Julio Rajneri: «Alfonsín fue el hombre indicado para el momento adecuado»

Julio Rajneri compartió muchos momentos con el ex presidente y fue su ministro de Educación y Justicia. Su percepción de aquellas épocas y los recuerdos, cuando hoy el país vibra alrededor del legado dejado por una figura clave en la recuperación de la democracia.

-¿Cómo empieza su relación con Raúl Alfonsín?

-Somos del mismo año, de la misma generación. La relación entre nosotros se intensificó en la época del gobierno militar cuando Alfonsín participaba de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y nos encontrábamos, intercambiábamos opiniones. Las personas que entonces participaban en ese ámbito eran muy pocas en el país. Hasta fue periodista del diario

-¿Alfonsín en el «Río Negro»?

-A principios de los ´80 tuvo una invitación de Alemania y me ofreció escribir artículos desde allí. ¡Me envió tal cantidad de artículos que no sabía qué hacer! Varios se publicaron.

-¿Cómo fue su relación personal con el ex presidente?

-Amistosa, no puedo decir que intensa. Los dos sabíamos dónde se ubicaba cada uno.

-Desde lo político, ¿cómo se fueron acercando?

-Teníamos ideas muy cercanas. Participamos de la Unión Cívica Radical. Cuando el partido se fracturó en 1956, los dos nos quedamos en el Radicalismo del Pueblo cerca de Ricardo Balbín (él fue presidente del bloque de diputados radicales en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires y yo en Río Negro). Y un Día del Amigo y siendo él presidente de la UCR, me llamó y me invitó a conversar. Yo me había reafiliado al radicalismo debido a la actitud de Alfonsín para con las Juntas Militares.

-¿De qué hablaban en las reuniones?

-Del país, claro… Siendo él ya presidente, me pidió que secretamente me ocupara de lo que sería después el proyecto de traslado de la capital federal a Viedma. Me encargó que hiciese una fundamentación política del proyecto, trabajo que se me hizo muy dificultoso porque me había pedido que fuera discreto, dado lo cual yo no podía pedir colaboraciones ni contratar gente. Lo tuve que hacer solo.

-Hay quienes, en el momento en que se lo intentó, tildaron la idea de utopía.

-Tan utópica como haber fundado un siglo antes La Plata para capital de la provincia de Buenos Aires en un país sin los recursos ni las posibilidades que tuvo después la Argentina, y sin embargo se creó una ciudad fantástica. Además, muchos países organizados han rehusado tener su capital en el centro económico. ¿Por qué fracasó la idea aquí? En mi opinión hubo una mala selección de personas para el desarrollo del proyecto. Se le dio preeminencia a los arquitectos, a personas que diseñaban un proyecto agradable, en lugar de apelar, por caso, a economistas que indagaran respecto de los recursos y la forma de financiar el proyecto. También conspiró la propia situación económica de Argentina.

-Muchos vinculan la imagen de Alfonsín a la de Hipólito Yrigoyen, en otro plano que la de, por ejemplo, un Marcelo T. de Alvear…

-Hacen bien en relacionar a Yrigoyen con Alfonsín porque el primero fue un hombre político que tenía una sola idea: la del voto popular, que la elección de los representantes no sea cosa de un puñado de individuos. En cambio, para los problemas cotidianos de la vida, Yrigoyen no tenía opinión previa. Así tuvo algunos aciertos y muchos errores. En el caso de Alfonsín, me parece sustancial subrayar que fue el hombre indicado para el momento adecuado. ¿Por qué? Porque cuando el ganó la Presidencia, la aspiración de la sociedad era recuperar una vida civilizada, dejar atrás la violencia, la guerra sucia. Alfonsín reunió los dos atributos: legitimidad -le ganó limpiamente las elecciones a un partido que parecía invencible- y valor para incorporar a la Argentina al mundo civilizado. El país que él heredó era un paria fuera de la ley y del concierto internacional; con Alfonsín se convirtió en el centro de atención del mundo. El dato esencial de ese salto fue el juicio a la Juntas.

-¿Fue entonces el sello por el que Alfonsín pasará a la historia?

-Alfonsín llegó a la Presidencia bajo presión, con mucha carga dramática. Las falencias que con el correr del tiempo tuvo en el manejo de la economía, o la falta de visión sobre problemas concretos en la vida de la sociedad, no sería justo atribuírselas a Alfonsín porque fue votado para otra cosa. A mí me parece que el mejor símil que se puede hacer es el caso de Winston Churchill quien -mientras la mayor parte de los conservadores siguieron la política de intentar apaciguar a Hitler- pregonó que había que enfrentar al nazismo y prepararse para luchar. Cuando los ingleses no tuvieron más opción que la guerra, pusieron a Churchill en el poder y fue quien condujo a Inglaterra al triunfo y se transformó en uno de los hombres más trascendentes del siglo o de todos los tiempos. Mas cuando terminó la guerra, al poco tiempo, un oscuro político del Partido Laborista -Clement Attle- del cual Churchill decía que tenía muchos motivos para ser un hombre modesto, le ganó las elecciones. Vengo leyendo en estos días que «líderes como Alfonsín no aparecen seguido». Es un concepto erróneo: son las circunstancias las que hacen a los líderes. De no haber sido por la guerra, Churchill hubiese sido un político más en la historia de Inglaterra. Pero ya en guerra, fue el gran líder que necesitaban los británicos. Alfonsín fue el gran líder que necesitó la Argentina para poner a los militares en caja y restablecer las condiciones civilizadas de vida en el país. Además, tuvo el mérito de derrotar al peronismo que, por primera vez, se encontró perdiendo una elección. Esto fue muy importante para la democracia porque una buena parte de los golpes de Estado se produjeron porque existía el convencimiento de que el peronismo, cualquiera fuera el desastre que produjera en el gobierno, era invencible. En 1983 el peronismo ya no era el PRI mexicano: podía perder. Después Alfonsín, como dije, mostró sus falencias porque tenía una visión ideológica de la economía.

