Las Grutas: la playa con agua transparente como el Caribe, pero que es Patagonia pura
Punta Perdices es su verdadero nombre. La comparación de fotos de febrero del 2019 con febrero del 2023 marcan que cada vez atrae a más turistas a 65 km de Las Grutas. En esta nota, el secreto de su belleza y la necesidad de involucrarse para seguir disfrutándola.
Era un secreto a voces. Un lugar de ensueño que los vecinos elegían para desconectarse, y disfrutar a pleno de ese contraste único. Es que, en un recodo de la costa, la blancura de las conchillas potenciaba los verdes del mar y los azules del cielo, armando una “playita” a medida, que con marea baja se desdibujaba, pero con la ‘plea’ comenzaba a llenarse. Y el agua, que se entibiaba con ese contacto con el lecho marino, convertía en un disfrute los chapuzones en ella.
Hoy sigue siendo así, pero su fama creció. Y el comportamiento de los turistas, que buscan opciones distintas dentro de la variedad de playas que ofrece la región, la puso en la cima de los paisajes de la zona, convirtiéndola en la alternativa más buscada.
“El Caribe de La Patagonia” (como quedó bautizada popularmente por ese despliegue de tonos que la emparentan visualmente con otros destinos del exterior) hoy sigue siendo uno de los puntos más consultados en los buscadores. También entre los que llegan a Las Grutas, preguntando por los sitios de interés que albergan las tres plantas urbanas que componen la localidad. Porque “Punta Perdices” (ése es el nombre de nuestra playa) en realidad está a 65 km por ruta 3 del balneario rionegrino, en el Puerto San Antonio Este.
Para llegar a ella hay que ingresar a la aldea pesquera, pero en lugar de bifurcarse tomar el camino que conduce al Mirador Norte. Luego, se atravesará el parador Serena y, tras otro tramo, se podrá ver el acceso.
Un pequeño paraíso
Volviendo al crecimiento de visitas que tuvo el lugar, para graficarlo sólo bastan imágenes. De hecho, en gran parte de las fotos que acompañan esta nota (que fueron tomadas por el buzo profesional Sebastián Leal) se ve el contraste de público. Hay, por caso, fotos de febrero de 2019 y del mismo mes de este año, 2023, en las que se ve claramente que la cantidad de visitantes y de vehículos fue en alza, a medida que la difusión del destino logró repercusión entre los turistas.
Esa eclosión, si bien es positiva, tiene otras aristas, porque la masividad implica la necesidad de alentar pautas de control y de cuidado, para que la naturaleza que atrae no termine afectada por esa carga de ingresos que, hasta hace unos años, no registraba el sector.
Ocurre que, aunque la disyuntiva en materia de crecimiento sea la misma que enfrenta cualquier área natural, en Perdices esa necesidad se evidencia mucho más, porque es una playa muy pequeña.
La municipalidad, en este tiempo, trató de difundir que existen prohibiciones, como en toda la costa. Por caso, para evitar que los vehículos ingresen hasta el borde del agua, pulverizando el manto de conchillas. Pero, sin una conciencia real de parte de los viajeros, se volverá difícil sostener los controles en plena temporada de verano.
Ser cuidadoso con la basura y no arrojar desechos es otro de los puntos. Por eso más que nunca involucrarse en el resguardo de este mágico rincón será una tarea de todos.
¿Cuál es el secreto de tanto interés?
Lo importante, más allá de resaltar el boom que experimenta y recordar la necesidad de cuidarla, es destacar la belleza de Punta Perdices, que sigue siendo el imán que enamora.
En pleno verano, con tanto público, se desdibuja esa noción de “playa de juguete” que siempre la caracterizó, porque por momentos la gente tiene una presencia tan masiva que se vuelve parte del paisaje. Pero igual sigue ofreciendo esa dimensión de paraíso ‘a la mano’. Porque su belleza es cercana. Uno puede bañarse en esas aguas que de lejos parecen color esmeralda y descubrir que de cerca son tan transparentes que se ve el lecho de caracoles y de arena dorada, en el que nuestros pies se hundirán al zambullirnos.
También se puede disfrutar su transformación. Cuando la marea está baja, se unirá caminando una orilla con otra. Pero a medida que la pleamar se registre esa hondonada blanca que resplandece al sol se llenará, y entonces el mar, cálido por el contacto con ese lecho que fue tomando temperatura, será una seductora y tibia invitación.
Además los blancos de la costa, recortados en mágico contraste con los verdes y azules del cielo y del agua, remiten al caribe pero son patagónicos. Y si algo tienen estas playas sureñas es el encanto de su sonoridad, y esa amplitud de miras que brinda un horizonte sin interrupciones a la vista.
Así que es imperdible caminar por las conchillas sintiendo el sonido que producen (que es similar al de cristales quebrándose) o escuchar el suave tintineo que emiten cuándo las olas las alcanzan. Como para tener en cuenta, y activar todos los sentidos a la hora de interactuar con el paisaje.
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