¿No perdimos una guerra?

Redacción

Por Redacción

Complejo. Harto complejo. Y si se reflexiona desde el realismo más descarnado, quizá imposible. Al menos por un número interesante de generaciones.

Este es el convencimiento que tiene que asumir Argentina en relación a su aspiración de que Gran Bretaña se avenga a debatir la soberanía sobre las Malvinas.

Convencimiento descarnado, claro.

En política suele primar el tener que arreglarse con lo que se tiene. Máxime en política exterior.

Y lo que tiene Argentina para incidir con fuerza en el conflicto del Atlántico Sur es cero poder. Tiene la legitimidad de título sobre las islas. Sí, no es poco.

Pero no de cara a lo tangible, lo concreto. O sea el poder que en ejercicio sin eufemismos tiene Gran Bretaña sobre las islas.

Poder reproducido a velocidad uniformemente acelerada por la miserable determinación de un grupo de trasnochados dictadores de llevar a Argentina de la guerra de 1982.

Esta aquí salvado el honor de los compatriotas que murieron en aquel combate desigual. O aún sufren sus consecuencias de mil maneras. Lucha definida en el título del libro del general inglés Julian Thompson: “No fue un picnic”. Thompson, hoy historiador, condujo la IV Brigada de Comandos Reales en Malvinas.

Salvada entonces la entrega a todo o nada de aquellos nuestros soldados, vale una reflexión:

• Gran Bretaña también tuvo su sangre. Mató y murió en esas islas. Luchó por su prestigio, ese era en aquel momento su interés motivador para marchar a Malvinas. Es Inglaterra. Una historia densa en eso de ir a la pelea. Una historia que, como acertadamente la define Max Hastings en su flamante “La guerra de Churchill”, se detecta en los dinteles de las chimeneas en los hogares británicos. Allí están los retratos de la saga familiar caída en combate por la Rubia Albión –imperio o no– a lo largo de los tiempos. Y vale un dato: Hastings fue corresponsal de guerra en Malvinas. Y esa sangre es poder, claro. Obliga al Reino Unido. “Sangre pirata”, chillan los patéticos nacionalistas argentinos en desesperado y nervioso verbo por mellar la moral británica.

• Hoy para Inglaterra se suman otros motivos para quedarse, por los tiempos de los tiempos, en Malvinas. Entre otros, que el archipiélago está incrustado en la mayor reserva íctica del mundo.

• Computando este marco no hay que eludir un interrogante formulado desde la realidad: ¿por qué razón va a debatir la soberanía sobre las islas máxime después de la guerra del 82? ¿Por la resolución de la ONU de 1965?…

¿Por qué hablar de soberanía con una Argentina cuya historia institucional y de conductas en materia de política exterior es sinónimo de irresponsabilidad más allá de situaciones puntuales? Caso concreto, la firmeza y dignidad con que Raúl Alfonsín avanzó en la solución del conflicto del Beagle. El mismo Alfonsín que sin embargo se embarcó en una política negativa en la distensión de los vínculos con Gran Bretaña. ¿Por qué confiaría Inglaterra en Carlos Menem, que creyó que podía recuperar las islas enviando regalos de Navidad, peluches más precisamente, a los kelpers? ¿Por qué Inglaterra va a confiar en la gobiernos K de retórica estridente y patriotera? ¿Por qué confiar en presidentes como Macri, que transforma una breve conversación con la primera ministra inglesa en promesa de debatir la soberanía? Un contacto dado casi en el pasillo donde por género se dividen los mingitorios…

Papelón el de Macri.

¿Por qué confiar en un sistema político que como el argentino, y a lo largo de la transición, da la espalda al mundo académico en todo lo concerniente a alternativas para manejar el conflicto?

Es desde ese espacio donde surgen permanentemente iniciativas sólidamente fundamentadas para ese manejo. A esas iniciativas están, entre otros, vinculados intelectuales del fuste de Vicente Palermo, Marcos Novaro, Sergio Berensztein…

¿Por qué confiar en Argentina, que no ha hecho de la política exterior una política de Estado?

En fin, perdimos una guerra…

Hay que darse cuenta.

¿O no perdimos una guerra?

Argentina tiene una historia institucional y de conductas en política exterior que es sinónimo de irresponsabilidad, más allá de casos puntuales.

Datos

Argentina tiene una historia institucional y de conductas en política exterior que es sinónimo de irresponsabilidad, más allá de casos puntuales.

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