Afganistán: las potencias ya mueven sus fichas en el nuevo «Gran Juego»
Mientras parece consolidarse el poder del Talibán, Estados Unidos y Europa intentan contener los daños. China, Rusia y poderes regionales, como Irán o Turquía, buscan contactos para extender influencia en una región clave del centro de Asia.
La ofensiva relámpago que permitió a los talibanes tomar el poder y controlar prácticamente el país en menos de dos meses, no sólo sorprendió y dejó muy mal parado al gobierno de Estados Unidos y sus aliados occidentales, sino que activó una serie de movidas diplomáticas en el tablero internacional, donde potencias rivales como China, Rusia o factores de poder regionales como Irán Pakistán y Turquía ya comenzaron con negociaciones con el grupo islamista para incrementar su influencia en ese país y por consiguiente en Asia Central.
Durante mucho tiempo se llamó “El Gran Juego” a la rivalidad que existió en el siglo XIX entre los imperios británico y ruso por el control de esa estratégica región del planeta, y muchos analistas ven en los recientes acontecimientos una actualización de esa dinámica, ahora en puja por el control de las estratégicas rutas comerciales, los importantes ductos hidrocarburíferos que atraviesan su territorio y la presencia de minerales considerados claves en la economía del futuro y en la transición energética y climática que vive el planeta.
En su clásico libro sobre el Talibán, el historiador Ahmed Rashid señala: “La ubicación del país en la encrucijada entre Irán, Asia Central, el Mar Arábigo y la India ha dado a sus pasos montañosos una importancia estratégica durante siglos. En ciertos momentos, Afganistán ha actuado como un amortiguador entre imperios e ideologías en competencia; en otros, ha servido de corredor por el que marchaban los ejércitos. Los repetidos esfuerzos por colonizar el país, más recientemente por parte de los británicos y los soviéticos, han fracasado y, en el proceso, han dado a los afganos un fuerte sentido de independencia y orgullo”.
La última muestra es la acelerada re-ocupación del país por fuerzas talibanes mientras Estados Unidos aún no completa el retiro de sus tropas que ocuparon el país desde 2001, cuando invadió el territorio y los desalojó del poder en el marco de su “guerra contra el terrorismo”, debido a que el régimen Talibán de entonces daba refugio a Osama Bin Laden, cerebro de los atentados del 11 de septiembre de ese año.
Tras dos décadas de gastar billones de dólares y desplegar a miles de asesores para intentar conformar un Estado moderno y entrenar un ejército profesional que pudiera contener al extremismo islámico, Washington vio como en menos de dos meses la mayoría del territorio caía en poder de los líderes tribales y religiosos, en muchos casos con un simple “cambio de camiseta” de los comandantes y casi sin combatir.
Las escenas caóticas que se vieron en la capital, Kabul, el fin de semana con helicópteros sobrevolando la embajada y miles de afganos intentando huir desesperadamente del país, fueron comparadas con las de Saigón el 30 de abril de 1975, cuando EE.UU. abandonó Vietnam tras perder la guerra.
En un mundo caracterizado por la bipolaridad (disputa entre China y EE.UU. por la hegemonía global) y “entrópico” (con la aparición de nuevos actores , incertidumbre y a menudo caos) como señalan los internacionalistas argentinos Esteban Actis y Nicolás Creus (1), el hecho aceleró un verdadero ajedrez geopolítico.
Mientras Estados Unidos y sus aliados occidentales intentan ver cómo reaccionar ante el nuevo régimen , potencias rivales han revelado antiguos contactos y juegos de intereses en el nuevo escenario.
• Estados Unidos aparece como el gran perdedor de los últimos acontecimientos. El presidente Joe Biden ha debido defenderse de la duras críticas por la estrategia desplegada. Las acusaciones van desde de poner en peligro a miles de mujeres y niñas afganas, generar nuevos riesgos para la seguridad del país a socavar la confiabilidad internacional de Estados Unidos. Casi en soledad, el mandatario se defendió argumentando que sólo aplicó con algunos cambios los planes fijados por sus antecesores Barack Obama y Donald Trump, se mostró sorprendido ante la tibieza del mandatario afgano Ashraf Ghani (que huyó del país) y lamentó el desempeño de las fuerzas afganas de seguridad nacional, que entregaron unidades (y moderno armamento entregado por EE.UU.) sin disparar un tiro. “No está bien ordenarles a las tropas estadounidenses que den la cara cuando las propias fuerzas armadas de Afganistán no lo hacen”, dijo Biden. “¿Cuántas generaciones de hijas e hijos de Estados Unidos quieren que envíe a combatir en la guerra civil de Afganistán?”, señaló . Sus asesores aseguran que el vertiginoso colapso de las fuerzas armadas y el gobierno afgano ocurrió a tal velocidad luego de casi dos décadas de presencia estadounidense, que “otros seis meses, un año o dos no habrían cambiado nada”. Según escribió hace poco en Infobae el internacionalista argentino Fabián Calle , “no hay interés ya en los decisores en Washington en esa zona del mundo. El foco está ahora en el Asia Pacífico y en la rivalidad estratégica con China. Estar en Afganistán obligaba a los EE.UU a tener fluidos y complejos lazos con Pakistán, aliado clave de los talibanes y de China así como enemigo histórico de India, país que para el Pentágono adquiere vital relevancia contra el poder e influencia de Beijing”.
