Adiós a la última leyenda de Hollywood

Ayer, a los 79 años, murió Elizabeth Taylor, una actriz que será recordada tanto por sus papeles en la pantalla como por su agitada vida privada. Fue la gran protagonista de la época dorada del cine.

Por su belleza. Por sus ojos violetas. Porque fue realmente una de las últimas leyendas del Hollywood dorado. Por sus papeles inolvidables en “¿Quién le teme a Virginia Woolf? o en “La gata sobre el tejado de zinc caliente”. Por su tormentosa vida sentimental que alimentó miles de páginas amarillas y tantos programas de chimentos. Por su inagotable insistencia en el matrimonio. Por sus adicciones y posteriores curas de desintoxicación.

La vida de Elizabeth Taylor -que falleció ayer, a los 79 años, en el Centro Médico Cedars-Sinai de Los Angeles donde estuvo hospitalizada por seis semanas por un problema cardíaco-, no tuvo un sólo matiz y definitvamente no fue gris.

Es imposible despedirse de la actriz sin enumerar esa suerte de récords que hablan de ella tanto como sus papeles en la gran pantalla. Elizabeth Taylor es sinónimo de “Cleopatra”, sí. Pero también -inevitablemente- es sinónimo de ocho matrimonios, dos de los cuales fueron con el mismo hombre: Richard Burton, su gran amor.

La actriz nacida en Londres fue una estrella a los 12, una divorciada a los 18, una diosa del cine a los 19 y una viuda a los 26. Sus casamientos comenzaron con el heredero de un imperio hotelero (Hilton Jr.) y terminaron al lado de un obrero de la construcción (Larry Fortensky). Hablan tanto de ella los dos Oscars que recibió por su protagónicos, como su aparición, en sillas de rueda, en el funeral de su amigo Michael Jackson, a quien defendió en el juicio por corrupción de menores.

Elizabeth Taylor fue “la mujer más hermosa del mundo”, una estrella “mayor que la vida misma”; la primera en la meca del cine en ganar un millón de dólares; una gran activista en la lucha contra el Sida; la dama comandante del Imperio Británico y la mujer condenada por su “vagar erótico” por el Vaticano por tener un romance extramatrimonial con Burton.

En ella todo parecía exarcebado, subrayado con remarcador. Y a pesar de eso, o más bien justamente por eso, Elizabeth Taylor es leyenda.

Elizabeth Rosemond Taylor nació en Londres el 27 de febrero de 1932, hija de Francis Taylor, un comerciante de arte, y Sara Sothern, una actriz de teatro estadounidense y la principal responsable de la carrera de su hija. Fue ella la que soñó un futuro dorado para la niña. Muchas veces, a contra mano del deseo de Taylor, que siempre dijo que ella no había querido una carrera de actriz, que se la habían impueso.

Con esa obligación en sus espaldas, estudio ballet desde muy pequeña y a los tres años bailó para las princesas Isabel (la futura reina) y Margaret Rose en el Hipódromo de Londres.

A principios de la Segunda Guerra Mundial, toda la familia se mudó a los Estados Unidos. Y allí, poco después llegó su salto a la fama. Es que, mientras trabajaba para el productor de MGM Sam Marx, el padre de Taylor se enteró de que el estudio buscaba a una niña inglesa que actuara junto a Roddy McDowall en “Lassie, la cadena invisible’’. Taylor hizo la prueba para el filme y no sólo obtuvo el papel, sino también un contrato a largo plazo.

A los 16 años, cuando cursaba la escuela salía corriendo del salón de clases al set de filmación donde hacía escenas de amor apasionadas con Robert Taylor en “El conspirador’’. “Tengo las emociones de una niña en el cuerpo de una mujer’’, dijo una vez. Y no se equivocó: “Me apresuré a ser mujer por las películas. Eso me ocasionó grandes momentos de infelicidad y dudas’’.

Taylor causó sensación en Hollywood con “Fuego de juventud’’, el filme de 1945 en que la hermosa niña de 12 años lleva a un caballo a la victoria en la prestigiosa carrera Grand National. Esta, su quinta película, también marcó el comienzo de la larga lista de problemas de salud: durante la producción cayó de un caballo y el resultado fue una lesión en la columna que no dejó de atormentarla toda la vida.

