Un drama que podría ser explosivo
No es ningún secreto que, con el propósito de presionar al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, los “buitres” no se han limitado a señalarle que los costos económicos y, andando el tiempo, políticos de negarse a tratar de alcanzar un arreglo podrían ser altísimos. También están hurgando en los negocios supuestamente privados de personajes vinculados con la familia Kirchner, como el multimillonario contratista santacruceño Lázaro Báez, en busca de información que les resultaría útil. Puesto que los fondos especulativos poseen recursos más que suficientes como para permitirles enterarse de detalles interesantes sobre cuentas bancarias en lugares como Suiza, Liechtenstein, Seychelles y, desde luego, ciertas islas caribeñas en las que “transparencia” es una mala palabra, no les sería difícil descubrir anomalías, si es que las hay. Hace poco, los fondos buitre lograron que el ministro de Economía Axel Kicillof reemplazara al representante del país ante el Banco Mundial luego de que el juez Thomas Griesa lo citara a declarar por su presunto papel en el caso de la imprenta Ciccone. Dicen tener más información que, por sus propios motivos, aún no han divulgado. No extraña, pues, que últimamente el malhumor de Cristina haya dado mucho que hablar o que en círculos oficiales hayan proliferado rumores de todo tipo. Siempre y cuando los funcionarios de un gobierno determinado no violen leyes internacionales, la corrupción puede considerarse un asunto interno que, si bien perjudica enormemente a las sociedades en las que es endémica, no suele afectar mucho la relación con otros países. En cambio, si las infracciones cometidas tienen que ver con delitos como el lavado de dinero o con las actividades de bandas de narcotraficantes, el respeto por la soberanía nacional y los fueros de legisladores o funcionarios jerárquicos pesará menos. ¿Estaba pensando la presidenta en tales eventualidades cuando, el mes pasado, afirmó que no le sorprendería “que en veinte días nos pongan sanciones económicas ni que me pongan presa la próxima vez que vaya a Nueva York: voy a ir igual”, además de decir que si “algo” le pasara convendría mirar “al Norte”? A juicio de algunos, las alusiones un tanto délficas de Cristina a los peligros que creía enfrentar se debieron no tanto a la voluntad de enfervorizar a la tropa cuanto a la conciencia de que los “buitres” podrían hacerle la vida sumamente desagradable en base a denuncias que tendrían repercusiones no sólo internas –eventualidad que no le preocuparía demasiado, ya que la ciudadanía se ha acostumbrado a oír hablar de bóvedas, bolsas llenas de euros, “la ruta del dinero K” y otros pormenores novelescos– sino también internacionales. A esta altura nadie ignora que la Argentina es uno de los países más corruptos de América Latina, lo que es mucho decir, o que, según los voceros de las distintas agrupaciones opositoras, la situación se ha agravado mucho en el transcurso de la “década ganada”. Antes de intensificarse el conflicto con “los buitres”, en el exterior escaseaban los deseosos de aprovechar las acusaciones dirigidas contra integrantes del gobierno nacional, pero la decisión de la presidenta de hacer de la disputa el eje de su gestión en el tramo final de su mandato ha brindado a los holdouts más tenaces motivos concretos para concentrarse en los flancos más vulnerables del gobierno que encabeza. La embestida de los “buitres” contra la presidenta misma y miembros de su familia plantea un dilema a los líderes opositores. Si bien ellos también quieren que todos los funcionarios acusados de enriquecimiento ilícito rindan cuentas ante la Justicia, preferirían que las alternativas relacionadas con un tema tan escabroso quedaran en casa sin transformarse en un gran escándalo internacional, con ramificaciones diplomáticas muy pero muy ingratas, que dejaría al país malparado frente al resto del mundo. Puede entenderse, pues, el silencio azorado que tantos han mantenido al difundirse en los medios nacionales datos proporcionados por los abogados e investigadores de los “buitres”, además de la especulación en torno a lo que podría suceder de resultas de información que ya es de dominio público no sólo aquí sino también en Estados Unidos y Europa.
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