El río Neuquén mordió las casas en Costa de Reyes y los crianceros sufren por sus animales

Han tenido que dejar sus puestos, corridos por el agua. Están preocupados porque no consiguen forraje y temen perder sus chivos. Para muchos es su única fuente de ingresos.

Alberto Carrasco se arrima hasta el cerco que bordea la casa de su hermano. Las manos en los bolsillos y la boina tejida, negra con una línea blanca. Trabaja en una chacra cercana, en la poda. Tiene 63 años y recuerda que cuando era chico el río Neuquén crecía, no tanto como ahora que mordió las viviendas costeras después del temporal de lluvia. Hay una pirámide de tierra que funciona como contención. La dejó el municipio, dice. Bajó pero poco y la filtración se siente.

El agua cubrió Costa de Reyes. Alcanzó el club hípico y la cancha de fútbol. Los árboles están sumergidos y se asoman las ramas peladas, o con algunos mechones de hojas amarillas. Hay juguetes amontonados en tinglados de chapa y autos atrapados.

José Benedicto se fue a buscar herramientas a su casa tapada por el agua. Quiere arreglar la camioneta y traer a sus animales, a los que dejó en un pedacito de tierra. Mientras tanto se mudó a lo de su hija. A la mayoría de los crianceros los tiene en vilo el mes de julio, que acaba de comenzar. La AIC anunció que para la segunda quincena habrá lluvias.

-No tienen comida y están ahí en un bordito de lo que quedó seco, digamos.

El río vino de golpe y lo obligó a salir con su esposa. En esta caminata lenta lo acompaña su nieto y sus perros, Pastor y Roque.

-Fue algo muy impresionante, mucha agua, muchísima agua y acá quedamos. Hoy, porque mermó pudimos pasar, pero si no pasábamos a caballo a ver a los animales y darles un poco de pasto.

Las gallinas se quedaron arriba de los olivos y no las pueden bajar.

-Voy a traer unas pocas chivas. Lo que pasa es que están pariendo eso es lo peor, los chivitos mueren por frío. Voy a cumplir 67 años, recién ahora me están haciendo los papeles para jubilarme, así que yo vivo así de lo que crío.

El pasto que compró ya lo consumieron, y el forraje escasea.

Costa de Reyes es una de las zonas más afectadas. Es un caserío lindante a Vista Alegre que orilla el Neuquén. Foto Matías Subat.

Delia vive hace una semana en la casa de Alicia, una de sus hijas. Lleva el pelo corto y canoso, chaleco violeta de lana jaspeada y un par de aros con rayitos. A su marido no lo podían convencer de que debía dejar el puesto. Tuvieron que ir a buscarlo de madrugada. Lo trajeron a las tres. Sacó sus medicamentos porque es hipertenso y diabético, y cargó la pena de dejar a sus chivos, ovejas, gallinas y patos. A los 67 años no tiene pensión, vende leña y su vida son sus animales.

Con el agua hasta las rodillas, la familia pudo poner la heladera arriba de la mesa para que no se mojara. La solidaridad de amigos, vecinos y de las iglesias les permitió tener comida. De la municipalidad de Vista Alegre no han obtenido nada, ni siquiera bidones de agua, ante la turbidez.

Carmen es otra de las hijas que está pendiente de Delia y su papá. Llega en medio de la charla a visitarla.

-Va a bajar el caudal, nos va a dar un respiro de 10 días y se vuelve, se viene otra crecida, capaz como esta o un poco más. Tenemos que esperar, yo le decía hasta agosto, a mi papá, mediados de agosto, septiembre, recién van a poder volver.

La emergencia no terminó. Para Carmen lo más duro son los daños emocionales.

-Mí papá me busca y se va allá arriba donde está una parte seca y se desahoga llorando. Estamos los dos y queda entre los dos.

Delia, sus hijas y su nieta. “Somos encima un montón. Gracias a Dios, todos re unidos”, cuentan. Foto Matías Subat.

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