• Los aliados europeos de EE.UU. se han mostrado contrariados por las dramáticas imágenes en el aeropuerto de Kabul, con personas apiñadas en un avión de carga o cayendo de aviones en vuelo. La canciller alemana Angela Merkel dijo que los acontecimientos fueron “amargos, dramáticos y horrendos”. Y el jefe de exteriores de la Unión Europea Josep Borrel, lo consideró “el acontecimiento más importante de política internacional desde la guerra de Crimea en 2014” y no dudó en que será una “nueva oportunidad para que Rusia, China y Turquía” puedan extender su influencia en Asia Central en detrimento de Occidente. Por el momento, tanto Estados Unidos como Europa despliegan una política de “control de daños” y buscan canales de comunicación con el nuevo régimen para evacuar a diplomáticos, asesores y aliados.
• China, en tanto, no ahorró críticas para la actuación estadounidense y se mostró abierta a un diálogo con el Talibán. La portavoz del ministerio de Exteriores de Beijing, Hua Chunying, se mostró confiada en las promesas moderación que han dado los comandantes. “Los talibanes de Afganistán están más tranquilos y racionales que la última vez que estuvieron en el poder. Animamos y esperamos que pongan en práctica lo que han dicho en los últimos días”, señaló. El gobierno chino espera entablar negociaciones pronto con los comandantes y mulás. Afganistán es una pieza clave en la estrategia de su Nueva Ruta de la Seda, que busca expandir su influencia desde Asia a Europa. China, que comparte una pequeña pero activa frontera con Afganistán, también está preocupada de que la victoria del Talibán fortalezca a los grupos islamistas que operan en el oeste de su país, donde una minoría Uigur enfrenta una dura represión en la provincia de Xinjiang.
• Rusia aprovechó la situación para sacar partido de su metódico acercamiento a los líderes talibanes . “Mantenemos contactos con los talibanes desde hace siete años y hablamos de muchos temas”, señaló el enviado del Kremlin en la capital afgana Zamir Kabulov. De hecho, Moscú no evacuó su embajada en Kabul. El embajador Dmitry Zhirov los describió como “tipos razonables” con los que ha mantenido reuniones “positivas y constructivas” y calificó de alentadoras las señales de que permitirían a las mujeres ir a la escuela y a otros partidos participar del gobierno. La relación del gobierno de Vladimir Putin con el Talibán tiene dos facetas. Una es contrarrestar la influencia de EE.UU. en un área del planeta que considera como una esfera propia de influencia, algo que mantiene desde la Guerra Fría, cuando en la década de 1.980 invadió Afganistán para sostener a un gobierno socialista aliado, aunque como Estados Unidos hoy, tuvo que abandonar el país en 1989 tras el colapso del gobierno local y de la propia URSS. El segundo foco de interés de Moscú tiene que ve con su propia seguridad: el Kremlin aún considera a los talibanes como “grupo terrorista” y teme que su ascenso al gobierno impulse a grupos jihadistas que operan en todo el Cáucaso ruso (especialmente en Chechenia) y en países que integraron la Unión Soviética y que hoy limitan con Afganistán. Ya obtuvo promesas del portavoz del Talibán, Mohammad Sohail Shaheen, que “no permitiremos que nadie use territorio afgano para atacar a Rusia o países vecinos”.
• Irán mantiene una relación contradictoria con los talibanes, ya que en el pasado incluso los consideró enemigos, dados los abusos que los grupos de las tribus Pashtunes (de la rama sunita del Islam) ejercieron sobre minorías chiítas (denominación mayoritaria del Islam en Irán). Después de 2001, irán incluso cooperó con EE.UU. para desmantelar organizaciones de Al Qaeda. Pero los tiempos parecen haber cambiado y hoy Teherán tiene presencia en Afganistán a través de elementos de la fuerza Quds (grupo paramilitar de élite iraní), que según fuentes de inteligencia de EE.UU. apoyan a milicias y grupos políticos locales que favorecen sus intereses. Irán tiene una extensa y porosa frontera con Afganistán, adonde ya están llegando cientos de refugiados que intentan huir del país. Y por donde además circulan armas y se trafican drogas con destino a Europa. El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, dijo el lunes que la “derrota” de Estados Unidos debe transformarse en “oportunidad para la paz” en Afganistán.
• Pakistán ha mantenido relaciones ambivalentes, tanto con el Talibán como con los Estados Unidos. La mayoría de los líderes talibanes fueron formados en las “madrazas” (escuelas coránicas) de Pakistán y se vincula a los servicios secretos pakistaníes con la conformación de esta milicia islámica, en la época en que la URSS había invadido el país . Pakistán fue uno de los tres estados que reconoció al régimen Talibán cuando tomó el poder en 1996, pero luego apoyó la invasión estadounidense en 2001. Comparte una frontera de 2.430 kilómetros con Afganistán y teme que otra sangrienta guerra civil y un desastre humanitario genere una masiva llegada de refugiados a sus fronteras. De hecho ya alberga a cerca de tres millones de afganos desplazados.
• Turquía, cuyo presidente Recep Tayyip Erdogan ha virado hacia un discurso más islamista, podría intentar aprovechar el fracaso estadounidense para intentar aumentar su influencia es esa región. “Hemos prestado el esfuerzo necesario con todos nuestros medios en Afganistán, tanto en la infraestructura, como superestructura”, dijo esta semana. “Si fuera necesario, podríamos conversar con el Talibán también. Hay un caso, una realidad. Cuando toquen a nuestra puerta, la abriremos y realizaremos el diálogo a ese respecto”, agregó.
(Fuentes: agencias AFP , AP, BBC)
1) «La Disputa por el Poder Global: China contra Estados Unidos en la crisis por la Pandemia». Esteban Actis y Nicolás Creus, Capital Intelectual, 2020.
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