Adopciones: la mirada en los hermanos y adolescentes

En Río Negro hay siete convocatorias abiertas y en todos los casos se busca familia para chicos mayores de 14 años. El registro provincial tiene 177 inscriptos, la mayoría con el deseo de encontrar bebés.

En algún momento de su vida, Eduardo descubrió unas ganas inmensas de ser padre pero también advirtió que el proyecto iba más allá de tener un hijo biológico.

En el 2015, se inscribió en el registro Registro único de aspirantes a guarda con fines adoptivos de Río Negro y poco tiempo después, adoptó tres hermanos -dos gemelos que hoy tienen 14 años y un varón de 17-.

“Mi adopción fue monoparental porque me puse en pareja después de haber iniciado el trámite. Hoy, Matías, mi pareja, me acompaña en el proyecto pero no figura en los papeles. Tenía muy relegado ser papá porque no tenía muy trabajado lo de una familia diferente”, admitió Eduardo Pérez con orgullo.

En un principio, se anotó con intenciones de adoptar un niño mayor a los 4 años. “Al estar solo, más allá de la red de familiares y amigos, necesitaba que esté escolarizado. Al no elegir un bebé, mi expediente viajó por todo el país. Pero esas edades no estaban a disposición. De modo que fui extendiendo la edad y llegué al límite de 12 años”, contó.

Hoy la justicia rionegrina está abocada en desterrar ciertos mitos: “No hay adopciones y el problema es la ley”.

La jueza de Familia, Marcela Pájaro, explicó que la mayoría de los interesados en adoptar desean “un bebé sano y no los hay”.

“Se trabaja fuertemente en la gente que desea adoptar chicos más grandes o hermanos. Por suerte, cada vez hay más gente que se corre hacia niños más grandes. En los últimos 4 años, el cambio es llamativo”, aseguró la magistrada y puso como ejemplo: “En una causa que tramitó en mi juzgado, la familia esperó solo 10 meses para poder adoptar, y adoptaron un niño de 11 años”.

Hoy, existen siete convocatorias públicas en Río Negro pero todos los niños son mayores de 14 años. El registro provincial cuenta con 177 familias inscriptas, de las cuales 127 están disponibles (las otras se encuentran en proceso de vinculación).

“Los chicos son, en realidad, quienes nos eligen”, dice María Eva tras adoptar a dos hermanos. Foto: Gonzalo Maldonado

“Advertimos que había personas inscriptas que no tenían muy en claro que no hay bebés. Entonces, llevan años anotadas con cierto disgusto. ‘Nunca me llaman’, dicen. Lo que falta es información”, argumentó Silvana Mucci, la titular del Registro de Adoptantes en Río Negro desde hace 5 años.

Desde el 2015, el Superior Tribunal de Justicia organiza talleres y charlas para quienes tienen deseos de adoptar, también para jueces y todos los actores involucrados en estos procesos.

No hay que forzar lo que la gente quiere cuando se inscribe. Hay gente que se anota grande y quiere bebés. Probablemente el informe diga que está en condiciones de adoptar pero no un bebé. Las esperas son muy largas”.

Marcela Pájaro, titular del Juzgado de Familia N°7 de Bariloche.

La idea es que entiendan que, si se van a anotar para un bebé, puede pasar mucho tiempo para que los llamen. Si alguno está dispuesto a adoptar chicos más grandes, debe estar preparado para un montón de desafíos”, expresó Mucci y añadió: “Cuando rompés con todos esos mitos y ese ideal de familia, quedan las familias que verdaderamente quieren un proyecto adoptivo”.

La secretaria del Superior Tribunal de Justicia también insistió en que “la adopción no es una forma de colmar los deseos de los adultos de tener los hijos que no pueden quizás biológicamente o por métodos de fertilización. Se trata de garantizar el derecho de un niño a crecer en una familia”.

Una familia para un niño

Eduardo recuerda el momento exacto en que le informaron sobre la existencia de mellizos en un hogar en Buenos Aires en 2018. Le preguntaron si quería conocer su historia. Viajó entonces a Buenos Aires y tras cuatro horas de leer el expediente, tomó la decisión de adoptarlos pero también a un hermano más grande.

No estaba pautado conocer a los chicos en ese primer encuentro. Insistí en que había viajado tanto no solo para leer un expediente. Finalmente, acordamos que yo aparecería en el hogar como maestro particular para que no supieran quién era. Así los conocí”, detalló Pérez.

Describió el momento como “raro” porque “sentía unas ganas enormes de acercarme a ellos y darles un abrazo. Pero no podía. Tenía que fingir que era el maestro. Ya hacían un esfuerzo grande al permitirme conocerlos. Hay que ser muy cuidadoso en estas cuestiones porque muchos adultos después desaparecen”.

Después de esa visita, en un bar, Eduardo hizo algo que no es recomendable: googleó a la familia de origen para saber quiénes eran y evaluar qué percibía a través de sus fotos. “Luego, relató, fueron dos viajes por mes en los primeros tres meses. Era sacar de donde sea para poder viajar y estar con ellos para hacer vida en familia y lograr la vinculación”.