-¿Qué forma, por así decir, tenían esas falencias? ¿Desde dónde germinaban?

-Básicamente tenía un gran desconocimiento de la economía, lo cual no es grave porque un presidente no necesariamente tiene que ser un experto en economía, pero lamentablemente él tenía una visión ideologizada de la economía. Rehusaba mantener la economía bajo tutela de personas competentes que, de alguna forma, podían identificarse con intereses que no eran los que él creía defender. Ideologizar la economía es lo peor que se puede hacer, porque significa que se llega a eludir la mejor solución para una determinada cuestión y a cambiarla por una solución más acorde con el pensamiento propio.

-Siguiendo ese razonamiento, ¿estamos hablando de una constante en el estilo radical de ver la economía?

-Creo que el problema del radicalismo es que defiende muy bien las causas épicas: luchar por la libertad, la democracia? pero no es tan eficiente cuando se trata de la tarea gris y cotidiana de administrar el país.

-¿Cómo evalúa aquella convocatoria de Alfonsín a un Tercer Movimiento Histórico?

-Fue el principio del fin porque ahí introdujo la corporación sindical en el gobierno (con Carlos Alderete como ministro de Trabajo) y empezaron los problemas. Alfonsín intentó enfrentar la corporación sindical; fue otro de sus méritos, pero no tuvo éxito.

-¿Siempre estuvo de acuerdo con las decisiones del gobierno de Alfonsín del cual usted, en una de sus etapas, formó parte?

-Hubo puntos importantes en los que no coincidí. En lo que tuve más diferencia fue en la cuestión económica: el control de la inflación, en una política de gastos excesiva como la de Aníbal Reinaldo en el Banco Hipotecario. También consideré que eran un error los convenios de pesca con Rusia. Lo debatí con el propio Alfonsín, después con Dante Caputo (entonces canciller) y de una u otra forma se volvió atrás con una cuestión que en Estados Unidos había causado mucha preocupación. Por otra parte, conseguí que el entonces mandatario modificara su opinión en relación a ley de Obediencia Debida.

-¿Cómo evolucionó esa discusión?

-Alfonsín tenía otra idea respecto a la forma de resolver el problema. Por un lado quería terminar el conflicto y por el otro dejar a salvo su figura histórica en el sentido de no comprometerse a condonar a personas que no se lo merecían y sí castigarlos. Eso era técnicamente imposible, de manera que yo enfrenté a Alfonsín en una reunión muy grande que se hizo en Olivos con senadores, diputados y ministros. Allí ratifiqué mi punto de vista. Dije que esa idea no iba a funcionar, que iba a ocurrir lo mismo que una ley de punto de final, que cada juez iba a analizar si había o no la calidad de delitos aberrantes. Discutimos eso, después lo debatimos en privado con Alfonsín. Finalmente, un día me llamó y me dijo: «Vamos a hacer como decís vos». Esto representa el reflejo histórico de que a Alfonsín le costó muchísimo aceptar que tenía que condonar a algunos tipos que eran verdaderos delincuentes, para poder terminar con el problema de los militares y de la permanente investigación. Eso fue lo que condujo a la democratización de las Fuerzas Armadas; si no seguían en manos de Rico y de personajes fascistas de esas características. Uno de los que más influyó en este tema fue el premier español Felipe González, quien en una larga conversación le recomendó a Alfonsín terminar con el problema castigando a quienes tenían mando, porque llegar hasta los soldados rasos era insostenible. España incluso no revisó el proceso franquista. Hay principios superiores de política que justifican que se haga un paréntesis para que el país no esté permanentemente convulsionado. Ocurrió que después Carlos Menem indultó a los comandantes y todo el andamiaje jurídico quedó sin sustento.

-¿Alfonsín vivió con angustia ese proceso?

-No, con mucha claridad. Estaba decidido, comprendía que era un factor de inestabilidad permanente.

-¿La libertad de expresión fue otro legado de Alfonsín?

-En 1921 los militares cometieron un genocidio con obreros en huelga de la Patagonia, de una magnitud -salvando las diferencias- equivalente a la represión. Ni el periodismo ni políticos (salvo algunos socialistas) dijeron nada. Eso estuvo enterrado en la Argentina hasta que Osvaldo Bayer hizo su conocida investigación. Había miedo. Cuando llegó Alfonsín terminó con el miedo a los militares y mucho tuvo que ver un periodismo importante, al punto que hoy muchos periodistas son más conocidos que los diputados.

 

CLAUDIO RABINOVITCH Y CARLOS TORRENGO

CLAUDIO RABINOVITCH Y CARLOS TORRENGO


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