque habitacional debería ser reemplazado.

Además los datos de 2010 indicaban que de los 12.171.675 hogares identificados en el territorio nacional, 1.111.622 son clasificados con NBI; esto representa el 9,1% de los hogares en los que habitan 4.956.711 personas.


El hábitat es mucho más que “construir” viviendas, ya que se entrelaza con la obtención de la tierra, su localización, la salud, la educación, el ocio, entre otras variables.


Todos estos datos afectan directamente la calidad de vida y de acceso a derechos humanos básicos y el reto que tenemos de cara al futuro es generar equidad urbana, que no implica solo construir viviendas nuevas, sino mejorar las existentes, facilitar el acceso a servicios desde una perspectiva integral de la ciudad; lo que implica no solo gestionar el futuro inmediato, sino planificar a largo plazo desde la realidad, las oportunidades y con las herramientas adecuadas.

Múltiples componentes

El hábitat tiene múltiples componentes, todos referidos al ordenamiento territorial integral; no hay vivienda sin suelo, no existe suelo sin infraestructura básica, no puede construirse ciudad sin equipamiento urbano, no existe lo urbano sin la mirada totalizadora del territorio. Siempre se habita, pero habitar adecuadamente refiere al sentido más globalizador de la palabra, incluyendo todas las variables posibles del término (suelo, vivienda, infraestructura, transporte, recreación, salud, educación, etc.). En definitiva una integralidad compleja.

Al implementar líneas de créditos hipotecarios, se aumenta la demanda de la tierra y esto requiere regular y controlar el valor del suelo de los agentes especulativos; otro ejemplo pueden

brindarnos los alquileres, como otro factor de regulación por parte del Estado y como su intervención en ese mercado (aportando inmuebles a menor valor de alquiler) puede definir un piso en el precio del sector, propiciando la baja y haciendo que el valor disminuya. Esto ilustra cómo cada movimiento del tablero implica ajustar las piezas en un “juego” complejo, y contemplar eso es tener una mirada integral de las políticas públicas a poner en marcha.

Es importante que, desde las esferas del Estado, pueda articularse una política de hábitat y que desde los gobiernos (Nación, Provincias y Municipios) se ejecuten estrategias para la Planificación Territorial que permitan a los sectores excluidos, acceder al mercado inmobiliario y en este sentido existen dos ejes fundamentales a considerar:

a) Política de suelo, donde se debe intervenir en el Mercado de Suelo, definiendo al crecimiento urbano de acuerdo a lo establecido por una planificación integral del territorio (urbano-rural) y readecuando las herramientas legales y de recaudación tributaria, que permitan recuperar renta inmobiliaria sobre la inversión Estatal realizada hacia el privado, redituando esta, en los sectores sociales más empobrecidos.

b) Política habitacional, donde se deben gestionar modelos constructivos basados en paliar el déficit habitacional existente cuantitativo (construcción de nuevas soluciones habitacionales, lotes con servicios y otros) y cualitativo (mejorar las viviendas existentes); será fundamental obtener estadística y diagnóstico de la situación inicial, para proyectar un plan efectivo de Desarrollo Habitacional.

Mercantilizar el hábitat implica un negocio prohibitivo para las necesidades de millones de ciudadanos que no tienen acceso a un hábitat adecuado, los datos anteriormente vistos nos muestran que la vivienda y su déficit no es solo cuantitativo y que la mirada y gestión del Estado debe estar centrada también en el déficit cuantitativo, ese que se resuelve aumentando las herramientas para que la producción del hábitat esté de la mano con la producción social y no tan apegada a la construcción empresarial de viviendas.


No hay vivienda sin suelo, no existe suelo sin infraestructura básica, no puede construirse ciudad sin equipamiento urbano, no existe lo urbano sin la mirada totalizadora del territorio.


La política referida al hábitat no es, ni debe ser, una política exclusiva de la obra pública gubernamental; el hábitat es mucho más que “construir” viviendas, ya que se entrelaza (como se dijo) con la obtención de la tierra, su localización, la salud, la educación, el ocio, entre otras variables.

Por ende, circunscribir el hábitat a solo “construir casas” no hace más que sustentar el postulado mercantil de la “vivienda como bien de consumo”.

El hábitat debe ser una construcción social e inclusiva y por ello corresponde contemplar desde el Estado, herramientas que permitan al conjunto de los habitantes de las diferentes regiones, el acceso a la tierra y la vivienda -desde una mirada colectiva y solidaria- para alcanzar territorios democráticos.

* Arquitecto. Presidente de la Asociación Civil “Un techo para mi Hermano”. Docente UNRN. oreggiani20@yahoo.com.ar


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