El desafío de catar 60 vinos en una noche
Adrián Arden, periodista y sommelier, cató a ciegas 60 etiquetas de Malbec junto a decenas más de colegas en “El Desafío Federal 2017”.
El desafío de catar 60 vinos en una noche
Adrián Arden, periodista y sommelier, cató a ciegas 60 etiquetas de Malbec junto a decenas más de colegas en “El Desafío Federal 2017”.

Por Adrián Arden
A Andy Chango –músico, mediático, amigo de Calamaro- le propusieron una vez ser jurado en un concurso para elegir el mejor porro. El tipo aceptó y fue. Y supongo que la pasó bien. Tanto que cuando le preguntaron tiempo después cómo había sido la experiencia, respondió: “No sé qué decirte. Al tercer porro ya estaba re loco como para poder elegir”.
Hoy es sábado, son las 6 de la tarde y estamos en el Buenos Aires más colonial. En las próximas horas vamos a catar a ciegas 60 etiquetas de Malbec y elegir la mejor. No sé cómo lo vamos a lograr y prefiero no preguntarle a nadie. Por ahora mi única certeza es que no soy Andy Chango: prometo tomarme esto con más seriedad.
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El evento en cuestión es “El Desafío Federal 2017”, una propuesta que nació en 2011 en las redes sociales y que no deja de crecer. Consiste en reunir en un mismo lugar a profesionales y amantes del vino con los mejores vinos del país. Así lo explica Francisco Rivero Segura, organizador, mentor y anfitrión de esta noche: “Gracias a Twitter nos contactamos con un grupo de enólogos y comunicadores de Mendoza. Ahí vimos que ellos organizaban reuniones temáticas de Pinot, Bonarda o Cabernet Franc, a las que llamaban “Desafíos”. Cada uno llevaba sus vinos, los degustaban a ciegas y cerraban con un asado disfrutando de los mismos vinos y ahí pensamos: ¿Por qué no hacer algo similar en Buenos Aires?”.
Este año la cita es en un hotel y la gente va llegando como se llega a estos lugares: con cierto nerviosismo y el ojo atento para no desentonar con el paisaje. Los vinos están sobre la mesa envueltos en un papel blanco, enumerados y etiquetados. Son de ocho provincias: Mendoza (obvio), Salta, San Juan, Córdoba, Río Negro, Neuquén, La Pampa y La Rioja. Están divididos en cuatro categorías teniendo en cuenta el precio sugerido de venta al público: la primera abarca los de hasta $ 360, la segunda será para los de entre $ 361 y $ 460, la tercera para los de entre $ 461 y $ 600, y la última será para los de más de $ 601 (algunas etiquetas superaban los 1300 pesos).

Empezamos: la primera tanda incluye 15 vinos. Nos dan una planilla que está dividida en cuatro puntos básicos: vista, olfato, gusto y armonía general del vino. Somos unas 120 personas poniendo un puntaje que después se suma y convalida por un “gran jurado” que preside el salón y le da cierto aire de seriedad al asunto. Y es que, pese a la consigna que tiró el anfitrión al principio (“Dejar de lado los tecnicismos y concentrarse en descubrir el vino que más nos guste”), acá no hay espacio para amateurs: hay sommeliers, enólogos, periodistas, especialistas y grandes consumidores y conocedores del vino.
Lo primero es analizar el color, pero al fin de cuentas se trata de Malbec y lo esperable es que todos tengan un color violáceo que va desde los más claros tipo rubí hasta los bien oscuros símil petróleo. Por eso nadie se detiene mucho tiempo en este punto.
Lo segundo es el olfato y acá la cosa ya se pone más interesante. “Mucha fruta, súper equilibrado”, inauguran en la mesa de al lado. “Se siente la ciruela, es una explosión de frutilla y cereza en la boca”; “tiene una punta amarga que le sienta muy bien”; “Me gusta, es complejo, pero se cae en el medio de boca”, acotan algunos. Hasta que alguien se anima a “la” palabra: “esa” palabra: “Me gusta, lo siento muy mineral”, dice, y todos callan/asienten/revolean los ojos.
Yo hago silencio, comprendo la incomodidad: pocas cosas desatan tanta polémica por estos días como describir a un vino utilizando esa palabra. Hay quienes la aman y defienden a capa y espada. Y muchos que rechazan su uso, por inadecuado, incomprensible y snob.
Entonces, la pregunta obligada: ¿Qué es la mineralidad en un vino?
En una apretada síntesis, es un descriptor que de hecho no describe un sabor, olor o sensación, sino todas esas cosas juntas. Si hablamos de olor, podría ser algo parecido al yeso, fósforo, pizarra o la piedra mojada. Si hablamos de sabor, podría ser algo más salino o identificado con el gusto a roca. Y en eso, todos los que estamos sentados en esta mesa coincidimos, excepto mi compañera de mesa: “Trato de imaginarme cuántas veces esta gente chupó una roca o una piedra mojada y no me sale”, me dice. Prefiero no responderle.

