Amigos son los amigos

El encuentro de Sobisch con el ex presidente Menem, concretado la semana que finaliza en Santiago de Chile, puso sobre el tapete los límites políticos que plantea la aventura presidencialista en que está empeñado, contra viento y marea, el gobernador neuquino.

En verdad, la irrupción de Sobisch en el escenario nacional no ha sido hasta aquí demasiado auspiciosa. Limitado de entrada por no pertenecer a ninguna de las dos grandes fuerzas nacionales, imposibilitado de aliarse con los principales referentes del centro derecha, como López Murphy o Macri -quienes por distintos motivos han preferido mantenerlo a distancia- el gobernador ha tenido que contentarse con arreglos parciales con sectores casi marginales de la política nacional.

Tales los casos de los acuerdos sellados con algunos referentes de partidos provinciales, o con fuerzas francamente desprestigiadas como la del ex represor Domingo Bussi. Nada muy diferente se puede decir de los compromisos asumidos con los retazos de la mesa de saldos del menemismo bonaerense, como es el caso del intendente de Escobar, el comisario Luis Patti.

Así, por ejemplo, la junta promotora de El Movimiento, el partido nacional de Sobisch, ha terminado nutriéndose de sujetos del calibre de Carlos Tórtora, un ex masserista, ex vocero de los carapintadas y ex miembro de la SIDE, que terminó, cuándo no, abrevando en el menemismo.

«Qué querés, con algo tenía que empezar», le habría reconocido el gobernador a uno de sus allegados, preocupado por el saldo negativo que conlleva arreglar con algunos de los más mentados piantavotos de la política argentina.

Como no podía ser de otra forma, compromisos como los asumidos por Sobisch tampoco son gratuitos. Esta semana le tocó al gobernador corresponder las gentilezas del menemismo.

Menem es tal vez el hombre más desprestigiado de la política argentina y sobre él pesan órdenes de captura por causas de corrupción impartidas por la Justicia.

Consciente de que cenar con él es poco menos que un incendio político, pero al mismo tiempo obligado a tragar el sapo por el aporte recibido del aparato residual del ex presidente en la provincia de Buenos Aires, Sobisch intentó mantener el encuentro lejos del alcance de la prensa independiente (la dependiente cumplió con su cometido de mirar para otro lado), pero no tuvo suerte.

Trascendida la noticia a través de «Río Negro», el gobernador no tuvo más remedio que admitir el contacto pero intentó restarle entidad, lo caracterizó como un encuentro de amigos y si bien tuvo que reconocer que hablaron de política sostuvo que lo hicieron «así como se habla de fútbol».

En realidad, Menem ha sido para Sobisch el modelo político exitoso a emular en todos los planos, como ha quedado claro en distintas oportunidades a lo largo de estos años, la última de ellas cuando lo recibió en la Residencia de la Costa durante la campaña presidencial del 2003. En esa oportunidad, el neuquino lo apoyó sin reservas, sin perjuicio de que en Neuquén el inefable líder peronista salió derrotado por Kirchner.

Sin embargo, acaso porque se creyó demasiado al pie de la letra esa especie de «fin de la historia» modelo argentino que fue la cultura menemista, Sobisch advirtió demasiado tarde que la etapa había cambiado y que Menem es hoy poco menos que una mala palabra.

Con el quemo de la cena, Sobisch tuvo que hacer frente a la costosa factura nacional. Pero no sabía que al hacerlo también surgirían problemas en la provincia con Opción Federal y Apertura Popular, sus dos fuerzas aliadas nacidas de la diáspora menemista, que entre otras cosas le permiten disponer de mayoría automática en la Legislatura.

Menem asegura que volverá antes de fin de año para dar batalla por la presidencia y con ese propósito acaba de crear su propio partido, la alternativa más conservadora del justicialismo bautizada curiosamente «Peronismo Popular».

Pero sea porque el ex presidente «ya fue» o porque de todas formas no podría abandonar la capital chilena sin ser detenido por Interpol, después del encuentro gastronómico del miércoles el mandamás de Opción Federal, Horacio Rachid, propuso con cierto realismo que sea Sobisch quien apunte a liderar «ese nicho menemista que está huérfano de líder».

La iniciativa desencadenó la inmediata réplica de Olga Saldías, una compañera de partido de Rachid al parecer más consecuente que éste, quien recordó que su líder no es precisamente el gobernador del Neuquén. «Si la candidatura de Carlos Menem está vigente, la de Sobisch no existe», disparó Saldías.

Está visto, la cena de Santiago no termina de traerle dolores de cabeza al mandatario neuquino; ahora lo que se insinúa es una fisura en el seno de una de sus principales aliadas en la provincia.

Como no podía ser de otra forma, la noticia sobre el encuentro de Santiago también sacudió el frente interno del MPN. Cuatro dirigentes de primer nivel, un precandidato a gobernador, un diputado, un concejal y un miembro de la junta de gobierno del partido consideraron que pegarse a un hombre de tan mala imagen como Menem le quita posibilidades a Sobisch en su campaña nacional.

Como es obvio, todos ellos prefirieron mantenerse en el anonimato, porque en una estructura vertical y autoritaria como es el sobischismo, donde el jefe vitalicio es tenido poco menos que por infalible, quien se atreve a dudar del dogma oficial es inmediatamente blanco de represalias.

No es casual que el gobernador haya perdido los estribos en su discurso de ayer en Senillosa, donde por enésima vez la emprendió contra este diario y el periodismo independiente.

 

Héctor Mauriño

vasco@rionegro.com.ar


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