«Vuelteros/as», un adjetivo curioso

Con curiosidad observo que el adjetivo “vueltero/a” no está registrado en diccionarios siendo su uso tan popular. ¿Quién no le ha dicho a su esposa o hijas “no sean vuelteras” mientras se preparaban para una fiesta y uno hace como una hora que ya está listo para salir? ¿O no nos han dicho “vueltero/a” cuando dilatamos una decisión muy importante? ¿Y a vos lectora o lector te ocurre algo similar? En mi caso ser “vueltero” es una de mis características constitutivas, pese a que lucho contra ella. Así he perdido potenciales novias, negocios, viajes, empleos; he deslucido producciones propias, presentaciones de escritos, entre ellos, algunas de estas columnas.
Ponerme a trabajar con la mayor eficiencia suele llevarme un rato, me cuesta “calentar motores” y cualquier situación me distrae, me levanto a cada rato de la silla, busco una excusa para hacer otra cosa momentánea, y generalmente a quienes una determinada tarea les lleva unas dos horas, a este servidor puede que le ocupe el doble.
Un “vueltero” singular y famoso fue Gustave Flaubert (de quien este mes se cumplen 200 años de su natalicio), el autor de “Madame Bovary”. Si algo lo caracteriza es la lucha interna con su temperamento romántico que busca eliminarlo de sus obras y la obsesión por la forma y el estilo. Las cartas de Flaubert a sus amigos y amigas son un gran documento de su concepción del arte y de los afanes y decepciones de un creador siempre luchando con la idea y la palabra. Dedicó toda su vida a la escritura; sin embargo su obra es pequeña. Hay una anécdota que dice que mientras escribía “Madame Bovary” tuvo una temporada muy fértil, fueron dos meses de trabajo de quince horas diarias, el resultado fue ¡treinta páginas!
Todas las grandes obras de Flaubert tienen detrás un trabajo de documentación increíble. En esto se le iba muchísimo tiempo y a veces sus notas de investigación eran más extensas que sus novelas. Cada frase era medida, sopesada y cambiada varias veces; en ese proceso se levantaba, daba vueltas, hacía algo y luego se sentaba nuevamente. Y así durante horas.
Disculpame que no siga, salgo al jardín un ratito…


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