Allen: conocé por dentro tres bodegas de chacra perdidas en el tiempo

Fueron testigos de otra época, en la que la producción viñatera era un orgullo para la región. Hoy, una decena de estos edificios construídos en el 1900, permanecen olvidados, y apenas sirven de refugio para buhos y palomas.

Fotos Juan Thomes

Están ahí, la mayoría de las que quedan en pie enclavadas en la zona rural del Alto Valle, como resistiendo al paso de tiempo. Son testigos de una época distinta, en la que la producción viñatera era orgullo para la región y el vino de mesa, el que se tomaba todos los días en el almuerzo o la cena, se elaboraba en estas tierras.

Decenas de bodegas de chacras, en las que se producía vino durante el siglo pasado, aún sobreviven en el paisaje rural. Muchas no pudieron ser derribadas porque sus estructuras son tan firmes y sólidas, que se hubieran necesitado grandes máquinas y un esfuerzo titánico para borrarlas de la escena. Y aunque casi todas se pierden en el olvido y hoy sólo sirven de refugio para búhos y palomas, son construcciones históricas que relatan el sueño perdido de una región que alguna vez tuvo a las vides como el emblema de la producción.

Allen es una de las localidades del Alto Valle en la que todavía están en pie las viejas bodegas de vino que quedaron en el abandono. Hoy, muchas se trasformaron en depósitos o simplemente son “cementerios” de herramientas y máquinas (prensas, filtros y lavadoras de botellas, entre otras) que antaño se utilizaban para elaborar el vino.

Viejas etiquetas de “La Udinesa”, donde se producía el vino “El atrevido”. Fotos Juan Thomes

Entre la Ruta 65 y la 22, la bodega de familia Ferroni llevaba el nombre de establecimiento Vitivinícola “La Udinesa”. Tenía capacidad para un millón y medio de litros y producía el vino de la marca “El Atrevido”, con uva propia y de terceros.

Llegamos a tener 30 productores que nos entregaban uva. Eran otros tiempos. Primero se vendía el vino en cascos y muchos años después llegó la botella y la damajuana, que fue todo un cambio para la producción”, cuenta Jorge Ferroni, hijo de Arturo, uno de los productores que en Allen marcó la tradición bodeguera.

La parte más antigua y pintoresca de la bodega de los Ferroni, que es la que está en mejor estado de conservación, fue construida a principios del 1900 por un hombre de apellido Lamfré.

En esas bodegas de chacra que abastecían el consumo de los pueblos de zona pero que también llegaban a almacenes y boliches de otras provincias, se elaboraba el vino de mesa que encontraba su propio carácter en enormes piletas de hormigón. El que fue sepultado por el tiempo y ya no está. “Era un vino seco, muy distinto a los que se consumen ahora. Más que nada se producía clarete, que era un rosado tirando a tinto, el blanco y el tinto. Después, la gente se empezó volcar más por los vinos abocados, que eran más dulces”, recuerda Ferroni.

A pocos kilómetros de la bodega de los Ferroni, también en la zona rural de Allen, se encuentra la que perteneció a la familia Cunti y que actualmente es propiedad de la firma frutícola Tres Ases. Esa bodega está abandonada y tiene en una de sus cúspides la inscripción del año en la que fue construida: 1919.

En las paredes de las piletas de hormigón de la bodega que perteneció a los Cunti quedó la marca de la última vez que se produjo vino: 1995. Fotos Juan Thomes

Un recorrido por el interior sirve para revivir el pasado de la producción viñatera perdida. Hay enormes toneles de roble Nancy en los que el vino más fino buscaba su punto justo y otro sector con piletas de hormigón. En un ala de la bodega que fue devorada por un incendio todavía quedan desparramadas algunas etiquetas descoloridas de la marca y libros de sueldos escritos con la prolijidad que tenía la letra de los abuelos.

Hubo una cosecha del vino Cunti, la de 1968, que, por sus características ganó fama y prestigio. “Tenía todo para ser muy bueno, se sentía en el aroma y el paladar”, explica Jorge Cunti, hijo de Don Nicolás Cunti, quien lideró la firma. “Dejó de ser un negocio cuando el corcho valía más que el vino que producíamos”, asegura.

En las paredes de las piletas de hormigón de la bodega que perteneció a los Cunti – tal vez como la sentencia del final – quedaron inscriptas las variedades y la fecha de la última vez que allí se produjo vino, en 1995.

