Una toma “escondida”

Conviven casillas y basurales con viviendas de material en las que se invirtió mucho dinero. Está al costado de la ruta 7, un lugar estratégico de la capital neuquina.

Neuquén

NEUQUÉN (AN).- Dicen que Ruca Antú nació porque la primera cooperativa de viviendas se llamó así, y estaba integrada en su mayoría por profesionales de la salud. En tierras “escondidas”, que fueron fiscales y ahora pasaron a la órbita del Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo (IPVU), algunos se instalaron, otros hicieron negocios y muchos sufren carencias, viven en y de la basura y esperan un golpe del destino.

El sector tiene terrenos irregulares, zanjones y pequeños cañadones, pero también una zona ya constituida y accesos inmejorables. Ocurre que Ruca Antú debe sumar unas 60 hectáreas, viven 350 familias en algunos lotes que son gigantescos, y que están circunscriptos por la calle Conquistadores del Desierto y la ruta Trabajadores de la Industria. Una zona con carencias inmediatas pero con un posible futuro inmobiliario por el tercer puente.

El volcado de basura es utilizado para elevar los terrenos en los zanjones.

Allí vive gente pobre y no tan pobre. Juntan cartones y comen de vez en cuando los hermanos Alejandra, Florentino y Elías Rodríguez y, a pocos metros, Carmen Villablanca y su marido levantaron su precaria casita en un zanjón donde la basura se junta de a montañas (la tiran empresas del sector) y los tres chicos corren en una nube de moscas. Son los sin posibilidades en un sector donde se venden terrenos en 150.000 pesos, se construyen casas grandes y hay petroleros que tomaron dos lotes y allí estacionan sus camiones.

“Río Negro” fue testigo del ir y venir de camiones con contenedores, volcados en los pozos y zanjas de la zona. Un grupo de vecinos escala las montañas de desperdicios. Las empareja, y unos días después arriban nuevos camiones con tierra extraída de la obra del cercano y futuro tercer puente. Tapan. Mientras, los niños juegan en ese cotidiano foco de contaminación, con sus bicicletas y sus perros flacos.

Hay promesas de regularización del terreno, cuenta Verónica Correa, elegida representante del sector. Por decreto, las tierras pasaron de ser fiscales al IPVU y están por comenzar los relevamientos de los terrenos.

El decreto en cuestión que firmó el gobernador Jorge Sapag el 9 de octubre de 2015 es el 2006/15, y está en consonancia con el expediente 4300-013246/15 del registro de ministerio de Desarrollo Territorial que conduce Leandro Bertoya.

Pero no todos están de acuerdo con la regularización. “Ocurre que acá hay mucha gente que hace negocios. Vecinos que tomaron terrenos teniendo casas en otros lugares, y que quieren vender antes de que llegue el relevamiento y les achiquen sus lotes”, asegura Correa.

Carolina hace dos años que vive en la parte alta. Su padre le compró a un médico. Construyó en un lote grande. Le quedó una casa linda, que disfruta. Su padre está en plena construcción. “Sólo esperamos que se dé la regularización. Alquilar se hizo imposible para nosotros, porque pagábamos 3.500 pesos. Estamos escondidos, pero vivimos bien”, aseguró la muchacha.

Cerca vive una policía, que le compró a otro efectivo. Hay petroleros, enfermeras, albañiles, y mucho movimiento de ladrillo. Desde el zanjón, Carmen mira sin ver un futuro mejor.


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