Lobos marinos, ballenas y delfines en la Patagonia Atlántica: antes los cazaban, ahora son productos turísticos
Una investigación analizó su interacción con los humanos. Mirá que descubrió
De presas fáciles a aliados para potenciar el turismo. Una investigación indagó sobre cómo evolucionó la relación entre la fauna marina y los habitantes de la Patagonia Atlántica, y los resultados asombran.
Es que el trabajo abarca desde la interacción que tuvieron con ellos los pueblos originarios hasta la actualidad, pasando por la colonización que realizaron los pueblos europeos.
La investigación es del licenciado y doctor en ciencias biológicas Enrique Crespo (que integra el laboratorio de mamíferos marinos del Centro Nacional Patagónico que depende del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas).

«El Mar Argentino es el hogar del lobo marino común, el lobo fino sudamericano, la ballena franca austral, el elefante marino austral y otras especies de cetáceos y delfines. Todas ellas fueron cazadas por los pueblos nativos que poblaron la costa, hasta que los europeos colonizaron América del Sur. Desde entonces fueron intensamente explotadas por ingleses, franceses, holandeses, portugueses, belgas y españoles, y más tarde por los argentinos. Esto ocurrió entre los siglos XVII al XX. La reducción de sus poblaciones provocó desequilibrios en la estructura del ecosistema» explicó Crespo.
Hubo que esperar bastante para que la consciencia cambiara y se empezara a hablar de pautas de protección.

«Estos lineamientos de cuidado llegaron a la ballena franca en la década de 1920, y al resto de los animales marinos en la década de 1960. Los signos de recuperación solo se detectaron en la década de 1990 para las francas y los lobos marinos comunes, y en el siglo XXI para los lobos finos. Sin embargo, el ecosistema ya no era el mismo. Durante la década de 1960, cuando cesó la explotación de estos mamíferos, la mortalidad incidental apareció como un nuevo problema para las especies costeras» relató el experto.
La pesca, una nueva amenaza
La pesca, entonces, se convirtió en la nueva amenaza para estos animales. No ya porque se los buscara para cazarlos sino porque, yendo detrás de los peces, se los capturaba por accidente, y a los que se dedicaban a esa actividad comercial no les importaba. Los métodos usados para pescar también fueron un problema.
«Se implementaron diferentes tipos de artes de pesca . En la década de 1980- en particular la de arrastre de fondo- extrajo enormes cantidades de biomasa (cantidad de seres que habitan en un lugar) del océano y eso produjo cambios notables en la comunidad marina. Muchas especies comerciales extraídas son en su mayoría presas de mamíferos y aves».
Esa variable también trajo cambios insospechados, que favorecieron el desarrollo y crecimiento de otras especies.

«La biomasa liberada por la reducción de lobos marinos desencadenó el crecimiento de la población de pingüinos y delfines» apuntó el científico.
Volviendo al riesgo pesquero, el hombre marcó qué «desde el desarrollo de la pesquería de arrastre en la Patagonia, lobos marinos, delfines oscuros y toninas overas se han enmallado en las redes. Los lobos tienen una mortalidad que se estima aproximadamente entre el 1 y el 2% del tamaño de la población. El efecto negativo sobre los delfines oscuros fue muy severo en las décadas de 1980 y 1990, dado que las hembras maduras eran la clase de edad y sexo más afectada. A mediados de la década de 1990 se prohibió la pesca de arrastre pelágico para langostino, por caso, pero se realizaron varios lances experimentales y comerciales para capturar anchoíta. Cada vez que se realizaban, se encontraban enredados delfines oscuros y / o comunes» detalló.
En ese marco, el profesional aportó un dato crucial. «La competencia entre mamíferos acuáticos y humanos en materia pesquera se intensificó a tal punto que probablemente hoy sea más significativa que la explotación directa que se daba antes, cuándo ellos eran las presas. La predación se ha transformado en competencia. En muchos casos, incluso, la pesca afecta a los mamíferos marinos al disminuir la abundancia de sus especies» explicó.
Animales en recuperación, y el turismo como aliado
«Actualmente, la mayoría de los mamíferos marinos (previamente explotados o no) se están recuperando, algunos con altas tasas de incremento. Los lobos comunes aumentan a un ritmo del 5,6%, las ballenas francas al 3%, mientras que desde 2000 a 2007 crecieron al 7%; los lobos finos están aumentando en un 8% y las francas se están expandiendo hacia aguas más profundas y el Golfo San Matías (Río Negro). Sin embargo, la mayoría de las que fueron objeto caza aún no alcanzaron los tamaños poblacionales originales. Este es el caso de ballenas y lobos».

Esa recuperación se relaciona también con su utilización como recurso turístico, para armar productos que los tienen como atractivo central. De esta manera, su potencial para atraer visitantes se convirtió en la mejor estrategia de conservación.
«En Península Valdés (Chubut), por ejemplo, el avistamiento de ballenas comenzó de manera informal en 1973 y aumentó constantemente, basado principalmente en la observación de la fauna costera. La ballena franca austral y los pingüinos magallánicos son los principales atractivos, seguidos por los lobos marinos, el elefante marino austral, los delfines oscuros, la tonina overa y los delfines comunes, y otras concentraciones de aves marinas nidificantes. Sin embargo, está claro que los mamíferos marinos de la zona son el principal imán para los turistas. A fines de la década de 1990 parte de la flota de avistamiento que quedaba vacante durante el verano, fuera de la temporada reproductiva, se volcó a realizar avistamientos de delfines oscuros en Golfo Nuevo y de toninas overas en Playa Unión» enumeró Crespo.
«El número de turistas aumentó de manera constante en los últimos años, con un promedio de 300.000 por año, y los ingresos en el norte de la Patagonia por la observación de vida silvestre se acercan a los U$S 100 millones anuales en beneficios directos» aportó.

Hoy, esa relación entre fauna marina y humanos dio un giro virtuoso, pese a la necesidad de establecer pautas de manejo claras. «Es que si se gestiona bien, el ecoturismo proporciona beneficios positivos a las comunidades costeras, al tiempo que constituye una estrategia de conservación» finalizó el científico.
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