Incendios forestales, una lucha que no se agota con el fin del verano

Con la parte operativa prácticamente resuelta, queda por trabajar en otros aspectos no menos importantes en los meses en los que no se combate. La idea es investigar cómo se originó el fuego y, a partir de los datos recabados, buscar cómo prevenir los siniestros, que es más económico que apagarlos.

Resta investigar cómo se originó el fuego y resolver cómo prevenir los siniestros.

Cada temporada se renueva el riesgo de incendios forestales en la zona cordillerana de Río Negro y Neuquén, con el consiguiente temor por la pérdida de vidas humanas, en primer término, y luego por el potencial riesgo para viviendas y material boscoso de incalculable valor.

Aunque por cuestiones climáticas la mayor ocurrencia de este tipo de siniestros se da en plena época veraniega, cuando la temperatura del ambiente se eleva, el material vegetal se seca y crece la cantidad de personas que visitan la cordillera en calidad de turistas, gente que vivió la lucha desde adentro sostiene que no se debe bajar los brazos durante todo el año. Es más, insisten en que desde abril hasta noviembre deberían estar centrados los mayores esfuerzos para mejorar en el control y la prevención.

Uno de los que abona la teoría del trabajo más allá del combate de las llamas propiamente dicho es Roberto Molina, quien en su momento supo alcanzar el rango de subcomisario en bomberos de la Policía de Río Negro. También estuvo en los primeros pasos del Servicio de Prevención de Incendios Forestales (Splif) en la provincia de Río Negro.

Hoy está retirado, pero demuestra una firme inquietud por todo lo que tiene que ver con el combate del fuego en la cordillera. “Tenemos que empezar a ponerle el moño a las cosas, hemos avanzado bastante, pero falta. La gente cree que son los aviones los que apagan los incendios, pero esto no es así”, aclara como para introducir en el tema.

Este ex combatiente de siniestros forestales remarca que “los incendios están presentes en el verano, ocurren generalmente en la época estival, pero en ese momento no se puede hacer otra cosa que combatirlos. Mi propuesta es que debe existir una política proteccionista estatal estable, una visión de lo que queremos defender del fuego durante todo el año, no sólo en época de verano, y mantenerla más allá de los cambios naturales que se dan a nivel político”.

Se baja la guardia

Actualmente, lo que ocurre con este tipo de problemáticas es que se baja la guardia una vez que pasa la época de mayor riesgo. Pero para Molina “desde abril hasta noviembre hay que capacitar, hacer convenios, charlas en los colegios, simulacros en zonas de riesgo, y todo aquello que sirva para prevenir”.

Además, será de suma importancia capacitar al personal que está destinado al combate de incendios en el terreno.

Investigación de causa

El especialista mantiene contacto permanente con la gente del Splif y dice que va a colaborar desde afuera para preparar gente para investigación de causa, que “es una de las cosas que estamos debiendo”.

La investigación de causa apunta a abordar la zona del incendio y estudiar cuáles fueron los motivos que dieron origen a las llamas. La idea, dice Molina, “no es buscar responsables del origen del fuego, pero sí recorrer el terreno y elaborar una estadística que luego permita trabajar en otros aspectos importantes. No podés hacer una campaña de prevención si no sabés por qué ocurrieron los incendios”.

Hasta ahora, la investigación de causa de los incendios forestales no se realiza en ninguna provincia del país expuesta a este tipo de siniestros.

La lógica que se utiliza para la propuesta no deja de ser muy simple, aunque difícil de implementar desde la práctica. “Prevenir un incendio es mucho más económico que combatirlo, pero aunque esta idea parezca muy razonable no siempre se ve así en los que toman las decisiones” aclara Molina.

El experto sitúa a la causa humana como la principal generadora de incendios en la cordillera, aunque diferencia en ello varias cuestiones. “No siempre son intencionales. Puede haber impericia (prendés fuego sin prestar atención a si hay viento o no, a la temperatura, a la hora); puede haber imprudencia o negligencia (sabés que puede ocurrir pero igual lo hacés y no tomás las medidas necesarias) o puede haber intencionalidad (quemás por intereses económicos, financieros, por venganza)” dice para separar cuestiones.

“Pero cuando vos investigás y comenzás a sumar las causas te das cuenta de la capacitación que tenés que hacer. Eso se hace en el invierno” insiste el experto.

A su entender, todo el panorama de incendios forestales cambió a partir de 1996 cuando se prendió la ladera del Catedral en Bariloche. “Ese año nos conocieron hasta en Japón. Las cámaras de televisión vinieron por primera vez a ver y a filmar un incendio y produjeron una comunicación masiva en forma directa. Tuvo mucha trascendencia. Lo que llamaba la atención era que a pesar de los años de lucha contra siniestros, no teníamos el equipamiento ni las herramientas necesarias para el combate”.

La evolución del combate

En los 70 para combatir los incendios forestales se juntaba gente en la calle, se hacía una recorrida por los bares juntando parroquianos y al que quería ir lo llevaban a trabajar en la “zona caliente”. Se les daba una pala, alpargatas y se hacía lo que se podía. El incentivo de toda esa movida era el asado que se comía al final de la jornada.

En los 80 la lucha comenzó a hacerse más organizada. Relata Molina que “nos juntamos con el Ifona (Instituto Forestal Nacional) que ponía el equipamiento; con la Dirección de Bosques de Río Negro que ponía las camionetas; y nosotros que desde la Policía poníamos el personal. Entre los tres organismos empezamos a trabajar en los incendios del Currumahuida en los años 80”.

A fines de esa década y principios de los 90 cambió el panorama a partir de un boom turístico que ya no paró de crecer. “Había mucha más gente que andaba adentro del bosque y no había quién manejara ese tema, se tomó con más fuerza la capacitación y la organización, de alguna manera se profesionalizó” dice Molina.

Ahora, se mostró partidario de “dar el siguiente paso”.

Algunas claves de la actividad

La base del combate en los incendios forestales es el personal, es la parte de mayor importancia y la que se debe cuidar por encima de todo.

Las herramientas que se utilizan deben ser especiales, muy livianas, ya que van a lomo de hombre y tienen que ser fáciles de trasladar.

Hay que tratar de no cargar demasiado al operario porque se transpira mucho y la gente se sofoca, el cansancio llega rápido.

Los rangos de comportamiento extremo en los incendios son entre las 11 y las 18 horas, hay más temperatura, más viento, el operario aguanta menos en el campo.

El techo de la actividad para el combate es tener los medios aéreos, que son muy caros tanto para mantenerlos como para alquilarlos.

Cuando el incendio sobrepasa la media hectárea, en época de verano, con calor, el viento que generan las mismas llamas y en la ladera de una montaña, lo que se debe hacer es trabajar lo más temprano o lo más tarde posible, cuando las condiciones meteorológicas suelen cambiar y ser más favorables.

Hay que tener en cuenta que en el peor momento del siniestro las cuadrillas de combate no pueden hacer mucho, aquí lo que adquiere mayor trascendencia es resguardar el capital humano.

Una cuadrilla trabaja entre 6 y 8 horas diarias. En la noche tienen que descansar, hay que llevarlos a un lugar sin humo y tienen que estar bien alimentados para cuando vuelvan a la línea de fuego.

Hay momentos donde el incendio se mira, se estudia, se observa para dónde puede fluir según la vegetación existente en la zona y a partir de ahí se planifica su combate cuando las condiciones lo permitan.


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