Trágica muerte de Adrián Otero, ex-Memphis
Tenía 53 años y se preparaba para presentar un nuevo disco el 1 de julio.
Estilísticamente Otero era propietario de la sabiduría de quien ha viajado mucho. Todos los ambientes le resultaban adecuados.
Claudio andrade
candrade@rionegro.com.ar
El blues de la vida de Adrián Otero acaba de terminar.
El excantante de Memphis La Blusera murió ayer a los 53 años en un accidente automovilístico en la autopista que une Córdoba con Rosario. El accidente se produjo a la altura de la localidad de Ballesteros, ubicada a 173 kilómetros de la capital cordobesa, cuando Otero se dirigía en un auto marca Honda, del que perdió el control, y se estrelló contra el cantero de la autopista. Una persona que lo acompañaba no sufrió lesiones.
Aunque radicado en la música negra por cuestiones que superan los eslabones genéticos, Otero tenía la prestancia emotiva del tanguero más tradicional. Sobre el escenario su energía de cantor sin sellos pero poblado de cicatrices de guerra se expandía con la fuerza, el rencor y la ternura que uno sólo puede encontrar en los grandes del rhythm & blues y las leyendas del dos por cuatro. Marcando las distancias necesarias para no confundir los tantos, había en Otero algo de Roberto Goyeneche y, en su inconstante elegancia a veces matizada por un remera negra lisa, un desliz gardeliano.
Otero pudo haber sido cantante de muchos géneros y probablemente también actor de cine o televisión. Había algo noble en su interpretación, una especie de verdad inclaudicable que tanto lo hacía sufrir como lo volvía una figura única en su tipo. Estilísticamente Otero era propietario de la sabiduría de quien ha viajado mucho. Todos los ambientes, los populares y los chics, le resultaban adecuados.
Su propia historia estaba rodeada de un misticismo chamánico con buenas dosis de existencialismo sartreano. Otero había sobrevivido una y otra vez a sus propios demonios y su prolongada y nefasta relación con el alcohol era ampliamente conocida por sus seguidores. “¿Por qué está tan presente el alcohol en el blues?”, le preguntó la revista “Rolling Stones”. Y Otero respondió descarnado: “El humo, el alcohol, la noche. No sé. En mi caso, porque soy alcohólico”.
Los fans eran conscientes también de que Otero no quería quedarse haciendo cruces sobre las paredes del infierno. Su lucha se volvió una historia de la que participó su público. Se lo vio gordo, agotado y perdido, para años después volver a los escenarios con un hermoso traje celeste, pañuelo a tono y con 20 kilos menos.
Un resucitado, un guerrero, así le gustaba ser visto a este vocalista excepcional.
La gran mayoría de las letras de Memphis fueron obra de Otero. Un hecho que le ha permitido hasta hoy trascender como un entrañable poeta callejero. Su rasgo literario completaba su imagen rebelde. “Si llegara a besarte / con su boca de fuego / un loco deseo te haría olvidar / de todas tristezas / y crueldades del mundo / en un solo segundo / de felicidad”, cantaba Otero.
Otero dedicó una parte de su juventud a viajar por el mundo. En 1978 arrancó con Memphis La Blusera, un exitoso proyecto musical que llegó a su fin, con él como líder, en el 2008.
“El blues ortodoxo lo hice tanto, lo escribí tanto, lo cante tanto y lo ejecute tanto que llegó un momento en el que me dieron ganas de ir para otro lado. Tengo canciones muy tristes que hago con un estilo funky”, decía en una entrevista en el 2008 cuando arrancó su carrera en solitario con el disco “Imán”. Desde entonces Otero continuaba buscando canciones en la ruta más personal, incursionando en otros géneros y paisajes en los que sentía que su voz podría agregar algo.
Comentarios