Un accidente premonitorio

En una sociedad de tradiciones políticas tan exageradamente personalistas como la nuestra, es sin duda lógico que el nuevo accidente cardiovascular que acaba de experimentar Néstor Kirchner, el “hombre fuerte” del gobierno encabezado por su esposa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el que toma todas las decisiones clave y es el responsable principal de su relación con los demás sectores que conforman el país, haya tenido en vilo a todos los preocupados por el futuro nacional. Como suele suceder en estas ocasiones, los kirchneristas más fervorosos están procurando minimizar la importancia de lo ocurrido, como si a su entender careciera de significado, mientras que otros se han puesto a especular sobre su eventual incidencia en la imagen de quien no ha ocultado su voluntad de intentar regresar a la presidencia en diciembre del año próximo luego de superar el obstáculo electoral. De quienes se han preocupado por dicho tema, la mayoría supone que en el corto plazo la breve internación de Kirchner podría resultarle beneficiosa porque, afirman, serviría para “humanizarlo”, pero que, a la larga, la conciencia de que su salud es más delicada de lo que sus partidarios quisieran creer obligaría a sus aliados coyunturales a pensar en posibles alternativas. Si bien el kirchnerismo se ha alimentado de actitudes que siempre han hecho sentir su presencia en el país, el movimiento así denominado depende tanto del poder acumulado por un solo hombre que sería poco probable que sobreviviera a su salida del escenario político. La situación frente al país sería muy distinta si Néstor Kirchner fuera el líder de un partido coherente, aglutinado por la adhesión a un programa bien definido, pero la realidad es que no lo es. El kirchnerismo es producto de la lealtad, auténtica o fingida por motivos bien concretos, de un conjunto de individuos hacia una persona a menudo caprichosa y casi siempre irascible que supo aprovechar, con astucia innegable, las debilidades ajenas y la confusión que predominaba en un país que aún no se había recuperado de la crisis desatada por el hundimiento de la convertibilidad, un esquema que había contado con el respaldo de buena parte de la población. En cuanto la mayoría comenzó a salir del estupor generalizado ocasionado por aquel terremoto no sólo económico sino también social y político –una consecuencia inmediata fue el desprestigio de toda la clase política, de ahí la popularidad, por fortuna pasajera, de la consigna desesperada “que se vayan todos”–, el atractivo del kirchnerismo se redujo con rapidez desconcertante. Puede que la conciencia de que Kirchner esté crónicamente enfermo lo ayude a reconciliarse con algunos adversarios, pero aun así no será suficiente como para permitirle volver a ser el caudillo avasallador de sus años iniciales en la Casa Rosada, cuando le fueron atribuidos el crecimiento económico “a tasas chinas” y la restauración de la autoridad presidencial, o sea, de la política. Ya han transcurrido más de siete años desde que Kirchner triunfó en elecciones presidenciales en que, merced al abandono de Carlos Menem, tuvo que conformarse con una proporción escuálida de los votos. Mientras duró su gestión formal, el combativo “estilo K” le sirvió para construir sobre aquel 22% de los sufragios un edificio político imponente, pero desde que se las arregló para hacer de su esposa su sucesora, le ha jugado en contra, afectando de manera muy negativa tanto su imagen personal como su salud. Por cierto, la actividad frenética de Kirchner, un dirigente que parece resuelto a manejar absolutamente todo cuanto sucede en la economía y en el mundillo político, es incompatible con el reposo que debería guardar un hombre de salud frágil que periódicamente ha de ser operado por las diversas enfermedades que ha padecido durante mucho tiempo. ¿Lo entenderá? Por ser quien es, sorprendería que Kirchner optara por dar un paso al costado para que otros se encargaran de pilotear el gobierno de la presidenta Cristina en los próximos meses, aunque no puede sino entender que si procura seguir actuando como antes con el propósito de brindar una impresión de fortaleza física y mental a prueba de todo, correrá el riesgo de sufrir una recaída en cualquier momento.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 860.988 Director: Julio Rajneri Co-directora: Nélida Rajneri de Gamba Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Miércoles 15 de septiembre de 2010


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