Seguimos: el tercer paso es el gusto en boca y la cosa va in crescendo: “No es franco, prometía mucho más en nariz”; “se dispara la acidez, se desequilibra mucho”; “La fruta acá se sienta más madura, seguro es un vino de altura”, van aportando todos. “Es la acidez típica del Valle de Uco”, me comenta una señora por debajo de sus lentes de ver de cerca. Yo sigo anotando.
Y, a un ritmo que puede ser un poco frenético, pasan los vinos. Te dan un par de minutos (literal) hasta que te llenan la copa con el próximo.
Así 60 veces para llegar a una conclusión bastante compartida: en el Malbec casi siempre hay aromas y sabores a frutas rojas maduras, desde ciruelas pasas y mermeladas (propias de climas cálidos) a mora y cassis (de climas más fríos); también a especias, desde el pimentón al ají molido, con algo de pimienta negra, especialmente en los provenientes de Cafayate; aromas florales, a violetas e incluso rosas (dicen que propios de los vinos del Valle de Uco) y también una punta balsámica en algunos vinos de zonas cálidas, que se expresa como tomillo, laurel, trazos de menta y romero.

A medida que pasamos a otra categoría (y subimos de precio) los vinos se van complejizando. Aparecen nuevos descriptores y también aflora la técnica de cada uno para encontrarlos. Y acá nadie se queda callado: todos aportan algo.
El paso a paso de un catador profesional incluye: observar el vino, olerlo, saborearlo en la boca y escupirlo. Y ese último paso es casi obligatorio esta noche: es la única manera de asegurar la supervivencia y llegar en condiciones dignas al final. Todos cumplimos con esa premisa hasta el vino 40: justo el momento en el que hacen su entrada triunfal los vinos de más de 600 pesos. Es un acuerdo tácito y comprensible: no hay muchas oportunidades de tomar tantos vinos de buena calidad en una sola noche.

Ya casi es medianoche. La mayoría acusa el cansancio de una noche larga. Los vinos son casi todos entre muy buenos y excelentes. Las diferencias son sutiles, cuesta encontrarlas. Y a esta altura las catas son comentadas, compartidas. Se sabe: el alcohol afloja la lengua y acerca a las personas. El clima ya es más de cofradía, con código futbolero, y a nadie le sorprende: no por nada la proporción de hombres en el salón es bastante superior.
Y así el desafío va llegando a su momento culmine: lo único que queda es saber cómo se completó el ránking con el mejor de cada categoría.
Veamos:
-Vinos de hasta 360 pesos: Trivento Golden Reserve 2014 de Bodega Trivento. 100 por ciento Malbec. Luján de Cuyo (Mendoza).
-Vinos de hasta 460 pesos: FIN Single Vineyard 2013, de Bodega Fin del Mundo. 100 por ciento Malbec. San Patricio del Chañar (Neuquén).
-Vinos de hasta 600 pesos: Terrazas Single Vineyard Las Compuertas 2013, Bodegas Terrazas. 100 por ciento Malbec. Las Compuertas, Vistalba (Mendoza).
-Vinos de más de 600 pesos: República del Malbec 2015, Bodega Riccitelli Wines. 100 por ciento Malbec. La Consulta, Valle de Uco (Mendoza).

De ahí en más todo empieza a languidecer como en los últimos minutos de una fiesta de casamiento: la cola para el sanguchito bajonero, los manteles blancos manchados, los mozos con ojeras, la luz blanca apoderándose del salón, el fondo blanco con los últimos vinos, la selfie grupal y a los gritos y el souvenir de rigor: en este caso más vino, obvio.
Yo agarro el mío, lo guardo en la mochila y salgo de este tour de force con la frente en alto. No es poco: catamos 60 vinos y aquí estamos para contarlo. Afuera hace frío y la Avenida de Mayo luce tan decadente como siempre a esta hora de la noche. Solo pienso una cosa: estuve más de cuatro horas en una burbuja que voy a añorar todo el año.
Adrián Arden
Periodista y sommelier
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