Según Jorge Ferroni, hubo una serie de factores que llevaron a las bodegas de chacra a la desaparición y acabaron con esa producción viñatera en que en Valle había prosperado desde los inicios del siglo pasado. “Los costos empezaron a ser cada vez más altos y el ingreso de vino desde la región de Cuyo, que llegó con precios con los que no podíamos competir, nos hizo desaparecer. A mediados de la década del 70 el negocio se desmoronó y no hubo manera de que repunte. También cambió mucho el clima y las heladas, que antes no eran tan bajas, dañaron cada vez más la uva”, asegura.

Olvidadas, las damajuanas que se usaron en tiempos mejores.

Presente y pasado de Millacó, la más grande la Patagonia

La bodega Millacó, también ubicada en Allen, quedó en la historia como una de las más grandes de la Patagonia.

Hoy, parte de lo que fue su importante infraestructura, es ocupada por un supermercado chino, una iglesia evangélica y un gimnasio.

La bodega fue fundada en el año 1933 por un grupo de pioneros que apostaron fuertemente al cooperativismo, bajo el nombre Cooperativa Frutivinícola Allen Ltda.

Millacó representó, para Allen y la región, un emblema productivo.

Sus vinos se conocieron en toda la Argentina, e incluso algunos de sus productos llegaron a exportarse a los mercados internacionales.

Según investigó el grupo Proyecto Allen en un informe que abordó la historia de la bodega Millacó, “durante los años 1987 y 1988 se procesaron más de 10.000.000 de fruta” y llegó a calcularse que de la actividad que llevaba adelante la cooperativa dependían, en forma directa o indirecta, aproximadamente 16.000 personas, entre asociados, empleados, obreros, distribuidores, comerciantes y su grupo familiar”.

Además de la tradicional bodega, la Millacó tuvo una planta en el parque industrial para la elaboración de jugos concentrados, produjo vinos finos que alcanzaron importantes premiaciones, incursionó en el mercado de las champañas y envasó en tretra brik su vino de mesa.

En el 2004 y poco antes de que el inmenso inmueble de la bodega se rematara por la acumulación de deudas, un viejo socio que dedicó parte de su vida a la cooperativa recorrió el lugar por última vez y una lágrima de dolor y nostalgia rodó por su mejilla: el gigante vitivinícola que habían creado los pioneros se había caído a pedazos.

Desmanejos económicos y un vaciamiento que habría sido deliberado por algunos de los socios para obtener rédito propio, llevaron a la Millacó a la desaparición.

Aunque ya pasaron largos años de la época dorada de la bodega allense, muchos de los que estuvieron vinculados a la cooperativa se resisten a hablar del tema porque sienten impotencia e insisten en que era “imposible fundirla”.

Sin embargo, eso sucedió.

Muchas se trasformaron en depósitos o en “cementerios” de máquinas con las que se elaboraba el vino.

En números

Fechas y lugares que marcaron época

En la década de 1910 los especialistas determinaron que las tierras de la zona tenían características especiales para el desarrollo de la vitiviicultura.

Los establecimientos de Patricio Piñeiro Sorondo (fundador de Allen) y “Huergo y Canale” fueron los que plantaron las primeras cepas. Ambos adquirieron plantas el Burdeos, Francia, y apuntaron a producir vinos de calidad.

La familia Biló, una de las pioneras, llegó a trasladar el vino a través del vapor “Tehuelche”, una embarcación que navegaba por el río Negro hasta Viedma.

“Los costos empezaron a ser cada vez más altos y el ingreso de vino desde la región de Cuyo, nos hizo desaparecer”

Jorge Ferroni, hijo de uno de los productores vitivinícolas.

“Producir vino en las chacras, dejó de ser un negocio cuando el corcho valía más que el vino que producíamos”

Jorge Cunti, hijo de Don Nicolás Cunti, quien lideró la firma.

Datos

Muchas se trasformaron en depósitos o en “cementerios” de máquinas con las que se elaboraba el vino.
4
variedades de vino de mesa se producían: tinto, rosado, blanco y clarete. Algunos lograron reconocimiento internacional.
29
bodegas había en la región en 1969. Fue el momento en que mayor presencia tuvieron.
1934
Se creo la Junta Reguladora de Vinos: se prohibe aumentar la superficie de vides en la zona. El Valle protestó: no participó del debate parlamentario en el que Cuyo decidió en su beneficio
“Los costos empezaron a ser cada vez más altos y el ingreso de vino desde la región de Cuyo, nos hizo desaparecer”
“Producir vino en las chacras, dejó de ser un negocio cuando el corcho valía más que el vino que producíamos”

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