Tiempo y memoria juegan entre sí en un filme de Prividera

El cineasta argentino lleva su documental, que aborda el Alzheimer, a la 35 edición del Festival de Cine de Mar del Plata

Nicolás Prividera adoptó desde su primer filme el formato ensayo para profundizar en sus películas y en «Adiós a la memoria», cinta documental que se presenta hoy en la Competencia Internacional de la 35 edición del Festival de Cine de Mar del Plata, recorre ese tópico a través de imágenes y recuerdos de su padre con Alzheimer.

«Revisando las viejas filmaciones familiares cuando estaba haciendo mi primera película («M», 2007) vi que ese material desbordaba lo que yo estaba haciendo y ‘pedía’ su propia película. Pero durante mucho tiempo no le encontré la vuelta. Hasta que mi padre empezó a perder la memoria. Eso actuó como disparador y a la vez como eje desde el cual hacerla», dijo el realizador en una entrevista con Télam.

¿Cuáles son los caprichos de la memoria? ¿Los recuerdos son reales, imaginados o son los deseados? ¿Qué pasa con lo que no recordamos? ¿Lo hacemos por un inocente o un culpable olvido? Así como Borges -cuya figura sobrevuela el filme-, Prividera debate en cómo tiempo y memoria juegan entre sí.

«La memoria es un concepto inabarcable, todo lo humano podría caber en ella. A la vez es un mecanismo muy frágil, muy inconstante. Esa es su paradoja. Y sobre todo no ser una estantería que junta polvo, sino un campo de batalla donde se juega el modo en que nos contamos la propia historia, familiar o nacional…», sostuvo el realizador de «Tierra de los padres» (2011).

Con filmaciones caseras con la cámara de su padre, amante del cine en general y, especialmente, de «Casablanca», Prividera arma un rompecabezas sobre su propia vida, la de su padre, la del país y la de las modernas clases sociales, siempre desde una mirada critica, que pese a no buscar ser objetiva, da en puntos claros que reflejan, al menos, una realidad.

P- ¿Creés que hay una dicotomía entre hacer memoria y hacer historia?

R- Suele decirse que la historia es objetiva y la memoria subjetiva, aunque toda historia está hecha de memorias, y toda memoria se construye en un contexto histórico. Digamos que son distintas caras de una misma moneda.

P- El enfrentamiento entre lo público y lo privado lo mantenés a lo largo de la película (no en el sentido del debate de la propiedad privada). ¿Cómo creés que conviven en tu película esas dos esferas y cómo se retroalimentan?

R- Se repite aquí la misma cuestión que en la relación entre historia y memoria: lo público y lo privado se mezclan, se intersectan, se determinan mutuamente. Por eso quise que esa tensión y relación estuviera siempre presente en la película. Para sacarla de esa zona «íntima» a la que suelen conducir las imágenes familiares.

El cine debiera ser un espacio que preserve las imágenes y las devuelva a una conversación pública más estimulante»

Nicolás Prividera

P- En esa relación público-privado, también contraponés al «narcisismo» de los autorretratos con el filmar a los otros. Sin embargo, esos «otros» pueden no querer ser invadidos en su privacidad por la cámara de un desconocido (más allá de ser en lugares públicos, uno quizá tiene el derecho a mantener la privacidad de tomarse un café en un bar). ¿Cómo creés que conviven esas esferas en estos casos, donde «la cosa pública» no tiene lugar?

R- «Filmar a los otros» no necesariamente implica asaltarlos, sino asumir que esa curiosidad y atención sobre el prójimo hace a una sociedad menos individualista. Y también es un modo de referir a la pulsión documental que nos permite tener imágenes inesperadas del pasado, como las que aparecen en la película. En ambos casos, se trata de «salir a la calle» para dar cuenta de un estado de las cosas. Y todos somos parte de esa «res pública», de ese diálogo abierto. Todo lo demás es parte de la intimidad, una esfera que no debiera interesar más que a las personas, pero suele ser sobreexpuesta en las redes virtuales. El cine debiera ser un espacio que preserve las imágenes y las devuelva a una conversación pública más estimulante.

P- Hay pocas cosas tan aburridas como ver el video de un casamiento o comunión. Sin embargo, en un momento, como decís en tu película, se transforman en documentos de la memoria y hasta de la historia. ¿Cuándo creés que sucede ese cambio?

R- En principio, el mero paso del tiempo convierte todo en documento de su tiempo. El tema, en el caso del cine, es cómo transformar esos documentos en historias. Cómo devolverles la vida y a la vez preguntarse por la distancia entre nuestra mirada en el presente y el pasado que persiste en esos objetos. Los mejores documentales son fruto de esa mirada abismada.

Agencia Télam


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