Washington se replantea su estrategia en Medio Oriente

Por Christiane Oehlrich

El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, recurre todavía al teléfono para, indignado, reprender al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, por no poner fin a la espiral de violencia en Medio Oriente.

Pero esta línea con el cada vez más aislado Arafat también podría enmudecer pronto. Si dependiera de los partidarios de la línea dura en el gobierno estadounidense -entre los que se cuentan el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y el vicepresidente Richard Cheney- los días del diálogo palestino-norteamericano podrían estar contados.

Según círculos cercanos a la Casa Blanca, ya se habla de una ruptura de las conversaciones.

Los medios de comunicación del país aseguran sin embargo que antes de dar un paso tan radical, el gobierno norteamericano está sopesando la posibilidad de incluir al grupo de seguridad y el movimiento juvenil de Arafat, Tanzim, en la lista de grupos terroristas.

Además, en breve podría ordenarse el cierre de la oficina de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Washington y la interrupción de la misión mediadora del enviado especial estadounidense en Medio Oriente, Anthony Zinni.

Dada la creciente frustración con Arafat, los consejeros en materia de política exterior del presidente George W. Bush están realizando intensas consultas acerca de un cambio de estrategia en esa región del Asia.

Las voces de aquellos que, con vistas al necesario apoyo de los Estados árabes en la lucha antiterrorista no querían cerrar del todo la puerta a Arafat, son cada vez más débiles.

Durante meses, Powell y la Casa Blanca han tenido mucho cuidado en criticar por igual a palestinos e israelíes.

«El presidente (Bush) comprende por qué ha tomado Israel estas medidas. Es Arafat quien debe mostrar sus cualidades de líder y actuar contra el terrorismo», dijo por su parte el portavoz presidencial Ari Fleischer.

Para los «halcones» del gabinete estadounidense, tras los últimos atentados suicidas está fuera de toda duda de que Arafat o bien no es capaz de controlar a los extremistas palestinos o bien no quiere hacerlo.

El cambio de actitud de muchos colaboradores moderados de Bush se produjo tras el caso de las armas incautadas en un barco en el Mar Rojo.

El gobierno norteamericano está convencido, al igual que Israel, de que la ANP estaba directamente implicada en el contrabando de armas a bordo del carguero «Karine A», que fue interceptado por los israelíes.

«Fuera de sí por la indignación», así se dice que reaccionó Bush a una carta de Arafat en la que el líder palestino reiteraba su inocencia en el caso.

«Hay signos de que finalmente nos tendremos que conformar con lo que vemos: son los palestinos y no los israelíes los que impiden la paz en Medio Oriente», escribió el conservador «Washington Times».

Pero dejar que caiga Arafat supondría dar un vuelco completo a la política estadounidense en Medio Oriente de los 20 años últimos.

Hasta 1988, Estados Unidos consideró a la OLP como una asociación terrorista, hasta que el entonces presidente norteamericano, Ronald Reagan, comenzó las conversaciones con los palestinos.

Bajo el gobierno de Bill Clinton, Arafat fue uno de los visitantes más asiduos a la Casa Blanca.

Pero, desde que asumió la presidencia, hace ya un año, George W. Bush todavía no ha estrechado la mano de Arafat. Sin embargo, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, viajará a Washington el 7 de febrero próximo.

La última vez que visitó al presidente estadounidense fue en diciembre.

(DPA)


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