Un chico Down logró el cinturón negro de karate
Ignacio Melfi es de Bariloche y tiene 17 años. Consiguió el objetivo con esfuerzo y apoyo familiar.
BARILOCHE .- Cuando se aúnan las propias ansias de superación y el apoyo familiar, ninguna enfermedad es invencible y el destino puede deparar pequeños milagros. Como ejemplo podría bastar el caso de Ignacio Melfi, quien a pesar de tener síndrome de Down logró aprobar los exigentes exámenes de rigor y obtuvo el cinturón negro de karate do.
A pesar de sus dificultades de expresión, Nacho hace saber que se sintió muy feliz al alcanzar el objetivo y que para él vale mucho más que sus medallas obtenidas en certámenes anteriores.
De sonrisa fácil y permanente gesto de interés en todo lo que escucha, el joven de 17 años parece simbolizar todo lo que es posible conseguir con dedicación y constancia. Además de destacarse en las artes marciales, practica natación, dibuja con singular habilidad y trabaja dos días por semana en Parques Nacionales.
Para Nacho, el karate do es una forma de relacionarse y de desarrollar sus capacidades propias, con una actividad que por su propia filosofía va más allá de la mera formación física.
En su preferencia por las artes marciales mucho tuvieron que ver seguramente la influencia de su padre, quien fue un destacado yudoca, y su hermano mayor -Mariano- que es campeón nacional de karate do y director de la escuela Miyazato en esta ciudad.
Su madre Irene dice que se toma en serio cada nuevo desafío «porque se engancha mucho con todo lo que emprende y no quiere faltar a las prácticas ni cuando está enfermo».
Nacho no participa en «kumites» o peleas oficiales, pero sí tiene un amplio dominio de los «katas» (formas), y ésa es la especialidad que desarrolló en las sucesivas pruebas rendidas en los últimos siete años para ir subiendo de color hasta alcanzar el cinturón negro.
Este último lo obtuvo recientemente en Córdoba y según refirió su madre con orgullo es el único karateca con síndrome de Down en la Argentina que alcanzó esa categoría.
Irene explica que para un chico discapacitado el deporte es «algo que necesita por sobre todas las cosas», pero también india que «no todos tienen la misma facilidad». Por esa razón, los padres deberían orientarlos «según sus manera de ser, sus posibilidades y lo que ellos quieran hacer, que es distinto en cada caso».
Nacho, por ejemplo. comenzó haciendo natación desde muy chico con los grupos del CEF Nº8, pero luego no pudo seguir con ese deporte por problemas respiratorios y a los 10 años comenzó con el karate do. «Realmente nos sorprendió a todos lo rápido que aprendía y recordaba las formas, que no son nada fáciles», asegura la madre.
No hay nada que hacer, pendiente de la hora Nacho sabe que en un rato empieza su clase de dibujo y ya quiere terminar con la entrevista. Saludos finales y suerte. Para qué buscarse problemas impacientando a un cinturón negro.
El difícil camino de la integración
Más allá de que la adecuada contención familiar es un invalorable punto a favor, los discapacitados suelen encontrar barreras y escollos difíciles de sortear a la hora de lograr una plena inserción social, en especial puertas afuera de sus casas.
Si bien es cierto que existen leyes que establecen claras pautas para la integración de los chicos en las escuelas generales y otras que obligan a las empresas de determinada envergadura a emplear un porcentaje determinado de personas con discapacidades, su cumplimiento es muy irregular.
Visiblemente satisfecho, Nacho cuenta que gracias a un amigo guardaparque que presentó su caso y dio cumplimiento a todos los trámites burocráticos logró ingresar a la intendencia del parque nacional Nahuel Huapi, donde realiza tareas de cadetería interna todos los martes y jueves.
Asegura que lo que más le gusta es sellar y visar los permisos de pesca, esos mismos que en estos días se tramitan de a decenas.
Con la escuela no tuvo una historia paralela. Sus padres consiguieron que hiciera el ciclo preescolar integrado en el jardín Arco Iris, del barrio Virgen Misionera, pero luego no pudo seguir bajo la misma modalidad en una escuela primaria.
BARILOCHE .- Cuando se aúnan las propias ansias de superación y el apoyo familiar, ninguna enfermedad es invencible y el destino puede deparar pequeños milagros. Como ejemplo podría bastar el caso de Ignacio Melfi, quien a pesar de tener síndrome de Down logró aprobar los exigentes exámenes de rigor y obtuvo el cinturón negro de karate do.
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