“Llegué caminando y el agua me encerró”

Contó la jovencita que ya se alimenta con normalidad después que estuvo enterrada cuatro días en El Cangrejal.

Caso Nadia

“Entré caminando sola”, aseguró Nadia Oviedo al declarar ayer sobre lo sucedido hace exactamente una semana. La joven formoseña de 23 años recién llegada al balneario El Cóndor salió a caminar con un cachorrito pasado el mediodía del miércoles pasado y no regresó a la casa de su hermano.

Recién el sábado fue encontrada por dos policías entre unos juncos en medio de una especie de islote de piso de denso barro que no permite dar un paso sin enterrarse hasta las rodillas y minado de cangrejos.

En su testimonio, Nadie recordó que el agua la sorprendió y le impidió regresar sobre sus pasos. “Llegué caminando y el agua me encerró”, narró. Al verse prácticamente encerrada por la correntada subió hasta lo más alto que pudo y allí quedó con mucho miedo, frío y sed. Habría señalado que se tuvo que desprender de algunas ropas para evitar enterrarse más en el lodo nauseabundo y poder moverse con más facilidad en busca de una salida que la regresara a la playa.

Señaló que el mismo día que salió a caminar quedó allí acorralada por el agua en medio de altos juncos e infinidad de cangrejos.

La debilidad por la falta de alimentos y agua habrían generado que durmiera gran parte de los cuatro días que permaneció en ese solitario lugar rodeada de la mezcla del agua del río Negro con la del mar.

Esa somnolencia de la debilidad y la hipotermia, sumado al estado de shock sufrido no le habrían permitido a la jovencita mantener un relato lineal sobre los padecido.

Lo importante es que se encuentra en franca recuperación física en una sala de servicios generales del hospital Zatti de Viedma de donde sería dada de alta en los próximos días.

Ya se alimenta con normalidad y ha bebido toda el agua que no pudo en esos tremendos días marcados por la angustia y la fortaleza que llevó al extremo la resistencia humana.

Nadia está acompañada por su hermano y su cuñada, quienes al igual que mucha gente no salen de su asombro tras la pesadilla vivida de días de infructuosa búsqueda. Una ojota rosa en la zona del pescadero encontrada pasado el mediodía del sábado fue la señal que orientó hacia el lugar menos pensado y de más difícil acceso. Las últimas fuerzas que le quedaban las canalizó en un grito al advertir la presencia de los dos policías que la salvaron y que no pudieron evitar las lágrimas cuando, por fin, regresaron a la costa y la ambulancia partió con la jovencita.

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