La herencia escondida en Vista Alegre, entre sus barrios y chacras

Entre las arboledas que crecieron cerca del río Neuquén, sus calles conectan la historia y los nombres de vecinos casi anónimos para el resto de la zona, pero valiosos para la vida local.

Vista Alegre, la que en este 2025 celebró su 30° aniversario, la creación de su bandera y la llegada del asfalto a varias arterias relevantes, cuando muchos creían que eso ya era imposible. Vista Alegre, la que supo ser colonia y se independizó, pero que con sus brazos de chacra interminable, sigue fluyendo en Neuquén con Centenario y cruzando a Río Negro, con Barda del Medio. Vista Alegre la que creció junto al gran dique sobre un río impetuoso que permitió su desarrollo, con familias que la llenaron de vida, mucho antes de que la ley les reconociera la autonomía como municipio.

“Fue un campamento modelo, una comunidad muy organizada”, reflexionaba Carlos, hijo del ingeniero Rodolfo Ballester, en una nota de archivo de Diario RÍO NEGRO, para referirse al contexto que se generó junto la gran obra hidráulica. Gracias al trabajo de su padre, esa familia conoció el impacto que tuvo a comienzos del 1900, la cotización que alcanzaron las tierras gracias al potencial que generó el riego y la decisión de muchos de esos obreros y profesionales de radicarse cerca de una estructura monumental, la más esperada. 

Ocho décadas después de ese proceso, el Censo Nacional de 1991 citado por la Legislatura para la emancipación, daba cuenta de que la comunidad vistalegrina se constituía de 2600 habitantes arraigados, siguiendo la ribera en su camino rumbo a la Confluencia con el Limay, distante a unos 25 kilómetros. 

Los barrios Ruca Luhe, Reserva y Costa de Reyes, zona rural y alta planicie, constituyeron desde entonces el entorno donde las instituciones y las historias fluyeron, con el empuje que dejaron mucho antes personajes como el ingeniero Ernesto Gramondo y su esposa Clementina, según rescató la escritora e historiadora Etherline Mikëska.

Él llegó a hacer la mensura general en 1886 y se terminó quedando, a vivir su propio desafío entre los primeros frutales de variada especie que lograron trasladar, el ganado Holando-Argentino, los caballos de raza árabe y “algunas gramíneas para fijar el suelo”. Fue en 1902, a pesar de que el ramal ferroviario se terminaba todavía en Cipolletti, según destacó la investigadora.

Próceres con identidad neuquina


La plazoleta triangular, ingreso a Costa Reyes, esquina y homenaje. Foto: Florencia Salto.

En sus calles serenas, donde aún la crecida a veces se las ingenia para hacer daño después de un temporal, los nombres de la cartelería hablan de identidad y arraigo en la Provincia de propios e inmigrantes: un genio en medicina y conocimiento del territorio y sus secretos, como fue Gregorio Álvarez, pero también de iniciadores de linajes que marcaron la historia, como ocurrió con Canaan Sapag.

Pero si de esencia nativa se trata, también hay unos cuantos referentes casi anónimos para el resto de la región, que son valiosos para la memoria de los nacidos y criados. Personajes a quienes vieron en vivo y en directo, en viaje de a caballo hasta el pueblo o atendiendo los esforzados quehaceres del hogar, a diferencia de los próceres nacionales. Es el caso de Malvina Reyes y Gabino Jofre, por ejemplo, entre varios más, como Tránsita Morales y Francisco Moya. De manos y rostros curtidos, cada uno aportó con su tenacidad, al panorama productivo actual. 

Recuerdos de nieta y bisnieta


El Monumento a los Pioneros y su representación de la vida rural. Foto: Florencia Salto.

Entre la Ruta 7 y la orilla del río más «correntoso» y «audaz» (eso representa el vocablo ‘Neuquén’ en mapudungun) creció uno de los barrios que todavía concentra las costumbres de otro tiempo, en convivencia con la modernidad que poco a poco se hace un lugar entre sauces y álamos.

El amor por los caballos y la mística de la vida criolla se cultiva en Costa Reyes, ese espacio donde Malvina Reyes y Gabino Jofré quedaron eternizados en las sendas que llevan, entre el verde, a puntos reconocidos por el turf y las agrupaciones tradicionalistas.

Hasta el nombre de la plazoleta que marca el ingreso al sector habla de legado: fue bautizada como “Gregoria Palma”, esposa de Esteban Carrasco, vecina de presencia sencilla que cedió las tierras para que se fundara el Club Hípico “Riveras Neuquinas”, por ejemplo.

En este contexto, Norma Reyes hoy impulsa una gestoría con trámites para sus vecinos, pero muchos conocen su apellido porque su árbol genealógico habla de esencia local: Malvina fue su bisabuela y Gabino fue su abuelo.

Ama de casa, antigua pobladora que falleció en 1940, esta descendiente contó que Malvina se las ingenió para criar a sus hijos entre las adversas condiciones rurales de su época, mientras que Gabino hizo lo propio, como obrero de chacra y galpón de empaque, con los frutos que las hectáreas les devolvían al pueblo.

Culto e instruido, él cumplió con transmitir a sus hijos la importancia de una profesión, aunque no abundaran las alternativas: carrera militar o policial para los varones, enfermería para las mujeres, repetía el mandato. Antepasado hasta de un exintendente, su trabajo perseverante, siempre de boina, bombacha alforzada y alpargatas, le valió el reconocimiento de los suyos y que su nombre no quede en el olvido. Los restos de ambos descansan en el cementerio de Centenario. 

Foto: Florencia Salto.
Foto: Florencia Salto.
Foto: Florencia Salto.

Vista Alegre, la que en este 2025 celebró su 30° aniversario, la creación de su bandera y la llegada del asfalto a varias arterias relevantes, cuando muchos creían que eso ya era imposible. Vista Alegre, la que supo ser colonia y se independizó, pero que con sus brazos de chacra interminable, sigue fluyendo en Neuquén con Centenario y cruzando a Río Negro, con Barda del Medio. Vista Alegre la que creció junto al gran dique sobre un río impetuoso que permitió su desarrollo, con familias que la llenaron de vida, mucho antes de que la ley les reconociera la autonomía como municipio.

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