300 años británicos de Gibraltar
Gibraltar se apresta a cumplir trescientos años bajo la dominación británica. No es poco. Gran Bretaña se apoderó de Gibraltar como consecuencia del Tratado de Utrecht, suscripto el 13 de julio de 1713 por el que, según los británicos, se cedió el Peñón, en perpetuidad. Para siempre, entonces. El tratado, obsoleto, entre otras cosas prohíbe a los judíos y musulmanes afincarse en Gibraltar. Lo que naturalmente ha sido ignorado. Para España, Gibraltar es hoy apenas un enclave colonial, inaceptable como tal. Parte de su integridad territorial cercenada. Y es así. Las relaciones de Gibraltar con España están nuevamente tensas y los incidentes en el mar son cada vez más frecuentes. Sea en relación con las actividades pesqueras, sea con respecto a la navegación civil. Ocurre que España sostiene que la cesión del Tratado de Utrecht nunca incluyó aguas de ninguna naturaleza. Sólo tierra. No obstante, España está hoy en mala situación económica y con un nivel de desempleo de terror. Gibraltar, en cambio, está económicamente floreciente, movida por los distintos servicios que allí se han afincado. Especialmente los que tienen que ver con los seguros, las finanzas, el transporte marítimo y el juego. Como consecuencia, sus pobladores tienen uno de los ingresos per cápita más altos de Europa. Y no existe la desocupación, para envidia de los vecinos, agobiados por ella. Para España, los residentes gibraltareños no deben ser tenidos como parte en las conversaciones en materia de soberanía sobre Gibraltar. Ni tienen derecho de veto alguno, como población importada que efectivamente son, desde que no hay en Gibraltar pueblo alguno que pueda de repente reclamar para sí el carácter de “pueblo originario”. Para los británicos no hay nada que discutir en materia de soberanía sobre Gibraltar. Absolutamente nada. Es un territorio británico. Punto y aparte. Pero España no se descorazona y sabe que los tiempos de la historia tienen otros ritmos. Sin duda, los apoyamos en sus reclamos. Y sabemos que el tema es perseverar más allá de las frustraciones y persistir con un reclamo que muchos creemos justo y legítimo. (*) Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
EMILIO J. CÁRDENAS (*)
Gibraltar se apresta a cumplir trescientos años bajo la dominación británica. No es poco. Gran Bretaña se apoderó de Gibraltar como consecuencia del Tratado de Utrecht, suscripto el 13 de julio de 1713 por el que, según los británicos, se cedió el Peñón, en perpetuidad. Para siempre, entonces. El tratado, obsoleto, entre otras cosas prohíbe a los judíos y musulmanes afincarse en Gibraltar. Lo que naturalmente ha sido ignorado. Para España, Gibraltar es hoy apenas un enclave colonial, inaceptable como tal. Parte de su integridad territorial cercenada. Y es así. Las relaciones de Gibraltar con España están nuevamente tensas y los incidentes en el mar son cada vez más frecuentes. Sea en relación con las actividades pesqueras, sea con respecto a la navegación civil. Ocurre que España sostiene que la cesión del Tratado de Utrecht nunca incluyó aguas de ninguna naturaleza. Sólo tierra. No obstante, España está hoy en mala situación económica y con un nivel de desempleo de terror. Gibraltar, en cambio, está económicamente floreciente, movida por los distintos servicios que allí se han afincado. Especialmente los que tienen que ver con los seguros, las finanzas, el transporte marítimo y el juego. Como consecuencia, sus pobladores tienen uno de los ingresos per cápita más altos de Europa. Y no existe la desocupación, para envidia de los vecinos, agobiados por ella. Para España, los residentes gibraltareños no deben ser tenidos como parte en las conversaciones en materia de soberanía sobre Gibraltar. Ni tienen derecho de veto alguno, como población importada que efectivamente son, desde que no hay en Gibraltar pueblo alguno que pueda de repente reclamar para sí el carácter de “pueblo originario”. Para los británicos no hay nada que discutir en materia de soberanía sobre Gibraltar. Absolutamente nada. Es un territorio británico. Punto y aparte. Pero España no se descorazona y sabe que los tiempos de la historia tienen otros ritmos. Sin duda, los apoyamos en sus reclamos. Y sabemos que el tema es perseverar más allá de las frustraciones y persistir con un reclamo que muchos creemos justo y legítimo. (*) Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
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