Hombres de montaña: dos hermanos que vieron pasar muchas nevadas

El temporal no asustó a los hermanos Saez, quienes vieron cómo dos árboles se desplomaban sobre la casa de uno de ellos, y estuvieron varios días sin luz.

Los inviernos casi siempre fueron duros en el siglo pasado, más aún en el faldeo del cerro Llao Llao. Las nevadas alcanzaban a veces hasta un metro de altura y caminar por lugares de frondosa vegetación ponía a prueba la capacidad de resistencia de cualquier persona. Allí se criaron Jorge y Luis Saez, a más de 25 kilómetros de distancia del centro de Bariloche, donde nació la mayoría de los ocho hermanos de la familia. “Mi viejo era el partero”, recordó Luis.

Contaron que tenían caminar casi un kilómetro detrás de un caballo, que iba delante abriendo camino, para llegar hasta donde pasaba el colectivo, cerca de Puerto Pañuelo. Iban a la Escuela N°48, ubicada en el kilómetro 18 de la avenida Exequiel Bustillo. Cuando recuerdan esos años de la infancia, ambos se miran y sonríen, con cierta complicidad. “Era un sufrimiento ir al colegio”, aseguró Luis.

Jorge y Luis tienen tantos inviernos y heladas sobre el cuerpo, que una nevada como la del fin de semana pasado no los asustó. Tampoco los puso nerviosos. Ni siquiera estaban perturbados por los dos coihues de casi 30 metros de altura que se desplomaron, como castillos de naipes, sobre el techo de la precaria vivienda de Jorge.

Los árboles cayeron el viernes por la tarde. “Estaba acá y siento un ruido fuerte. A esa hora nevaba bastante”, contó Jorge. Sólo tuvo tiempo de salir de la pequeña casilla. Los dos árboles cayeron y destrozaron la parte posterior del techo.

“Hay que levantarse y empezar de nuevo”, reflexionó Jorge, quien cuando dialogó con “Río Negro” aún no tenía luz. Llevaba seis días sin electricidad como el resto de los vecinos de la calle Centinela, en el barrio Villa Italo. El sector está ubicado a la altura del kilómetro 20, detrás del barrio Villa Don Bosco.

“Casi siempre somos los últimos en volver a tener luz cuando se corta”, aseguraron los hermanos. En el terreno escarpado hay todavía unos 20 centímetros de nieve y el barro abunda en la calle.

Luchas diarias

Nada ha sido fácil para Jorge desde que sufrió un accidente, tras caer justamente de un coihue que lo dejó discapacitado.

Rememoró que intentaba voltearlo para “darle una mano a un amigo”, que vivía en Península San Pedro. Estaba arriba del árbol, sintió un mareo y cayó. “Caí sentado y la pelvis se me quebró en cinco partes”, señaló.

Después le informaron que había sufrido un severo ataque de presión. Estuvo 21 días inconsciente, en el hospital Ramón Carrillo. Pero la recuperación demandó meses, sobre todo volver a caminar. “No estaba atado con un arnés ni nada”, lamentó.

El accidente ocurrió hace 18 años. Desde entonces, Jorge vive de una pensión por discapacidad, con la que debe hacer magia. “Era pintor de obra y volteaba árboles”, sostuvo. El hombre valoró la ayuda de su hermano, y de su hija que vive cerca. “Hasta ahora ando bastante bien”, afirmó.

“Me caí de un coihue y ahora un coihue se me cae arriba del rancho”, ironizó. Mientras, Luis luchaba machete en mano contra uno de los árboles.

Jorge soportó 25 grados bajo cero el domingo con su estufa a leña. Su cama está a menos de dos metros, y un nailon cubre una ventana que está orientada hacia la calle. Sintió que el frío perforaba por todos lados las paredes de madera. No se quejó. “Parece que este invierno va a ser nevador”, pronosticó.

Su hermano no está convencido. “Antes, los viejos decían que si bajaban los loros iba a haber nieve, ahora los loros ya viven con nosotros”, sentenció Luis.


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