«Gritaban de alegría»: la emoción de 15 niños de Guañacos que viajaron a conocer el mar a Chapadmalal
Los alumnos y docentes de la Escuela Albergue 262 de Guañacos, después de mucho trabajo cumplieron un sueño. Así llegaban a las Unidades turísticas de Chapadmalal a conocer el mar.
Los maestros de Escuela Albergue 262 de Guañacos juntaron a los chicos y le leyeron el cuento “El ovillo mágico”, de Susanna Isern. En ese lugar del norte neuquino, todos escuchaban cómo un erizo le concedía deseos a los habitantes del bosque. Como si la fábula se trasladara a ese paraje metido entre montañas, al pie de la Cordillera de los Andes, comenzaron a pensar su propio deseo. Coincidían: era conocer el mar y parece que el erizo metió las púas y se hizo realidad.
A comienzo del año, los maestros trascurrían la etapa que llaman de ambientación y proponían actividades que harían en el nuevo ciclo lectivo. Allí, comentaban que durante el verano, habían visto a los alumnos de la escuela albergue en las redes, como compartían las fiestas populares del norte neuquino.
Pensaron que sería bueno abordar ese tema. La fiesta de la lana que se hace en Las Ovejas era un buen punto de partida. Llegaron al cuento que se llama El ovillo mágico, e incluyeron como proyecto este viaje.
«Nos proponemos que la escuela abra oportunidades, para que ellos conozcan otros lugares que no están a su alcance por las condiciones y distancias que implica vivir en un paraje. Sus familias son crianceras o empleados de las comisiones de fomento, y no es sencillo para ellos ir a la playa», dijo la directora Ana López Miño.
Eligieron que el viaje de estudio sea a las unidades turísticas de Chapadmalal. Hace poco más de una semana, Isaías, Ruth, Thomás, Dilan, Eliseo, Santiago, Gonzalo, Ariel, Enzo, Andrea, Siomara, Valentina, Uriel y Solange, de entre 6 y 13 años. Los docentes Rubén Barros, Mauricio Escobar y Ana la directora partieron desde la escuela, a 30 kilómetros de Andacollo, entre la Cordillera del Viento y la Cordillera de los Andes.
Pasaron por las calles tranquilas de su pueblo, de 500 habitantes, con casas bajas y calles de tierra. Hicieron kilómetros y llegaron al mar. “Son niños muy genuinos, demuestran sus emociones y así lo hicieron cuando vieron el mar, comenzaron a gritar. Yo fui muchas veces al mar, pero verlos a ellos fue muy emocionante. Lo que sentía es que llevaron el verano a la playa”, cuenta Ana.
Comparte las imágenes en las que se ve como juegan en el agua, con ropa puesta se le animaban a las olas. Al canto de “está muy fría”, se dejaban revolcar por el mar, en la costa y abrían los ojos gigantes cuando le mojaba la cara “seño es salada”, decían con asombro.
La difícil misión de hacer realidad un sueño
Verlos jugar en las olas, era un momento mágico, tanto como la lana del erizo, pero no había sido fácil llegar hasta allí. Primero, algunos decían por qué no ir a Las Grutas, que quedaba más cerca, pero implicaba un alojamiento y comidas, que lo convertían en algo caro.
Creían además que poder llegar a una ciudad grande como Mar del Plata, haría que sea una experiencia más rica. En ese lugar, a través del programa Turismo Social, les daban hospedaje y pensión completa, de manera gratuita.
Debían costear el viaje, y venían bien hasta que todo se vino a pique. «En agosto teníamos casi toda la plata, pero el transporte duplicó su valor. Parecía imposible, hicimos un bono contribución, comunicamos lo que nos pasaba y comenzó a llegar ayuda. Comercios y las familias donaban lo poco que tenían. Hasta que la Uocra, dijo que donaban el valor del transporte», relata la directora.
Eso hizo que la plata que habían juntado, sirva para hacer un montón de excursiones que no tenían previstas. Pudieron recorrer Mundo Marino, al Aquarium, conocer la fauna de mar, tan diferente a sus animales del norte y aprender sobre defender la naturaleza.
Se encontraron con otros chicos del país en Chapadmalal y compartieron esa misma sensación, de otros que conocían el mar. “Las caras de felicidad de estos chicos y chicas por ver por primera vez el mar no tiene precio. Cómo corrieron hacia la orilla gritando felices y poniendo sus piecitos ahí», dice Ana y confiesa que lloró al verlos.
Recorrieron Mar del Plata, al ir por el centro comercial se preguntaban por qué las cosas son tan baratas. Les explicaban que está más cerca de las industrias. Antonio, el encargado del Café de las Nubes ubicado en el piso 29 de las Torres de Manantiales uno de los edificios más alto de Mar del Plata, los recibió muy bien cuando fueron por un rico desayuno.
En la confitería Manolo, probaron los churros más tradicionales de la costa de Buenos Aires. También por primera vez degustaron los marisco en el Restaurante Chichilo del puerto. Y en el el Museo Naval Argentino fueron marinos por un día.
Fueron al Torreón del Monje y vieron las ramblas que suelen salir en la tele, bailaron, disfrutaron y fueron felices.
Guañacos esa comunidad educativa que lucha
La directora habla con orgullo de ese pueblo, al que llega desde Plottier cada lunes a trabajar. «Es un pueblo luchador. La escuela tiene 50 años, pero la primera debería tener 100. En el 68, los expulsaron, los abuelos de nuestras infancias tuvieron que dejar sus tierras y demolieron la escuela. Después por un decreto provincial pudieron volver y se volvió a construir. Tienen confianza en la educación pública y la comunidad valora mucho a la escuela».
Es una escuela albergue. Hay niños que viven cerca del paraje y otros en los campos alejados. Algunos se quedan a dormir, otros hacen 15 kilómetros todos los días. Como tienen movilidad los llevan y traen, saben que cuando pasen a la secundaria no habrá opción, y deberán dejarlos ir a Andacollo. Prefieren viajar, si no, pasan más tiempo de su vida en las escuelas que en sus casas. «Hacen mucho sacrificio».
“Se trata de transformar las escuelas en un lugares de oportunidades. Y estos viajes no son solo recreativos, ellos pueden conocer otros espacios y ver que hay otros horizontes. Valoramos la ruralidad, y el campo, porque es parte de su esencia, de su historia, pero también que se animen a trasladarse y estudiar en otros lugares», concluye Ana.
Antes de despedirse vuelve sobre la emoción y agradece. No fue la magia si no, una gran cadena de solidaridad y empatía que lo hizo posible. Nombra al Sindicato de la Uocra y su secretario Juan Carlos Levi, a la Intendenta de Guañacos Alejandra Vázquez y la diputada Angela Barahona. A la empresa de Transporte Rincón. A Antonio , Graciela, Walter, Adelino y Leonel, policías retirados de Neuquén que compraron zapatillas a cada uno de los chicos y todos los que compraron los bonos.
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