Lula desafía la condena y la política brasileña es un mar de dudas

El exmandatario se postulará a la presidencia a pesar de la sentencia por corrupción. Arropado por su partido, el PT, dijo que “dará pelea” a los 71 años. Pero su candidatura, la estabilidad del actual presidente y muchas otras variables dependen de la Justicia.

La crisis política de Brasil no encuentra piso: en solo 14 meses cayó una presidenta, su sucesor tambalea y Lula, el hombre que puso al país en el tablero mundial, fue condenado a casi 10 años de cárcel. En este tiempo de caos, los ciudadanos de la mayor economía de América Latina desconocen si irán a las urnas en 2018, si tendrán un presidente interino por seis meses o si el Congreso elegirá al próximo mandatario en elección indirecta.

Desde ayer, tampoco saben si el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), que lidera los sondeos de intención de voto, podrá postularse nuevamente, a pesar de sus intenciones.

Lula confirmó ayer que volverá a la arena política, como era esperado, un día después de que un tribunal lo sentenciara a nueve años y medio de prisión por corrupción. “Si alguien piensa que con esa sentencia me sacaron de juego, pueden saber que yo estoy en el juego”, aseguró un aguerrido Lula, que compareció arropado por sus compañeros del Partido de los Trabajadores (PT) en la sede partidaria de Sao Paulo, su cuna política.

Aunque el juez de la causa anticorrupción “Lava Jato”, Sérgio Moro, lo condenó a prisión en primera instancia e impuso una pena de inhabilitación de 19 años para asumir cargos públicos, Lula apelará y esperará la segunda instancia en libertad. Se estima que el proceso durará meses.

El carismático ex presidente pidió a la cúpula del PT que lo conviertan oficialmente en su candidato. “Estoy dispuesto a pelear de la misma manera que cuando tenía 30 años”, aseguró el antiguo activista obrero. “Van tener un precandidato con problemas jurídicos, pero voy a librar una buena pelea democrática en las calles”, bromeó también Lula, vestido con una camisa roja, como es habitual en él en ocasiones similares, y una chaqueta negra.

Pese a los juicios por corrupción, el antiguo líder obrero e ícono de la izquierda latinoamericana lidera todas las encuestas con un 30% de los apoyos. Su popularidad sigue siendo alta sobre todo entre las clases más pobres.

El hecho de que la primera condena en su contra no lo haya sacado de la carrera electoral volverá el panorama aún más explosivo en un país sacudido desde hace años por intrigas políticas .

Política al ritmo de Lava Jato

Lula es el primer exmandatario en recibir una condena por un delito común y Michel Temer, el actual presidente, es el primero en funciones en ser acusado con el mismo cargo.

“Brasil está preso en el presente. No conseguimos imaginar el futuro porque no tenemos elementos suficientes para hacer un análisis coherente y determinar qué podría pasar a mediano plazo. Apenas conseguimos ver el corto plazo. Es como intentar prever el resultado de una guerra, no hay cómo hacerlo, hay que ver batalla por batalla”, dijo el cientista político Everaldo Moraes, de la Universidad de Brasilia.

Ese día a día muestra al presidente conservador Michel Temer contra la pared. Sucesor de Dilma Rousseff (2010-2016) tras un criticado juicio político, Temer fue acusado de recibir un soborno y ahora la Cámara de Diputados decidirá si envía el caso a la corte suprema o lo archiva. Ayer obtuvo algo de alivio. (ver aparte)

Si el caso avanza y Temer pierde su cargo, Brasil habrá tenido tres presidentes en un año y medio. Entre tanto, muchas leyes y normas han sido reescritas al ritmo de los procesos político-jurídicos y de las conveniencias políticas mayoritarias.

Y el gran motor de la agenda política ha sido y es la Operación Lava Jato, que reveló la cenagosa financiación de los partidos políticos y su relación tras bastidores con el poder económico.

Con todas esas incertidumbres, las elecciones de 2018 aparecen como un horizonte difuso.

Lula, es quizá la figura que mejor condensa el 2017 de Brasil: reúne el mayor apoyo y el mayor rechazo entre los precandidatos presidenciales. “Por el ritmo de esos juicios, es improbable que juzguen a Lula antes de las elecciones”, consideró el analista de la Universidad de Brasilia Antonio Testa. Uno de los escenarios más dramáticos sería que la condena a Lula sea confirmada en plena campaña electoral y que el ex presidente sea apartado de la carrera o incluso enviado a prisión. Pero incluso si la condena llega después de una eventual elección e investidura, los problemas serían inmensos, cree Testa. “Difícilmente podría gobernar. Podría sufrir un ‘impeachment’”, dijo el politólogo.

“Hay una necesidad de renovación, pero nadie sabe cómo hacerlo (…) la política está a la espera de lo que ocurra con Lava Jato, nuevas delaciones, pruebas, denuncias. Quedó en modo de espera”, dijo Moraes.

“La única prueba que existe en este proceso es la prueba de mi inocencia. La Justicia no puede tomar decisiones políticas”.

Lula da Silva, ante sus seguidores en San Pablo.

FMI: la mayor amenaza es la crisis política

El FMI elevó ayer de 0,2% a 0,3% su previsión de crecimiento para Brasil para este año pero rebajó la de 2018

“La profunda recesión parece estar cerca del fin”, dijo. Pero “la inestabilidad política y el contagio de las pesquisas sobre corrupción son las mayores fuentes de riesgo que pueden amenazar las reformas y la recuperación”, alertó.

En el primer trimestre, el PIB brasileño creció 1%, tras dos años de retroceso: -3,8% en 2015 y -3,6% en 2016.

Datos

“La única prueba que existe en este proceso es la prueba de mi inocencia. La Justicia no puede tomar decisiones políticas”.

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