Un aprendizaje para vivir en la sociedad globalizada

¿Qué chicos esperaban encontrar los alumnos de Roca en El Cuy? Hay un dato significativo que devela una cara -solo una cara- de la expectativa que había sobre «el otro» de la Línea Sur: algunos de los juguetes que llevaron de regalo estaban rotos. Una muñeca sin un brazo y sin pelos no es una muñeca. ¿Y entonces? Dos cuestiones:

• Los chicos reprodujeron, en este caso y de los adultos, la visión del «otro» como desposeído de conocimientos, intereses, socialización primaria, organización familiar; con una mirada centrada en lo negativo, en el déficit de la diferencia. Esta percepción basada exclusivamente en la carencia y en la deficiencia, la mayoría de las veces implica además una búsqueda de patologías del niño y sustenta otro concepto más peligroso: el alumno carenciado no puede aprender a pesar de las «compensaciones» que, desde esta mirada, nunca son suficientes. Se acepta así la imposibilidad de que el «otro» llegue a «ser».

• Sin un trabajo sistematizado previo de los docentes, los chicos tienden a acentuar la diferencia. Esa exacerbación de lo particular genera una lejanía mental con el «otro». O sea, enfoca la diferencia pero como algo exótico, los «otros» son «otros» reconocidos, pero distantes; tienen derecho a ser diferentes pero entre los diferentes.

De todos modos, más allá de algunas desprolijidades y falta de trabajo previo al encuentro con «el diferente cultural», experiencias como éstas son magníficas, elogiosas y recomendadas para cualquier alumno de cualquier lugar.

¿Por qué? Porque los conflictos entre culturas y sus consecuencias ya no son lejanos y distantes, sino que están presentes en nuestra vida diaria. El «otro» forma parte de una realidad mediática globalizada, inmediata y cercana. Un cambio de mirada no es sencillo, ir hacia una educación intercultural, como todos los cambios complejos, implica riesgos, dudas y certezas. Entre sus obstáculos puede mencionarse: la diversidad negada, los prejuicios y estereotipos de la sociedad en general y su manifestación en el ámbito educativo, el desconocimiento del «otro», las problemáticas que plantean los valores controvertidos especialmente en el proceso de enseñanza, el reconocimiento de otro tipo de experiencias, la formación monocultural del docente.

La búsqueda de un diálogo intercultural es una necesidad no solo entre los que desde una cultura hegemónica se los considera «diversos» sino como formación ineludible para todos los alumnos que deberán desempeñarse en una sociedad globalizada. Construirlo desde la escuela no solo posibilitará una mejor calidad educativa a los que más sufren el fracaso escolar sino que permitirá que la escuela mantenga su rol, como históricamente lo ha tenido, de espacio de integración social.

Por eso, más allá de los descuidos que hubo en el viaje de los chicos de Roca a la Línea Sur -porque ocurrieron hay que decirlos-, las experiencias interculturales son urgentes hacerlas.

Horacio Lara

hlara@rionegro.com.ar


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