Año viejo, año nuevo: las cosas que guardamos

A través de un relato, la psicopedagoga Laura Collavini reflexiona sobre los deseos de que acompañan el pasaje de un año a otro y las mentiras que a veces les adosamos para no cambiar aquello que esperamos que cambie.

Comenzamos un año nuevo. Llega el momento de escribir nuevas páginas sobre un cuaderno usado pero que al dar vuelta la página encontramos blanco, limpio.


Recuerdo cuando en la primaria tenía que empezar un cuaderno nuevo. El año lectivo ya estaba en curso, ya más o menos sabía cómo estaba mi rendimiento y qué contenidos me gustaban más que otros, pero el tener un cuaderno nuevo era como arrancar de nuevo. Me esforzaba por hacer la letra más prolija y doblegaba mis esfuerzos por tener un excelente en las primeras tareas. Me duraba unos días y después el esfuerzo de la perfección decaía un poco…

Escucho en estos días que será difícil que el 2021 sea peor que el 2020. No estoy de acuerdo. Parece delirante lo que escribo. Me hago cargo. Tal vez haciéndome cargo de la cuota de locura que todos tenemos y agradezco ya que es la que me permite hacer cosas diferentes digo que al decir “Esperemos que el año próximo sea mejor que el que se fue”, llenamos de mentiras los deseos.

1) “Esperemos” implica inactividad, pasividad. Nada puedo hacer. Espero. Creo que, para tener un buen día, un buen instante, llenar la vida de buenos momentos debo activar mi ser para que suceda. Acciones medianamente conscientes que me lleven a un resultado que podría suponer.

2) “Año próximo, este año” no es más que una convención social basada en términos matemáticos de movimientos planetarios. Ponerle a “este año” el poder de mi decisión y de mis logros o fracasos me retira como protagonista de mi vida.

Hay que planificar metas para lo que viene.


3) “El que se fue” fue otra convención social. Para que mi nueva página en blanco sea al menos interesante debo tratar de concientizarme en ser protagonista de ella.

La pandemia es compleja y vi y veo mucha gente pasándola mal y mucha otra que se re inventó y logró hacer cosas que jamás consideró podría ser. ¿Cuál es la diferencia entre una y otra? ¿Condición social y económica? ¿Lugar de residencia? No. A mi entender es algo más profundo y trascendental. Es la fuerza de la vida. La propia, la irrepetible.

Les voy a compartir una historia que escribí: “Se la veía todos los días salir a la misma hora de la mañana cargada con una canasta de mimbre. A pesar que el mimbre parecía débil, no se rompía. No se veía qué llevaba dentro, pero debía ser de mucho peso porque paraba cada 10 o 15 pasos a descansar; movía un poco sus músculos de los brazos y continuaba su curso.

Salía de su casa, la que está en el primer piso. Bajaba las escaleras con cuidado y no se distraía. Se perdía varios minutos después en la calle angosta que da al pasaje.


Nunca la seguí. Debería haberlo hecho solo para sacarme la curiosidad, pero me aburría sólo el hecho de pensar que iba a demorar bastante ya que tenía paradas en forma constante.

Lo que absorbía mi atención era saber que todos los días iba a salir de la misma manera, bajando la escalera de a poco y con cierto sufrimiento que evidentemente debía sostener.

Yo no me mudé y ella tampoco, vivimos muy cerca uno del otro. Nos separaba la fuente del centro de la plazoleta. No soy de esas personas que conversen mucho con los vecinos así es que no supe mucho de ella. Tengo que reconocer que el misterio puede ser más atractivo que el saber. La proximidad y el desconocimiento mantuvieron mi intriga.

Debería vivir sola. Desde mi ventana veía algunas personas salir de su casa, siempre de a uno o de dos como máximo. A veces salía, otras se quedaba dentro de su pequeña casa y se vislumbraba las luces suaves desde las ventanas.


Todas las mañanas a la misma hora. La rutina de la canasta. ¿Por qué canasta? ¿Por qué de mimbre? Era como una imagen antigua en un cuadro actual. ¿O era que por las mañanas cumplía alguna especie de ritual de viaje al pasado? Por qué en pleno siglo 21 alguien decide salir todas las mañanas con un canasto de mimbre pesado, pasar por la fuente y seguir su curso hasta perderse…

¿Por qué no una mochila reforzada? ¿Qué debería ser tan importante para cumplir el mismo ritual? ¿Por qué no podría juntar lo de varios días y llevarlo en un auto?

No parecía una persona sin recursos. Tampoco tan adulta como para cumplir rituales sin pensar. Reconozco que mi imaginación es frondosa. Volaba pensando qué pasaría si el día de hoy viviese Caperucita… ¿Sería masticada la abuela por el lobo? ¿Se habría perdido Caperucita o habría puesto el GPS en el celular?

Si, claro, mi razón me tira un piedrazo y me dice que si no existiera la fantasía no habría cuento. Una vez que mi piedra de razón me cayó en la cabeza, sentí que desperté, volví a mí. Miré a mi alrededor con otros ojos. Me encontré con un montón de papeles desparramados que estaban ahí hacía mucho tiempo. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? De repente me molestaron. Los revisé un poco para no tirar cosas importantes, tiré casi todo. Lo que quedó quise guardarlo en un cajón que no podía abrir, atascado de más papeles y cosas inservibles. Miré mi escritorio limpio y me gustó. Me sentí liberada. Otro tanto con el cajón.


Empecé a poner más cosas en el cajón de reciclado. Seguí mirando mis espacios y encontré cosas que ya son del pasado. Ya nada me aferra a ellas. ¿Por qué seguir juntando? Me sentí como mi vecina cargando peso que podría no tenerlo.

No sé qué pasó con esa mujer. Un día dejé de verla». ¿Cuál es la razón por la cual salimos de la lectura del cuento y decidimos llevarla a la realidad? ¿Será una decisión sufrir a veces? ¿Será una decisión sostener rituales? Trasladamos los sufrimientos de cajones llenos, relaciones que no nos hacen bien, rituales ancestrales muchas veces sin sentido para nosotros. Poniéndole al azar el poder de nuestros días.

¿Planificamos nuestra vida? ¿O solo organizamos los días y noches con sus rutinas para llenar casillas vacías? ¿Por qué elegimos el peso del sufrimiento? ¿Es posible elegir lo contrario?


Les voy a compartir algunos tips para acompañar prácticamente “los buenos deseos”

1) Revisar el año pasado y rescatar lo que quiero sostener y qué no.

2) Pensar qué quiero lograr. Corto, claro, conciso.

3) Planificar metas cortas y concretas para lograrlo.

No les voy a desear “buen año”, sino que tengamos energía clara para construirlo.

Por Laura Collavini (lauracollavini@hotmail.com)


Comenzamos un año nuevo. Llega el momento de escribir nuevas páginas sobre un cuaderno usado pero que al dar vuelta la página encontramos blanco, limpio.

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora