Una pulseada entre dos fracasos

PANORAMA NACIONAL

El rasgo más sobresaliente de las PASO de hoy es el clima de extrema polarización. Un escenario que recuerda los duelos del esquema bipartidista en los 80 y 90, antes de la implosión del sistema por la crisis del 2001. Las encuestas hablan de la concentración de ocho de cada diez votos entre las dos principales fórmulas presidenciales. Un comportamiento que nada parece tener que ver con una primaria. Más bien con una primera vuelta.


Podría decirse que este escenario presenta una anomalía central. Las dos principales fuerzas llegan a la elección con antecedentes que harían inverosímil la idea de que conserven competitividad electoral; en un caso, posibilidades de mantener el poder, y en el otro, de recuperarlo. Se trata de una pelea entre dos fracasos. Esa misma desviación hace también difícil explicar los motivos que han llevado a la virtual desaparición de una tercera vía, una alternativa con chances de ganar.


Los analistas dicen que la economía representa las dos terceras partes de las razones del voto. A la hora de elegir, el votante suele comparar su situación económica con la que tenía antes de que comenzara el gobierno que va a juzgar. Las condiciones en que llega Mauricio Macri son muy desfavorables en este terreno.


Una mirada en la superficie muestra que la economía este año volverá a contraerse y sumará el tercer año de caídas durante su gestión, con excepción del 2017. La inflación está en niveles de 55% anual (más de 60% en alimentos) y trepó en más de un 200% desde la llegada de Cambiemos. El dólar subió más del 200% desde la liberación del cepo, en diciembre de 2015. El desempleo rompió en el último semestre la barrera de los dos dígitos. El consumo se desplomó y la pobreza trepó al 35%.


Macri se presenta ante el reto más importante de su gestión en condiciones muy diferentes a las que su hoja de ruta preveía. La victoria en el 2017 parecía haberlo puesto rumbo a la reelección y a la consolidación de una nueva hegemonía política. Todo cambió cuando tropezó con la economía, que como a otros gobiernos no peronistas lo puso en el umbral de una ruptura institucional. Su plan se limitó a recurrir al auxilio del mundo para llegar a las primarias a como de lugar, quemando todos los papeles de la ortodoxia económica. También otros dogmas, con la suma de aportes como el de Miguel Pichetto.

Así fuera el caso de que el electorado le diera otra chance, el futuro sigue siendo una noción imprecisa para este presidente.
La situación de la oposición tampoco reluce. Una contradicción clave no ha sido resuelta entre los integrantes de la fórmula del Frente de Todos.


Podría decirse que este escenario presenta una anomalía central: las dos principales fuerzas llegan con antecedentes que harían inverosímil la idea de que conserven competitividad electoral.


Su candidato a presidente, Alberto Fernández, fue designado por su compañera de fórmula, Cristina Kirchner, líder natural y cuya corriente hegemoniza el espacio. La candidatura presidencial es resultado de una delegación. Ambos protagonizaron una sonora ruptura cuando Fernández se alejó de la jefatura de Gabinete, durante el segundo mandato de la expresidenta.

La separación se extendió por una década, durante la cual Fernández se convirtió en un crítico implacable de la gestión de su antigua jefa. Uno de sus cuestionamientos más contundentes fue dirigido a la política económica de Axel Kicillof, el exministro de entonces y actual apuesta del kirchnerismo para recuperar la decisiva provincia de Buenos Aires. Aún están frescos los desvíos autoritarios de la expresidenta y los niveles de degradación a los que expuso al sistema republicano.

Alberto Fernández mostró este cuadro públicamente por años. Hay una decena de exfuncionarios de aquel período presos por casos de corrupción. Además, la senadora suma doce procesamientos y cinco pedidos de prisión preventiva, que no han prosperado por el amparo que le dan sus fueros. Y está siendo sometida a un juicio oral.


Cristina Kirchner sigue ocupando el centro gravitacional de su espacio, que ha arrastrado a la porción más significativa del peronismo. Un hecho impensado hace apenas dos años, cuando fue derrotada en Buenos Aires por candidatos de nula significación política del oficialismo. El paso al costado y los esfuerzos por ampliar su rígida base electoral revelan un reconocimiento de sus límites. Pero la posibilidad de que protagonice un regreso al poder es entera obra del macrismo.


Se avecina un voto por oposición y rechazo. Por espanto. Nada más lejano a la construcción de una esperanza en esta nación partida.


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