Un poco más de cintura

El presidente es un hombre con prejuicios. Le tiene miedo a la foto de los mausoleos, la de los muertos vivos. Por eso, se resiste a convocar a una reunión del bloque de diputados donde estén Carlos Ruckauf, Oscar Rodríguez y Jorge Casanova».

– «Tendrá que aceptar que los prejuicios son los pilares de la civilización».

El diálogo entre dos hombres del fogón patagónico giraba alrededor de la mejor forma de encarar la relación con los legisladores justicialistas -quejosos por lo que consideran como mínimo una desatención inaudita del Ejecutivo-, cuando un tercero sumó otro ingrediente: «No es el estilo de Néstor Kirchner convocar a encuentros multitudinarios. Prefiere entenderse sobre temas puntuales con los titulares de bancada (José María Díaz Bancalari, en Diputados; Miguel Pichetto, en Senadores), aunque -admitió- puede haber alguna variante de por qué los próximos dos meses serán clave para resolver las relaciones con el FMI y los tenedores privados de bonos».

Satisfecho por la manera en que culminó el primer año de gobierno -«se recuperó el espíritu patriótico con el pueblo en la Plaza de Mayo», se ufanó el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli-, Kirchner espera dejar atrás su estado gripal (que le impidió viajar a la cumbre de Guadalajara), y juntar fuerzas para «alinear a casi todos».

Es en ese sentido deben verse los acercamientos concertados con los gobernadores José Manuel De la Sota y Jorge Obeid, y la tregua sellada entre el primero y el intendente de Córdoba, Luis Juez, exponente de los transversales. «Discutan menos políticamente y gestionen juntos, evitando la confrontación. Sino, la gente los va a pasar por encima», fue el consejo que habría salido de la boca de Kirchner, quien se lo repite también a sí mismo, pues es proclive, como señala su aliado Eduardo Duhalde, «a dinamitar un puente por día».

Con la necesidad imperiosa de desplegar una gran capacidad de maniobra ante el Fondo Monetario Internacional y los acreedores -es un secreto a voces que se mejorará la oferta para salir del default, manteniéndose la quita del 75 por ciento sobre 82 millones de dólares-, Kirchner pondrá en la vereda de enfrente, trabajando «para otros intereses que no son los nacionales», a los que dificulten su estrategia. La propuesta de Roberto Lavagna, expuesta en México ante el francés Jacques Chirac, el español José Luis Zapatero y el alemán Gerhard Schröder, anticipa que se asumirán obligaciones por más de 20.000 millones de dólares en condiciones «muy ventajosas».

Decidido a hablarle «con los bolsillos» a los empresarios -impuso un 20 por ciento de retenciones a las exportaciones de gas y este sector ni se mosqueó, al menos en público-, el santacruceño está dispuesto a anatematizar a Elisa Carrió, a los piqueteros duros que siguen empecinados en cortar calles y rutas y a menemistas que «andan conspirando por ahí».

Algunos consideraron exagerado el procedimiento utilizado por Kirchner -mandó a su ministro José Pampuro a irrumpir sin invitación- para desbaratar una comida de «fragoteros» realizada en el regimiento de Patricios I del Ejército.

«No hay margen para ningún golpe, pero es indudable que los que se juntaron allí (Enrique Nosiglia, Vicente Massot, Jorge Perrén, Basilio Pertiné y el ex secretario general del Ejército Jorge Bossi), se están organizando para limitarnos el poder y defender a la Argentina vieja», intentó explicar a «Río Negro» un vocero oficial. «¿Y qué hacía allí Eduardo Di Cola, interventor kirchnerista en el Correo Argentino?», preguntó el periodista. «Ni bola…», fue su hilarante respuesta.

La Iglesia, a través de Jorge Bergoglio, había exhortado el 25 de mayo a los dirigentes en general a no caer en la desorientación, la inmadurez y la mediocridad y a no bastardear o eliminar las instituciones. En el gobierno se aceptó el mensaje por abarcativo («los curas tampoco nacieron de un repollo», se comentó en la Rosada), pero hubo irritación cuando el vocero Guillermo Marcó, focalizó las críticas en Kirchner. Dicen que Bergoglio en persona (un líder jesuita que militó en Guardia de Hierro en su juventud), llamó para pedir disculpas.

Y en esto de mostrarse más tolerante, y de paso despegarlo de los «fragoteros», K sobreactuó el martes cuando tomó y llevó de la mano a Raúl Alfonsín, quien horas antes también había despotricado contra los gestos «autoritarios» del Presidente.

No obstante que Kirchner recita los logros de doce meses -alta imagen presidencial, crecimiento económico, baja del desempleo, mejor calidad institucional, nivel de reservas en el Banco Central, eliminación de las cuasi monedas e incremento de la recaudación fiscal-, reconoce que hay problemas nuevos por delante y que ello requiere amalgamar a la propia fuerza.

El envío de tropas en misión de paz a Haití, en el marco de una resolución de la ONU alentada por Estados Unidos, no debería demorarse, máxime con el fuerte predominio del PJ en el Senado. Y, sin embargo, existen trabas. La coparticipación será un tema arduo. El mandatario de Buenos Aires, Felipe Solá, creyó necesario también dar síntomas de fiereza ante la severa discusión que se aproxima.

Los kirchneristas en el Congreso le están pidiendo a su jefe que venza su prejuicio y tenga «mejor onda con los compañeros». El Presidente, que es brusco y de cambios lentos, estaría dispuesto a dar una señal positiva. Sería por única vez en el año, en función de aquietar las aguas de la economía, mientras el debate en el partido Justicialista entrará en «una calma chicha» hasta marzo de 2005.

Aún convaleciente de la enfermedad estomacal que lo tuvo postrado en Río Gallegos hace unas semanas, el presidente Kirchner está dispuesto a hacer algunas concesiones en su frontal estilo de pararse ante la realidad, con tal que los desacuerdos internos no favorezcan al adversario. Y además de permitir que en su nombre se tramite una entrevista con el papa Juan Pablo II, buscará forzar a diputados y senadores para que no paralicen el funcionamiento del Congreso.

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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