Una híper que desde 1984 «esperaba en la esquina»


falta de un esquema económico global, la propia realidad económica va imponiendo su rigor y obligando a actuar a la defensiva al gobierno de Alfonsín.


Pregunta: En su libro usted publica documentos que reflejan sus puntos de vista sobre la situación económica que hasta hoy permanecían desconocidos…

Respuesta: Eran para el interior del gabinete económico y algunos para el presidente. Ese era su alcance…

P: Pero son de un realismo descarnado. El documento del 20 de julio del ´84 habla de la hiperinflación como un horizonte inevitable. Que en ese año, con un gobierno flamante y prestigiado, se documentase en términos de temor un desenlace de hiperinflación, ¿no es llamativo?

R: No para quien reflexiona serenamente los problemas del país, problemas que vienen de lejos. En la Secretaría de Planeamiento, liderada por Adolfo Canitrot y donde dominaba el pensamiento académico, sí se pensaba en la posibilidad de una híper… que estaba esperando en la esquina…

Juan carlos Torre, sociólogo e historiador.

P: ¿Para ese julio de 1984 ya había en ustedes pesimismo sobre la gestión del gobierno?

R: No pesimismo. Preocupación, sí y creciente. Había convencimiento sobre la gestión de Economía, a cargo de Bernardo Grinspun, y así se señaló en el documento: “Parece no existir una conciencia de las pocos alentadoras perspectivas futuras y ello se refleja en la escasa preocupación por los problemas globales en las reuniones del gabinete económico. Al contrario, la tentación habitual es desviar la atención en beneficio de las urgencias de la hora”.

En el documento en cuestión, se advierte sobre cierto estilo -nada aconsejable- que va ganando a la administración Alfonsín.

Señala -por caso- el documento:

* “La presión inevitable de la marcha de la economía obliga a la reflexión. Sucede, sin embargo, que esa reflexión es episódica y a las apuradas. Lo que significa que se adopten decisiones sin la debida evaluación , esto es, se camina a tientas en la oscuridad”.

* “La oscuridad dentro de la que se mueve la gestión tiene su origen en la falta de un esquema económico global. A falta der tal cosa, la propia realidad económica va imponiendo su rigor y obligando a actuar a la defensiva”.

P: ¿Grinspun era un escollo para el manejo racional de la situación económica? En su libro emerge como una persona de personalidad turbulenta, no ajena a la soberbia. Dice incluso que en los niveles superiores del equipo económico, había carencia de profesionalismo…

R: No quiero cargar más las tintas contra Grinspun. Fue un luchador leal al partido, a Alfonsín… Tenía su estilo, sí. Pertenecía a una generación de economistas y militantes que se habían forjado en una Argentina más “plácida” -digamos- que la que recibió Alfonsín, y bueno… usted es el periodista, el que pregunta. ¿Pero le puedo yo hacer ahora una pregunta?

P: Sí, claro…

R: ¿Por qué le llama tanto la atención ese documento?

P: Porque como decía Silvio Frondizi, “a las buenas definiciones no les faltan ni sobran palabras”. Y ese documento, en su sus 15 o más puntos, define un estilo, una cultura muy arraigada del radicalismo al gobernar: que en muchas reuniones, se llevaban largos ratos hablando de “bueyes perdidos”… ¿Se sufría desde la Secretaría de Planeamiento ese estilo?

R: Y, sí… Se sufría porque desde nuestra nuestra condición de asesores, no éramos ajenos a los problemas y teníamos reflexión sobre ellos, alternativas. Pero no estábamos en condiciones de influir en el curso de los acontecimientos. Por supuesto que todo cambió cuando Juan Sourrouille se hizo cargo de Ecomomía, pero esa es otra historia…

P: En un libro muy atrapante, “El fin de la quimera”, James Neilson señala que en clave a ejercer el gobierno, “los radicales operan desde el convencimiento que de alguna manera, el tiempo soluciona los problemas¨. ¿Usted percibía ese estilo?

R: Sí… pero la cercanía del espacio de las decisiones me convencía de la raíz de ese estilo, de su por qué. Y que quizá no sea tanto, aunque no es contradictorio con ello, por creer que el tiempo sana, cura, soluciona. Me parece que la esencia de ese estilo también hace a dictados de debilidad, a sentirse poco fuertes o nada fuertes para definir con crudeza, con un antes y un después… En todo caso, ausencia de audacia en políticas de ajustes que graviten definidamente en la economía en esos primeros meses del gobierno…


“¿Por qué se comportan así los argentinos?”

Las 540 páginas del libro de Juan Carlos Torre desbordan de reflexiones sobre Argentina que calan hondo, muy hondo, en todo espíritu inquieto, acicateado por desentrañar – por caso -, la naturaleza del comportamiento de los argentinos en relación a lo público.

El 1 de enero del ´86 – por caso – Torre confiesa sus dudas sobre la capacidad del gobierno que integra de lograr manejar con eficiencia la cordillera de problemas socioeconómicos que tiene ante sí. “Para mí – dice -, el interrogante con que se abre el año es: ¿Será acaso el año en que los argentinos volverán a recuperar sus viejos reflejos autodestructivos?”.

Torre computa que será un lapso “caliente”. Y manifiesta sus dudas “acerca de la capacidad que tienen nuestras recién recuperadas instituciones para manejar los conflictos?. Y centrando su lupa en los desafíos económicos – financieros, Torre reflexiona: “El margen del gobierno para satisfacer las demandas de la población es, a mi juicios, muy limitado”. Habla entonces del dictado emocional – “coloreado” lo llama – que prima en el debate público sobre los problemas.

Y entonces Torre se pregunta: “¿Por qué este país tiene que estar permanentemente acosado por la convocatoria a grandes designios o grandes desafíos?, ¿Por qué la historia argentina tiene que desenvolverse como una sucesión de gestos heroicos, o para usar otra imagen, funciones de ópera? El Cordobazo, los montoneros, la vuelta de Perón, la represión y sus diez mil desaparecidos, la guerra de Malvinas, la vuelta a la democracia, el Juicio a las Juntas Militares, el Plan Austral. A es lista hay quienes quieren sumar otro hecho formidable: la moratoria de la deuda externa. Esta predisposición me inquieta porque es difícil retomar rutinas de un país normal en una Argentina que parece necesitar dosis crecientes de espectáculo para sobrellevar su incierto destino en el mundo”.


(“Diario de una temporada en el quinto piso. Episodios de política económica en los años de Alfonsín”, Juan Carlos Torre, Edt edhasa, págs. 283- 284)


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