100 años: Viedma capital definitiva

Por Héctor Pérez Morando

Durante la presidencia de José E. Uriburu, mediante su Ministerio del Interior, como continuador del mandato de Luis Sáenz Peña y por 1898 hubo presentaciones de vecinos de Fuerte General Roca para el traslado a ese lugar de la capital territorial. «Manifestaciones hechas por diarios de la Capital Federal y la petición de algunos propietarios de terrenos de los alrededores de aquel punto (Fuerte Roca) presentada hace pocos meses al Ministerio del Interior, confirman la intención de preparar el espíritu de V.E. a la favorable resolución de aquel propósito». Así se expresaban en parte de la nota que enviaron más de cien vecinos viedmenses al presidente Julio A. Roca el 4 de diciembre de 1898. El detonante parece haber sido, además, la memoria del Ministerio de Justicia, del cual parecía «desprenderse, la suspensión de la Cárcel Pública» de Viedma, según los vecinos de la histórica población. La misiva era encabezada por el presidente municipal Rómulo Sarmiento – un poco olvidado en la historia lugareña- y avalaban el petitorio tradicionales apellidos como los Contín, Balda, Entraigas, Rial, Pita, Iribarne, Arró, Guidi, León, Fossati, Schieroni, Otero, Linares, los salesianos Vacchina, Garrone y otros. Constituyó el primer encontronazo de la famosa puja entre ambas poblaciones y que perduró hasta octubre de 1973, gobierno de Mario Franco.

El cambio presidencial del 12 de octubre de 1898 – Roca por Uriburu-, la gran distancia y los nuevos funcionarios nacionales y territorianos contribuyeron a que por unos meses los pedidos y expedientes mantuvieran la calma en cajones burocráticos y las lapiceras mojaran menos tinta… Para que Viedma continuara siendo capital territorial, hubo, además, adhesiones del presidente municipal de Coronel Pringles (Guardia Mitre) D. Martinolich y su secretario tesorero C. Cóppola (nota del 2-1-1899), con firmas de vecinos.

Pero llegó la devastadora inundación de mediados de 1899 que afectó a Fuerte Roca con la mudanza a su actual emplazamiento, y a Viedma con gobernación y vecinos, unas semanas en Carmen de Patagones y algunos meses en Choele Choel, traslados provisorios bastantes conocidos y a los que nos hemos referidos en otras notas. Por un tiempo Viedma fue capital andante en botes, vaporcitos, carros y caballos con su flamante gobernador, el jujeño Eugenio Tello, sus funcionarios y hasta juez Letrado y presos. Debe ser un caso único. Según los viedmenses de entonces, gran culpable de la inundación fue la laguna «El Juncal» que rodeaba a la capital. Posteriormente hubo terraplén y se la desecó. ¡Que no se le ocurra emerger!

Con los principales poblados rionegrinos destruidos por desborde del Negro en 1899, el futuro asiento capitalino se presentó nuevamente como asunto a resolver. El ministro del Interior Felipe Yobre y el subsecretario de ese ministerio, Espeche, tuvieron que reunir anteriores petitorios – y los que recibían- y comenzar a considerar la posibilidad de nuevo asentamiento físico para la capital rionegrina, a la que el gobernador Alvaro Barros había impuesto el nombre del hispano fundador en reemplazo del bello y sonoro Mercedes de Patagones.

¿Seguían los cambios? Es bueno recordar que las comunicaciones con la capital de la República, desde Viedma eran exclusivamente por mar y desde los altos valles rionegrinos – Río Colorado (Buena Parada), Fuerte Roca y Cipolletti (Parada Limay) comenzaba a moverse por medio del F.C.S. y Bahía Blanca. El recuerdo es para dar noción de tiempo epistolar en aquellos años.

Para afrontar el tema del asiento de la capital, el Poder Ejecutivo Nacional, mediante decreto del 3 de noviembre de 1899 había designado una comisión técnica para expedirse. La integraron el gobernador Eugenio Tello, el ingeniero César Cipolletti y el gral. Rudecindo Roca, que habiendo renunciado fue reemplazado por el ing. Luis Silveyra, «para practicar los estudios necesarios e informar sobre el paraje en que debe establecerse la capital del expresado territorio (Río Negro), tomando en consideración las conveniencias sociales y políticas, y la situación topográfica de los lugares», (Tello, E. – Informe del 15-2-1901). Dicha comisión estimó «que el desempeño de su cometido era difícil… tratándose del pueblo principal a fundarse en el territorio, donde las generaciones venideras soportarían las consecuencias, si no fuera acertada la elección que se hiciera, resolvió una inspección ocular, recorriendo al efecto el valle del Río Negro, desde la Boca (actual Balneario El Cóndor) hasta Roca, que es la zona más importante, habiendo a la vez tomado informes sobre otros parajes…» (Tello, ídem.).

