Aftosa al ataque
A menos que el país logre frenar y erradicar la aftosa, no tendrá posibilidad de comercializar sus productos.
Puesto que en la Argentina, a diferencia de las naciones que integran la Unión Europea, la industria de la carne sigue siendo muy importante pese a las quejas esporádicas de los entusiasmados por la idea de un «modelo de país» menos bucólico, lo lógico sería que la aparición reciente de más de un centenar de brotes de aftosa hubiera provocado una reacción aún más draconiana que las producidas por el mismo fenómeno en Europa, donde el regreso de la enfermedad luego de algunos años de ausencia ha dado pie a una serie de medidas extremas, desde la incineración de centenares de miles de cabezas de ganado vacuno, ovejas y cerdos aún no afectadas y la intervención de las fuerzas armadas hasta el control férreo de los comestibles que están en poder de los turistas.
Sin embargo, aunque es de prever que los costos económicos de la aftosa para nosotros sean relativamente mayores que las que tendrán que soportar los europeos, sobre todo los británicos, aquí el tema no ha recibido demasiada atención, sin duda porque otros problemas, como el supuesto por el riesgo de caer en bancarrota, parecen ser incomparablemente más urgentes. Asimismo, por distintos motivos, las crisis generalizadas suelen incidir rápidamente en la conducta de virtualmente todos los funcionarios, razón por la cual en los meses últimos se han multiplicado síntomas de desidia en reparticiones que en teoría por lo menos no deberían haberse visto perjudicadas por las luchas confusas que se celebraban en torno a la cima del poder. Según parece, entre las más afectadas ha estado el Senasa (el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Agroalimentaria) en el que, según el nuevo ministro de Agricultura, Marcelo Regúnaga, durante la gestión de su antecesor, el político radical Antonio Berhongaray, se las había arreglado para «dilapidar» todo el capital que se había acumulado en el curso de las gestiones anteriores.
La razón por la cual la aftosa, mal que muy raramente afecta a los humanos, ha ocasionado un revuelo de proporciones en Europa es netamente económica: si bien para los animales mismos se trata de una enfermedad equiparable con la gripe humana de la cual se recuperan después, en adelante producirán menos leche y no engordarán de suerte que su valor comercial se verá drásticamente reducido. Por eso, la ecuanimidad con la que el país ha enfrentado este nuevo revés podría considerarse más sensata que la histeria que se ha apoderado de los países de la Unión Europea, pero esto no quiere decir que las pérdidas resultantes no serán tan grandes como se prevén. Por el contrario, al brindar la impresión de no tomar demasiado en serio la epidemia que se ha declarado aquí, según parece a causa de la llegada de animales procedentes de países limítrofes, cuando ya haya sido declarada libre de aftosa la Argentina podría verse excluida de mercados que de otro modo estarían dispuestos a abrirle las puertas. Demás esta decir que la actitud un tanto despreocupada del gobierno del presidente Fernando de la Rúa ante la irrupción de la aftosa en el momento menos indicado no ha contribuido en absoluto a mejorar la imagen del país y, dadas las circunstancias, la decisión del gobierno brasileño de impedir el ingreso de productos que podrían llevar el virus pudo justificarse: desde el punto de vista de europeos y norteamericanos hipersensibles, un solo brote sería más que suficiente como para hacer necesario un boicot comercial.
Al atenuarse gracias a la designación de Cavallo como ministro de Economía la sensación de crisis terminal que durante un par de semanas se había apoderado de la clase dirigente, el gobierno ya ha comenzado a obrar con mayor seriedad, renovando el Senasa para que pueda poner en marcha un plan de emergencia sanitaria con el objetivo de que el país vuelva a ser declarado libre de aftosa sin vacunación. Para encabezarlo, Cavallo ha nombrado al ex jefe del organismo Bernardo Cané, sustituyendo a un representante de la industria frigorífica, con la esperanza de que actúe con el vigor necesario. Tendrá que hacerlo. Las brotes de aftosa que se han detectado ya nos han costado muchísimo dinero y a menos que el país logre frenar la difusión de la enfermedad para entonces erradicarla por completo no tendrá posibilidad alguna de comercializar sus productos en el resto del mundo.
Puesto que en la Argentina, a diferencia de las naciones que integran la Unión Europea, la industria de la carne sigue siendo muy importante pese a las quejas esporádicas de los entusiasmados por la idea de un "modelo de país" menos bucólico, lo lógico sería que la aparición reciente de más de un centenar de brotes de aftosa hubiera provocado una reacción aún más draconiana que las producidas por el mismo fenómeno en Europa, donde el regreso de la enfermedad luego de algunos años de ausencia ha dado pie a una serie de medidas extremas, desde la incineración de centenares de miles de cabezas de ganado vacuno, ovejas y cerdos aún no afectadas y la intervención de las fuerzas armadas hasta el control férreo de los comestibles que están en poder de los turistas.
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