Un dopaje que el cuerpo facturará en algún momento

Gabriela Marciani conoce muy bien a los ciclistas. Es cardióloga y especialista en Medicina del Deporte. Comprende el estrés al que está sometido un competidor y -desde su lugar en el CeMeDep en Neuquén- lucha para que no recurra a sustancias que seguramente lo perjudicarán.

No se cansa de pregonar una evaluación clínica completa del deportista y pone el acento en la alimentación, para lo cual trabaja junto a un equipo de médicos deportólogos: nutricionista, traumatólogo y psicólogo.

Conviene estar atentos a las advertencias que hace sobre los efectos en la salud de sustancias como la EPO, la testosterona, la nandrolona y la somatropina. Y a sus consejos para un deporte competitivo mucho más sano.

P- ¿Es un problema común el dopaje en el ciclismo?

R- Sí. Es bastante frecuente que los ciclistas, para aumentar el rendimiento deportivo, usen sustancias para aumentar la fuerza, la potencia, la oxigenación en los tejidos mediante determinadas drogas, alguna de ellas prohibidas.

P- Si llega un paciente y le dice: quiero andar más fuerte en bicicleta, ¿cuál es su primera reacción?

R- Entendemos que la carga que tienen ellos es muy alta. Son carreras muy largas, exigentes. Sienten que no les alcanza. Mi primer objetivo: los derivo a la nutricionista deportóloga previo análisis de sangre bien completo para ver qué vitamina, qué proteína les puede estar faltando, tras un interrogatorio muy exhaustivo de acuerdo al entrenamiento que tienen: cómo entrenan, qué consumen… No receto ningún tipo de ayuda ergogénica, salvo vitaminas, minerales, aminoácidos. Les mejoramos la alimentación, que es la base de todo entrenamiento.

P- ¿Qué riesgos puede tener EPO en el ciclista?

R- En el ciclista o en cualquier otra disciplina deportiva. Es una medicación riesgosa, que hay que recetarla exclusivamente cuando se necesita. De lo contrario, puede producir infartos, trombosis. Aumenta la viscosidad de la sangre, con lo cual hay mayor riesgo de formación de coágulos y de accidentes cerebro vasculares. Los ciclistas no debieran consumirla. No está indicada para ningún tipo de deportes; sí en salud, en pacientes con insuficiencia renal o anemia crónicas.

P- ¿Cree usted que los ciclistas conocen los riesgos?

R- En las conversaciones del consultorio, algunos te cuentan que se están inyectando la EPO. No te dicen cómo y dónde la consiguen. Yo les explico las reacciones adversas. Resaltemos también que ellos son adultos y es muy difícil manejarlos. Es un desgaste advertirles las reacciones adversas no sólo de la EPO . La respuesta de algunos es: “Prefiero morirme arriba de la bici”. Contra eso es muy difícil. Tenemos que tomarnos el paciente trabajo de advertirles los riesgos. Y que ellos asuman la responsabilidad.

P- ¿Es posible que algunos se inyecten nandrolona de uso veterinario?

R- Sí, sí también. Más riesgoso.

P- ¿Qué consejo le daría a un ciclista que está inyectándose todo este cóctel?

R- Que se haga chequeos clínicos, cardiológicos completos. Que ante cualquier síntoma… Ellos conocen mucho su cuerpo. Saben perfectamente a qué frecuencia trabajan, hasta dónde pueden llegar, cuándo están pasados, saben cuándo tienen la frecuencia cardíaca más alta de la normal. A veces una carrera les avisa: pueden tener un dolor en la boca del estómago… Siempre les digo que estén atentos a un mareo, a cualquier síntoma raro: falta de aire o palpitaciones diferentes a las normales. Tienen que parar, acomodarse, consultar; si no seguiremos teniendo muertes súbitas arriba de la bicicleta en carreras o entrenamientos.

P- ¿Es común la muerte súbita?

R- Es común. Y los deportistas que van cerca de aquél que le pasó algo, te dicen que se había sentido mal y siguió; que tenía palpitaciones, dolor de pecho y siguió. Que estén atentos. Intentamos trabajar desde la prevención. ¿Te querés colocar las sustancias? No hay forma de impedirte que lo hagas.

No es lo mismo correr a los 20, a los 30 que a los 50. Hay muchas más complicaciones cardiológicas y neurológicas. Entonces, estar atentos al cuerpo, escucharlo, sentirlo, y parar. ¿Me siento mal?, paro.


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