Nuevamente se movilizaron las corporaciones municipales hasta Choele Choel y Carmen de Patagones en favor de Viedma. Cantidad apreciable de firmas, que mucho ayudan a saber quiénes fueron pobladores hace cien años. Mientras, el Ministerio del Interior iba pasando las presentaciones a la comisión especial. Minucioso informe, con una introducción general y detalles precisos sobre Choele Choel (estación y pueblo), Isla Grande de Choele Choel, Fuerte General Roca, General Conesa, Puerto San Antonio y Viedma, todas aspirantes a la nueva capitalidad. Mientras tanto, en forma acelerada se levantaba el nuevo pueblo de General Roca y se reconstruía Viedma. Las aspiraciones capitalinas luchaban contra los escombros. El informe fue favorable a Viedma. Decía la opinión a manera de fallo: «Por lo expuesto, debe reponerse la capital en el pueblo de Viedma, sin necesidad de expropiar terreno para el pueblo, quintas y chacras, y donde existen valiosos materiales de los edificios públicos destruidos…». (Pérez Morando, H. – Río Negro y el gobierno de E. Tello. Jornadas de Historia, 1999)

Esta vez el trámite anduvo rápido. El 9 de mayo de 1900 – hace cien años- Roca y Yofre firmaron el decreto del alivio institucional para Viedma y que expresaba: «De acuerdo con el informe de la mayoría de la Comisión nombrada para designar el paraje adecuado con destino a capital del territorio del Río Negro, el Presidente de la República decreta: Art.1º. Declárase capital definitiva del expresado territorio, al pueblo de Viedma. Art.2º. Por el Ministro de Obras Públicas se mandará practicar los estudios necesarios, a fin de proyectar las obras que garantan a dicho pueblo de inundaciones extraordinarias, y la construcción de edificios provisorios para la instalación de la gobernación, juzgados, policía y cárcel».

«Tello estaba en Buenos Aires, alojado en el hotel Roma, palanqueando el asunto capitalino y envió un telegrama con la buena noticia – que se intuía favorable en la población- a Silvano Otárola, comisario de policía de Viedma. Informaciones de la época que perduraron durante muchos años, expresan que hubo embanderamiento, en la noche se lanzaron al espacio estruendosas bombas, vivando con vehemencia al presidente de la República, al gobernador Tello, al ingeniero Silveyra y a Viedma capital. También estuvo presente la banda de música de los salesianos en la plaza Wintter, cohetes, hurras, vivas y gran alegría. Telegramas iban y venían. Había vuelto la calma a Viedma. Hechos parecidos sucedieron en la capital provincial en 1957 durante la primera Convención Constituyente y también relacionado con el asiento capitalino». (Pérez Morando, H. – ídem.).

Hasta el general Félix Benavídez – domiciliado en Thames 2138, tercer gobernador territoriano- fue receptor de felicitación enviada por el Consejo Municipal de Viedma. La mano del gobernador Tello – no dudamos hasta hoy- se había movido decididamente en favor de Viedma capital, acompañado por salesianos encabezados por monseñor Cagliero, hacendados y otras expresiones del poder de aquellos años. Bueno es recordar que Tello era «mimado» de Roca, quién lo tenía como incondicional desde que fuera gobernador de Jujuy en su primera presidencia, luego senador nacional y gobernador del Chubut antes de serlo de Río Negro. Por algo le obsequió un bastón – estoque – que hace unos años tuvimos en nuestras manos- y un fusil que lució en su chacra de Luis Beltrán.

Cien años de la primera capitalidad de Viedma. Capital que todavía no ha cumplido con el futuro que vislumbraba Tello – hay que leer sus escritos – pese a la envidiable ubicación geográfica y a los dones de su naturaleza. A cien años de aquella decisión y a doscientos y pico de fundacionales, la maraña estatal – humana y expedienteril – parece haberse adueñado (¿para siempre?) de su vida. Lástima.


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