Taylor pasó de ser una niña estrella a una belleza deslumbrante en “El padre de la novia’’ en 1950. En 1957 fue postulada a un Oscar por su papel en “El árbol de la vida’’.

En 1958 fue elogiada por la crítica con la versión cinematográfica de “La gata sobre el tejado de zinc’’ de Tennessee Wllliams, en el papel de Maggie la Gata, junto a Paul Newman, por la que nuevamente fue nominada a un Oscar. Un año después obtuvo otra postulación por “De repente, el último verano’’, otra adaptación de Williams, que protagonizó con Clift. Ganó su primer Oscar a la mejor actriz por “Una venus en visón’’, en la que dio vida a una muchacha medio casquivana, sin futuro, junto a Eddie Fisher. Durante un ataque casi fatal de neumonía en 1961, Taylor se sometió a una traqueotomía. Y asistió a la ceremonia de los Oscar con una venda en la cicatriz para aceptar su estatuilla por “Una venus en visón’’.

En medio de la ovación del público, subió con dificultad al escenario. “Realmente no sé cómo expresarles mi gratitud’’, dijo en un emotivo discurso. “Supongo que simplemente tendré que agradecerles con todo el corazón”. Ese fue uno de los momentos más dramáticos en la historia de los Oscar. Pero Taylor dijo después que esa película no representó nada importante para ella.

Nace una estrella

Su vida, mientras tanto, iba camino a convertirse en leyenda escrita. En 1963 conoció a Burton mientras interpretaba el papel principal en la película épica “Cleopatra’’, en la que el distinguido actor galés hizo de Marco Antonio. Su romance causó tal sensación que hasta el Vaticano se involucró, denunciándolo como un “capricho de niños adultos’’.

Aunque su matrimonio de 1964 no floreció, la película juntó a una de las parejas más famosas del cine moderno. Algo así como los Brad Pitt y Angelina Jolie de aquellos tiempos, aunque realmente escandalosos.

El dúo protagonizó “Hotel Internacional’’ , “¿Quién le teme a Virginia Woolf?”, “La mujer indomable’’ , “Los comediantes’’ ), “Dr. Faustus’’ , “La mujer maldita”, “Bajo el bosque lácteo” y “Hammersmith is Out’’.

El arte había imitado la vida en “¿Quién le teme a Virginia Woolf?’’, en la que Taylor y Burton hicieron de marido y mujer que peleaban ferozmente y bebían mucho. Taylor se llevó el Oscar por su actuación como la maliciosa Martha.

La pareja se divorció en 1974, se volvió a casar en 1975 y se divorció nuevamente en 1976, generando en el trayecto una avalancha publicitaria. “Peleamos muchísimo’’, dijo Burton una vez, “y vemos a la gente a nuestro alrededor que no sabe qué hacer durante estas tempestades. No peleamos cuando estamos solos’’. En 1982, Taylor y Burton trabajaron en una producción rodante de la obra de Noel Coward “Vidas privadas’’. Burton murió dos años después.

Con sus distintos maridos, Liz tuvo cuatro hijos que ayer la despidieron junto a sus diez nietos y cuatro biznietos.

Comer, amar, beber

Durante los últimos años de su carrera, el sobrepeso de Taylor, sus múltiples dietas y tumultuosos romances fueron tema de chismes y chistes.

“Es asombroso que no haya explotado’’, escribió sobre los 30 kilos que ganó y luego perdió, en su libro de 1988 “Elizabeth Takes Off’’. “Comer pasó a ser una de las actividades más placenteras que pude encontrar para llenar las horas de soledad y comí y bebí desenfrenadamente’’.

Pero eso no fue todo. Sus problemas de salud la llevaron a someterse a más de una veinte operaciones. Una vez, casi muere al atragantarse con un hueso de pollo. En 1990 estuvo al borde de la muerte por una neumonía. En 1994 y 1995 le reemplazaron las dos caderas y en febrero de 1997 le extirparon un tumor cerebral benigno.

Todo fue intenso. En 1983 reconoció una adicción de 35 años a las pastillas para dormir.

Con todo, ella no fue de esas estrellas que prefieren esconder el deterioro o el paso del tiempo. Se burló de su aspecto físico, se rió de su suerte, apoyó las causas en las que creyó y a sus amigo. Todo fue intenso, acorde al enorme tamaño de su leyenda


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