Se pone el foco en no separar a los hermanos. Foto: Gonzalo Maldonado

Poco a poco, los chicos fueron descubriendo qué era un submarino de chocolate, comprar en el supermercado y disfrutar de los paseos. “Tomaron bien que fuera gay. Pero no hablaban mucho y había que sacar con tirabuzón las respuestas”, admitió Eduardo.

Pájaro explicó que “siempre se prioriza que el chico pueda volver con su familia de origen. O sus tíos, abuelos o hermanos mayores. Una vez que se descarta que haya algún familiar, la Senaf propone que ese chico entre en adopción y el Juzgado lo trabaja como si fuera un juicio”.

Explicó que en primer lugar, se busca familia entre los postulantes locales y luego se recurre al registro nacional. “Si hay grupos de hermanos, el primer imperativo es no separarlos. Si no hay alternativa, se buscan dos familias que garanticen el vínculo”, recalcó la magistrada de Bariloche.

Hay muchos preconceptos en torno a la adopción. La mayoría de quienes tienen un proyecto adoptivo cree que hay muchos chicos y que, por la burocracia, esos chicos nunca pueden encontrar una familia”.

Silvana Mucci, la titular del Registro de Adoptantes en Río Negro.

Mucci aclaró que “como el estado agota todas las posibilidades para que ese chico sea criado dentro de su familia de origen o en su lugar de referencia, pasa un tiempo. Entonces, muchas veces, los chicos que hoy tenemos con declaración de adoptabilidad son nenes mayores de 12 años”.

Romper con la idea romántica de adoptar

Eduardo resumió como “intenso” el año y los 8 meses que llevan juntos en familia. “Hoy nos podemos levantar con una sonrisa. Pero costó mucho porque no se dio esa cosa romántica que uno espera de las adopciones. Chocaba la forma de crianza con lo que uno esperaba de un ambiente familiar”, esgrimió.

Puntualizó que sus hijos “no conversaban mucho y hubo que enseñarles otras formas del amor. Nos podemos abrazar, darnos un beso, esperarte con comida también es expresión de amor”.

Para Eduardo, “aún sigue costando pero hemos logrado romper estructuras. El primer tiempo fue complejo y la pasamos muy mal. Todo tipo de pedido de cambio, lo tomaban como un insulto a su historia”.

Mucci concluyó que “la adopción es un desafío. Es estar todo el tiempo frente a conflictos serios. Llevás a vivir con vos a un chico con otros códigos, con otros lenguajes, cultura. La adopción es familia y familia no es caridad. Es un proyecto más trascendente”.

Planteó que “si no se trabaja en esos aspectos, las familias asumen un desafío de adoptar un chico de 10 o 12 años, ese proyecto fracasa y resulta muy traumático”.

Datos

10
meses demoró un trámite en el Juzgado de Familia de Bariloche para adoptar a un niño de 11 años.
127
familias están disponibles para adoptar en la provincia de Río Negro. Sus perfiles están integrados a un registro nacional.

Pájaro hizo hincapié en que “no se trata de entregar niños a adultos que no han podido tener niños sino evaluar que haya adultos que tengan el deseo y la capacidad para recibirlos”.

El diagnóstico es realizado por psicólogos y trabajadores sociales que determinan la “capacidad parental adoptiva” de la persona, si está en condiciones de asumir, cuidar y atravesar desafíos del proceso adoptivo.

Una experiencia rica, en primera persona

Cuando María Eva y Alberto supieron que no podían tener hijos, decidieron iniciar tratamientos de fertilización. Pero dos inseminaciones frustradas fueron suficientes para ellos.

“Fue algo horrible. Muy invasivo. Nos preguntamos si valía la pena porque podíamos ser padres de otra manera. Y decidimos averiguar para adoptar, aunque yo no quería bebés”, contó María Eva, de 46 años.

Los dos integrantes de la pareja trabajan como artesanos en El Bolsón y en un primer momento, pensaron que al no tener un sueldo fijo, el camino hacia un hijo sería más difícil aún. Sus prejuicios se diluyeron en muy poco tiempo.

Diez meses después, les informaron que un niño de 12 años alojado en el Centro de Asistencia Integral para Niños, Niñas y Adolescentes (Caina) esperaba conocerlos en Bariloche.

El primer contacto quedó grabado en la memoria. Ese día, se abrió la puerta y lo primero que hizo el niño fue correr hacia Alberto para abrazarlo. “Se abrazó al Negro de tal forma que se derritió y se largó a llorar. No parábamos de llorar”, recordó María Eva.

Para esta mujer, “Los chicos son, en realidad, quienes nos eligen”.
A las pocas semanas de vínculo con el niño, les informaron que los tres podían volver a El Bolsón. “Ya éramos una familia. Y luego llegó la vinculación con su hermanita menor, que también se quedó con nosotros”, expresó María Eva.

La convivencia “de a cuatro” ya lleva dos años y medio. Los chicos cumplieron 15 y 13 años.

“Es algo hermoso verlos crecer. Al ser más grandes, te escuchan, son compañeros. Es como si toda la vida hubieran estado acá. Son re artistas. Empezamos a desarrollar similitudes como si fuesen hijos propios”, esgrimió María Eva aunque reconoció: “Es un laburo de todos los días. Seguimos adaptándonos para unificar nuestras costumbres”.


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