Los riesgos de una reforma radical del Mercosur

Mirando al sur

El paso por Buenos Aires del canciller interino de Brasil, José Serra, dejó confirmaciones, como el conocido rap sobre el lugar preferencial de la Argentina como “socio prioritario” y algunas novedades en términos de coordinación política. Lo medular del viaje, sin embargo, pasa por otro lado: el futuro del Mercosur, la radical reforma del mismo que ambos gobiernos se comprometieron a acometer y el impacto de ello en el futuro de nuestro país.

En síntesis, la iniciativa pasa por permitir que cada miembro negocie acuerdos de libre comercio con terceras naciones o bloques por fuera del Mercosur. Eso obligaría a una reforma del tratado básico, el de Asunción, así como la modificación de la decisión 32 del 2000 del Consejo del Mercado Común, algo difícil debido a que las decisiones deben ser unánimes y la Venezuela chavista podría ejercer su poder de veto. Cabe la posibilidad, una vez más, de que todo derive en nuevas excepciones que perforen todavía más una institucionalidad ya poco presentable.

Si el gobierno interino de Michel Temer llega con el respaldo (y su contracara, los condicionamientos) del alto empresariado industrial paulista, la presencia de Serra en Itamaraty es la mejor garantía para ese poder. Serra, político paulista del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), es el mejor exponente político de ese sector. Exalcalde y exgobernador, candidato presidencial derrotado por Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, aspira a pelear nuevamente por el Planalto, para lo que su paso por la Cancillería y los logros que pueda exhibir serán fundamentales.

Entre otros, esos éxitos tendrán que ver de manera destacada con el grado de apertura comercial que consiga para la alta industria, la que desde hace tiempo se siente en condiciones de competir en las grandes ligas y cuyo proyecto es el del libre comercio.

Serra, entonces, pisa a fondo el acelerador. Aunque ante una pregunta de este columnista haya admitido que la “flexibilización” del bloque llevará varios meses y requerirá de los diplomáticos “soluciones creativas” desde lo normativo, el proyecto de un Mercosur bonsái está en marcha.

La idea, recordemos, es que habilite a cada país a entablar negociaciones “por afuera”. Ante la repregunta de qué sentido tiene hoy plantearse esa estrategia unilateral cuando la Argentina de Mauricio Macri, Uruguay y Paraguay acompañan su visión, el canciller respondió que “otros países podrían sumarse en una segunda instancia a esas negociaciones”. ¿La “creatividad” reclamada a los diplomáticos y juristas de Itamaraty pasa por dejar implícitamente a Venezuela fuera de la dinámica del bloque? Es probable. Si cada miembro puede negociar lo que quiera y con quien quiera, perfectamente los cuatro miembros fundadores podrían actuar en conjunto y dejar al chavismo como mero espectador de un bloque vacío.

El acuerdo, al que la Argentina presta un cauteloso respaldo, significa el acta de defunción de la unión aduanera, ya que el arancel externo común del bloque (ya ampliamente perforado por excepciones) quedaría como un elemento meramente decorativo en la medida en que terceras partes obtengan condiciones preferenciales de acceso a los mercados regionales.

Ahora bien, si la base de las eventuales negociaciones es nacional, las condiciones para Brasil y para Argentina, por caso, serían necesariamente distintas. En un futuro, entonces, las empresas argentinas que exportan a Brasil podrían encontrarse en ese apetecible mercado de 200 millones de habitantes con la competencia de compañías de otros países, probablemente más productivas y eficientes. El peligro de un desvío de comercio en perjuicio de nuestro país es lo que justifica la cautela del gobierno nacional, aun cuando comparte la visión del libre comercio.

Puede alegarse que el comercio Argentina-Brasil cayó un 40 % desde el 2011 y que el año pasado totalizó apenas u$s 23.000 millones, alrededor de un 6,5% del PBI nacional. Sin embargo, hay que tener en cuenta que más del 40% de las exportaciones industriales argentinas encuentran su destino en Brasil y que, en las condiciones actuales, resultan muy poco competitivas en otros mercados. Perder la preferencia del acceso al vecino sería muy gravoso para la industria nacional, comenzando por la automotriz, sector que Brasil pretende liberalizar totalmente en un año. El impacto de esto en el nivel de empleo no puede minimizarse.

El fracaso del Mercosur como unión aduanera, que se plantara frente al mundo con un mercado plurinacional potenciado, es patente. La causa han sido los desequilibrios macroeconómicos repetidos de sus dos socios principales.

En el caso argentino, esas crisis y políticas macroeconómicas erráticas impidieron acceder a lo que la gran industria brasileña sí logró: una inserción regional fuerte como primer paso para competir en mercados más exigentes.

La liberalización comercial abre mercados, claro, pero también cristaliza las estructuras productivas existentes (primarias en nuestro caso) y clausura las perspectivas de crecimiento de los sectores menos competitivos. En la Argentina, estos son, en buena medida, las pequeñas y medianas industrias, que absorben la mayor parte de la fuerza laboral. Que una reforma radical del Mercosur vuelva a colocarles una losa pesada encima debería motivar una reflexión a fondo.

Nadie puede proponer con seriedad que hay que mantener eternamente niveles elevados de protección. Probablemente sí, que es necesario avanzar en una apertura gradual e inteligente, con condiciones macroeconómicas estables y proyectos claros, en los que los incentivos se vayan correspondiendo con metas de producción mensurables.

Lo contrario puede equivaler a arrojar al bebé junto con el agua sucia de la bañera.

¿La “creatividad” reclamada a los diplomáticos y juristas de Itamaraty pasa por dejar implícitamente a la Venezuela chavista fuera de la dinámica del bloque?

El acuerdo significa el acta de defunción de la unión aduanera, ya que el arancel externo común del bloque quedaría como un elemento meramente decorativo

Datos

¿La “creatividad” reclamada a los diplomáticos y juristas de Itamaraty pasa por dejar implícitamente a la Venezuela chavista fuera de la dinámica del bloque?
El acuerdo significa el acta de defunción de la unión aduanera, ya que el arancel externo común del bloque quedaría como un elemento meramente decorativo

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios